viernes, 28 de abril de 2017

El deshaucio


- Te amo porque eres un hombre. Y no te amo porque eres un hombre.

A todo el mundo le gusta saber de antemano todo sobre lo que no se sabe nada, por eso inventamos las categorías y las divisiones. La vida de los neuróticos se encarga luego de dar realidad a la paranoia. Pero estás aún muy atrás en el camino.

Se trata de no mirar del todo para no ver. Cuando se ve de verdad, no hay pantomima que valga para distraer a los ojos. Si no las miras del todo, puedes jugar. De otro modo, el tiempo se convierte en un eterno puré de patatas sin sal. Sé es malo principalmente por aburrimiento o por impotencia. La ferocidad siempre es hija de lo que no se mueve, y tú no te mueves, te recreas. Estás encadenada y protestas. No la mires, olvida lo que has visto. Olvida esa mirada de animal cautivo. Olvida ese grito irracional que nunca se detiene en el fondo de sus ojos. Dale una oportunidad, ella no sabe que lo sabes todo, sé delicado con este animal de garras imprevisibles, el precio por la visión es la benevolencia. No te cargues toda la función de marionetas que conforma su vida. Pero lo has visto todo desde el primer instante: grita auxilio, se ha metido sola en la red. A veces caen seres muy divertidos en la trampa. Sólo que la trampa no la pongo yo, aparece cuando ya es tarde, y le gusta mucho el humor negro, ¿no ves lo cómico que resulta esto? Pero no estropees el juego, créete que te va a sorprender, no salgas con esa ventaja que siempre te precede.

De un tiempo a esta parte encerré a mi sátiro tras una reja, con llave, nunca lo conociste. El sátiro sí que gusta de lucir sus poderes con ordinario mal gusto, aprovecharse sin pudor de sus ventajas, gritarlas vulgarmente por la calle, exigir el impuesto a cada mirada atrapada. Como tú. Pero ese no soy yo, es sólo un hambre sublimada. Y la tengo bajo llave, protesta como tú, es divertido oírle gritar, pero aquí mando yo y los de vuestra especie no son capaces de ofrecer nada bueno, aún creyéndose irresistibles. Y es que tanto con él como contigo tengo la desagradable sensación de dejar de ser yo mismo. Y ese lugar donde dejo de ser yo huele a cloaca, provoca náuseas porque el cuerpo se convierte en una contradicción y rechaza el medio y se rechaza a sí mismo como si muriera de autoinmunidad.

Si alguna vez llegaras tan lejos como él, aún te podría encerrar en la misma jaula. Y él acabaría contigo porque no tiene conciencia, sólo llamas. Es sólo hambre e impulso, como tú. Pero él lo acepta. No se justifica. Ni siquiera habla de ello.

Estás desahuciada porque te veo más que de lo que tú eres capaz de mirar. Siempre lo has sabido y en ese deseo de saber está tu perdición. Eso es sólo mío. Para dejar de desearte sólo tengo que quitar los filtros y verte, justo lo que me propuse no hacerte. Y es en esa espera, en ese punto muerto, en ese poder contenido, en esa suspensión de lo inevitable dilatada absurdamente en el tiempo, donde me recreo yo, pues puedo manejar el amor con la mano izquierda y el olvido con la derecha. Todo el maldito tiempo que pueda perder contigo.

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