Los pasé de largo
como si no fueran nada,
pero justo al final giré la mirada
un mínimo instante
-el preciso.
Porque no soy ningún ejemplo
ni ningún santo,
nunca ellos sabrán que vi la noche,
que sentí esa brisa templada veraniega
junto al calor amargo
de dos bocas que se besan;
que veía ese escalón sucio
sobre el que dos borrachos
compartían vino de cartón
y corazones
- cómo se hacen sagrados
los podridos escenarios de los hombres...
También supe que ese lugar y ese momento
quedaría grabado para siempre
y recordado a la llegada
del invierno y los lamentos,
y los bordillos donde se enamoran
los borrachos,
ajenos a todo el mundo,
los escalones sucios,
las historias pegajosas
de los pies a la mañana...
...
...
...
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