martes, 30 de noviembre de 2010

Quejas de pozos negros

Qué poca luz emites,
y qué costumbre más rara
la de ser alumbrado, que no nacido,
por el faro de otro.

¿Cómo se hace? ¿Cómo se necesita?

A veces escupes y brilla la saliva
como una parodia de estrella
- esos son tus truenos de maravilla;
de mes en mes,
o de año en año,
pares, que no alumbras,
cándidos flirteos con el polvo de una silla.

Descansa, siéntate,
estornuda tu alergia resignada.

Pero qué poca luz emites,
y cómo exiges caudales de rebaño
a quien chasquea con los dedos
los luceros de la poesía.

En tu pozo,
¿qué se siente?

¿Cómo se puede no emitir un sol
con el calor de la sangre encendida?

Sólo tú lo sabes,
gran misterio,
que reclamas tu imposible
como un salmo,
cuando nadie repara en tu pozo,
ni en tu fondo de lodo.

Poesía,
río que fluye con vida propia
con sólo abrirle el grifo...

Y tú,
impedido,
juegas con la sombra
con la esperanza de las viejas,
-penumbra de velas,
y plegarias susurradas entre líneas...

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miércoles, 10 de noviembre de 2010

Dream be my will

Pasar por la vida sin dejar rastro,
dejarla impoluta,
como si nada.

Algunos queremos vivir como fantasmas
y reinar en la muerte
como hermanos de dios.

Pero es mentira.

Lo que de verdad queremos
es lo que de verdad debe hacerse,
realizarse ,
de manera innecesaria,
diabólica,
antinatural...

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martes, 9 de noviembre de 2010

Delirium ab nauseam



La poesía da pocas alternativas; o te haces un funcionario de las relaciones institucionales, o te cobijas bajo una tienda de campaña política, o te dejas consumir en tu atemporalidad reclamada, aplastada por la temporalidad de los trenes que pasan sobre ti. O simplemente la abandonas.

Lo peor sucede cuando empiezas a entrever que entre líneas no hay nada, salvo el delirio, y aquellos que comercian con él son mentirosos, fantoches o vampiros. Ya no me interesan las flores, ni el tiempo, ni el viento ni las recreaciones alucinatorias en el amor, que de nada sirven salvo para avivar una llama en el oyente que ni siquiera el poema ha encendido. La poesía es un conjuro que sólo funciona con seguidores resignados de la magia, pero las palabras no dejan de ser meras etiquetas cuya opacidad impide alcanzar lo que es, de todas formas, inalcanzable. Congelar los sentimientos, el vértigo, eso sublime que se siente, esa reclamación de divinidad que no quiere ser olvidada tras la broma pesada de la muerte. La poesía es una mierda cuando se la compara con sus propias pretensiones. No, ya no creo en los poetas. El mar no es infinito y está lleno de petróleo, envases de agua mineral y basura. Que seamos, como me dijo el otro día Luis, conciencias hechas para la eternidad, es una nota del humor negro que tan bien maneja este cosmos al que le importa un carajo las estrellas.

Yo no la dejaré, como no se dejan otras cosas. A veces coloca, y está bien; otras veces resulta más divertido esgrimirla contra algún capullo. Pero no deja de ser un juguete. No quiero más lecciones ni reflexiones de la vida; prefiero a la vida en sí, para llevármela de recuerdo como único equipaje. Estoy harto de textos que vienen a decir siempre “aquí estamos, qué bonito”, u “os odio energúmenos” o “ved qué sentimientos tan originales tengo”. Ya no aplaudo cuando alguien enseña la polla, por pura desidia.

¿Y los juegos accesorios? Incluso no jugar se considera un movimiento estratégico. Dramas, despedidas, marchas... Yo sólo veo desesperación, torpeza en el uso de las herramientas y, sobre todo, un insano y aburrido delirio colectivo de los niños que están perdidos dentro de sí mismos...


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