Soñé jugar al escondite,
correr bajo las estrellas,
doblar curvas de esquinas rectas
y esquivar los bordes de los resquicios
que daban a la nada.
Qué extraña risa ajena a todo tiempo me perseguía...
Y tan seguro conocía
las debilidades del alma,
que mis tretas de evasión anticipaban
la sonrisa de lo que se sabe y se confirma.
Porque sólo era el vacío de una noche de verano,
el sueño de un ocaso sin tiempo,
la alucinación perdida
de una concesión a la añoranza...
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