- Vaya- me dijo observando las líneas
de la palma de mi mano- parece que tienes un alma vieja.
- Tócate los cojones,
claro, nací siendo un viejo cascarrabias.
- No me refiero a eso;
quiero decir que según veo aquí, tu alma se ha reencarnado muchas
veces, tiene mucha experiencia vital.
- ¿Viene ahí el
catálogo de transmigraciones? ¿He sido gorgojo? ¿O cuervo? Me
llevo bien con ellos.
Levantó la vista para
analizar el posible sarcasmo.
- No- continuó- aquí
no dice nada de eso.
- Suena a repetir curso
muchas veces, no es halagüeño.
- ¿Repetir curso?
- Bueno, los budistas
consideran que una vida dedicada a la virtud puede hacer que escapes
a la cadena eterna de transmigraciones; si yo me he reencarnado
muchas veces, significa que, en fin, ya me vale...
- ¡Qué raro!- dijo
ella volviendo a mirar la palma de mi mano izquierda.
- ¿Qué?- le dije
intrigado.
- Tu destino, es raro.
- Ah, yo lo tengo
clarísimo: perros, piedras, palos.
- No es lo que dice
aquí; parece como si hubieras nacido con un papel, y lo hubieras
cambiado sobre la marcha, o tuvieras varios destinos y no supieras
cuál elegir. Estas líneas que se cruzan... es raro.
- Ah...
- Pero mira aquí- y en
esto me señaló una de las líneas- no lo entiendo bien, pero al
final todo se endereza.
- Pues mejor- le dije.
- Todo se endereza
chaval- me fue cantando ella conforme me besaba el pecho e iba
bajando hacia la entrepierna.
- ¿Otra vez? ¿Te da
tiempo?
Ya no respondió, me la
chupaba intensa y cálidamente. Tras la ventana se oían las
conversaciones de la gente en la calle y el sol proyectaba estampados
de lunares sobre la pared al atravesar los agujeros de la persiana.
Acabamos follando otra vez. Entraba olor a azahar y un aire cargado
de primavera de a media tarde. La cama deshecha, el cuarto
desordenado, los pelos alborotados y algún momento en el que,
simplemente, te sientes en una deriva distante y completamente
despierta e incomunicable, como si te hubieras proyectado a ti mismo
en toda la luz de la estancia. Luego, tras el polvo, se vistió y se
marchó dejando mi cama llena de sus pelos rojos y largos. Me dejó
sobre el escritorio unos bombones como regalo.
- Come bien- me había
dicho a modo de despedida.
Me quedé sobre la cama
mirando la pared moteada de manchas de sol: hay algo, una radiación,
un aire extraño y potente, cargado de electricidad, sobre el que de
algún modo se desliza mi respiración y me llena las venas de un
extraño fuego, como si el aire te quisiera levantar como una cometa.
Abrí la caja y me comí cinco bombones de un tirón.
(...)
Me duché y me fui al
local de ensayo, donde había quedado más tarde con Rosana. El
maldito móvil no paraba de molestar con mensajes y notificaciones de
facebook. Es lo malo de tener una mañana ociosa: te lías a soltar
barbaridades y luego vienen las reacciones del personal, más las
invitaciones a fiestas, reuniones, salidas y conciertos de varias
personas. Al llegar me esperaba Rosana y estuvimos durante horas
tocando, cantando y oyendo música, y fumando porros todo el tiempo.
Rosana olía bien y nos liamos de nuevo. La verdad es que no contaba
con eso, pero era una cosa que sucedía a veces. Algunos días surgía
de una manera completamente irresistible, porque sí, mientras otros
ni se nos pasaba por la cabeza. Nos fuimos a su casa y me comí todo
su cuerpo de arriba abajo hasta quedar completamente saciado.
- No sé qué haces
aquí- me dijo luego, mientras descansábamos. Ella sostenía mi mano
izquierda, igual que hiciera horas antes la quiromante: jugaba con
ella, la observaba y toqueteaba, pero Rosana lo sabía leer manos.
- Hago lo mismo que
cualquiera, lo mismo que tú- le respondí.
- Deberías largarte de
aquí. En otros sitios podrías vivir exclusivamente de tocar, tú lo
tendrías fácil.
- Descuida, si mi
trabajo aquí me falla, me largaré.
- Vete a una ciudad con
buen ambiente, como Berlín, Ámsterdam o Hamburgo.
Nos fumamos un peta, me
vestí y me fui camino de mi casa. Rosana me había regalado un par
de manzanas y caminé comiéndome una de ellas, a modo de cena.
Parece que todas mis amigas se preocupan por mi futuro, mi
alimentación y mi saciedad a otros niveles. Y mi mano izquierda. Era
de noche, tarde, pero el aire me levantaba del suelo y caminaba como
un ánima que ya no está aquí, en este mundo, sino en algún lugar
de su imaginación que se proyectaba sobre sus propios sentidos.
