sábado, 14 de abril de 2012

Vivisección de un poeta


El uso gramatical de los pronombres es algo al alcance de cualquiera, pero su asimilación psicológica es otra bien distinta; de hecho, si analizáramos la Historia podríamos afirmar que el ser humano medio es capaz de empatizar correctamente (es decir, identificarlos en función de su circunstancia inmediata) con los pronombres yo, tú, él, ella, vosotros y ellos. Sí, efectivamente, falta nosotros, dado que ha sido un pronombre comodín con el que al ser humano medio se la llevan dando por el mismo sitio durante siglos. Nosotros es un concepto tan volátil que lo mismo representa a una nación, a una pareja o a un equipo de fútbol; el ser humano medio reconoce mejor los vosotros y ellos circunstanciales porque le suele acarrear una consecuencia económica fácil de identificar. El nosotros, sin embargo, pertenece al ámbito del hampa y las altas esferas de poder. Ello es visible actualmente cuando los europeos entendemos por nosotros a España, Cataluña, Euskadi o incluso Triana, como reza alguna camiseta, en vez de identificarlo con nosotros, la clase media europea, frente a ellos, las fuerzas financieras (en eso sí hay acuerdo, puesto que pertenecen al pronombre vosotros, voilá).

Pero hay casos especialmente preocupantes. Si ve que su hijo, que da sus primeros pasos, tras caerse mira a su alrededor antes de pensar si llorar o no, está condenado: su hijo puede ser un poeta. Y es que para ellos la dimensión de los pronombres es más limitada: se reduce a YO y ELLOS; a veces, cuando surge el amor, surge TÚ, y otras son capaces de integrarse en el NOSOTROS (poesía comprometida), no libres del marasmo turbio de lodazal que lo caracteriza; pero tarde o temprano los traicionan, como luego explicaremos al hablar sobre su falta de constancia en el compromiso.

Ante todo está el YO, que suele verse humillado por la conspiración de ELLOS ante la presencia de unos robot-zombies incomprensibles que son aglutinados bajo el concepto de “unidades elementales del conjunto ELLOS”, o “personas que no soy YO”. Es decir, el, ella, nosotros y vosotros son sólo diferentes lados del poliedro ELLOS. De ahí la desesperación de sus familiares, amigos o simples conocidos ante su imprevisible representación social del día, o su miopía para apreciar el cariño y esfuerzo de aquellos que cuidan de ellos y los quieren.

Como el niño que se cae y deja de pensar en YO para pensar en ELLOS, lo malo para el poeta no es la tragedia, sino su mala representación dramática, y ahí no distingue ni familia ni amigos; forman parte de ELLOS. Y esa será la marca del resto de su vida. Como dijo Vincent Vega, “sólo por pillar al tipo que me arañó el coche hubiera merecido la pena que lo hiciera”, es decir, estaría dispuesto a aceptar el arañazo si este se hiciera con el debido final feliz y honroso para el héroe, aunque tuviera que llevar el coche al taller y aflojar la pasta gansa; pues bien, la familia, los amigos, la amante, todos pueden ser un coche en un momento determinado de su vida.

Pero antes me referí al uso excepcional del TÚ. A veces, surge de entre el marasmo ELLOS una unidad diferente a la que se le otorga el rango de YO satélite (es decir, alguien que puede alcanzar el estado sublime YO, partiendo de ELLOS, por obra y arte de la voluntad iluminatoria de un YO heroico); TÚ se trata de personas completas que viven un sufrimiento análogo al suyo y que florecen como seres extraordinarios sobre el conjunto amorfo de ELLOS (aparte, son seres bellos que follan mucho). Semejante sublimación, sin embargo, puede ser de tal calado en el poeta que el TÚ pierde su sentido indispensable y puede ser sustituido aleatoriamente en función de la disposición caprichosa del YO. Al final suele sucumbir en devolver a ELLOS a todas sus TÚ, con el paso del tiempo.

En este sentido, la obra del poeta no es más que una corrección sobre la parodia que suele ser su relación con ELLOS para dignificar su enfermedad. Por ello no comprenden que los admiren sin siquiera haber sido deslumbrados por su luz de YO.

Luz de YO...
luz de yo...
luz de yo...


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1 comentario:

Anita Noire dijo...

El buen manejo de los pronombres personales es fundamental