(...)
Al día siguiente había
quedado con Silvia para tomar un café en su casa y ver una peli. En
un momento de la tarde, estando los dos sentados en el sofá del
salón, cayó sobre mí sin avisar. Tampoco era la primera vez.
- Perdona- me dijo
disculpándose- es que tu olor me puede.
- No te preocupes, no
pasa nada.
- Es que no sé qué es
lo que tiene, pero me desconcierta.
- Es algo muy
específico, pasa sólo con algunas personas, yo lo he sufrido
también muchas veces en mi vida. Pero no pasa nada, me apetece.
Silvia me empezó a
desabrochar los pantalones mirándome paulatinamente, sin estar
segura de hacer lo correcto.
- ¿Te la puedo
chupar?- me dijo. No dejaba de resultar curioso que lo preguntara,
¿será algo generacional? Porque era una pregunta que últimamente
oía con frecuencia en gente más joven, y Silvia era doce años
menor que yo. Eso no se pregunta: si una tía se lía con un tío, él
siempre quiere que se la chupen.
- Claro- le dije.
Al rato, descansando,
Silvia curioseaba entre los dedos de mi mano izquierda.
- Te leo mucho- me
dijo- deberías tomártelo en serio, dedicarte a escribir, centrarte
en ello. Podrías vivir de eso.
Al rato, ya de noche,
nos fuimos a su cama, pero esta vez preferí dormir. A la mañana
siguiente echamos otro polvo y me marché desayunado y con unos
donuts artesanales que ella se empeñó en que me llevara.
- Necesitas engordar un
poquito- me dijo.
(...)
Me vino a visitar una
antigua amante para saber de mi vida.
- Toma- me dijo
entregándome un tupper con ensaladilla- me voy de viaje y me sobra
esto, así que te lo he traído porque en mi casa se va a estropear.
Además, comes mal, se ve.
- Gracias, vendrá
bien- le dije mientras lo llevaba a la cocina y lo metía dentro del
frigo.
Ella me siguió y
cuando cerré la puerta me agarró por la espalda y empezó a besarme
por la nuca. Me di la vuelta y empezó a besarme en los labios. Ella
sabía hacerlo y enseguida se me olvidó todo y nos fuimos al
dormitorio. Después de un polvazo largo e intenso, ya descansando,
se dedicaba a pegarme pellizquitos en mi mano izquierda mientras
hablaba de esto y lo otro. Observaba los dibujos, esbozos y cuadros
que tenía colgados en mi cuarto.
- Me encanta cómo
pintas y dibujas- me dijo.
- ¿Sí? Yo no les veo
demasiado valor.
- Tú no tienes
criterio. He visto muchos cuadros tuyos, son muy personales.
- Si tengo criterio
para hacerlos, lo tengo también para juzgarlos; puede que seas tú
la que no tiene criterio. Aún no he visto nada tuyo.
- Está todo en mi
casa.
- Exacto, y ni siquiera
quieres decirme dónde está.
- Ni te lo pienso
decir; pero en serio, deberías hacerme caso. Se te da bien pintar,
deberías dedicarle más tiempo, centrarte en ello, podrías vivir
muy bien si te organizaras. ¡Qué desastre de cuarto y de hombre!-
dijo tumbada boca arriba con lunares de sol sobre las tetas.
Le di la vuelta y
empecé a morderle las nalgas. Nos reliamos otra vez. Al marcharse,
además del tupper, sacó un paquete de frutos secos variados del
bolso y me lo dejó en la mesita de noche.
- Eres un animal- me
dijo- hay que echarte cacahuetes.
Me quedé en mi cama
otra vez, mirando al techo, y recordé a la chica que leía manos.
Examiné mi mano izquierda. Miré la línea del destino, esa raya tan
extraña en la palma, con sus cruces y su extraño recorrido, y ese
destino bifurcado en varios. Tocar, escribir, pintar.
Tal vez no fuera esa la
cuestión. Nadie parece darse cuenta de que no puedo hacer caso a
todos, es imposible dedicarse exclusivamente a pintar, dedicarse
exclusivamente a escribir o dedicarse exclusivamente a tocar, todo a
la vez, porque entonces ninguna actividad es exclusiva. Alguien se
equivoca.
No está ahí la
respuesta, y seguramente de ahí procedan la mayoría de mis
silencios, pero estoy en ello. Se trata de algo que va más allá de
cualquier actividad.
Se trata de ponerle
nombre a ese extraño aire que me embriaga, me levanta sobre el suelo
sin elevarme un solo centímetro y da luz a cualquier oscuridad...
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