martes, 20 de enero de 2009

La logia de la alogía



Europa es un jardín de infancia, y todos juegan a ser muchas cosas sin llegar a serlo; y la lógica, la coherencia, la consistencia de los actos y los pensamientos son molestos juguetes para quien se imagina ser algo y no está dispuesto a ganárselo. El consenso de los idiotas es suficiente; la irrupción de la conciencia, irritante.

Los niños patalean junto al quiosco para obtener la piruleta de sus madres; y desean que sea así por derecho propio: la recompensa sin el mérito. Es una pulsión animal que el cretinazgo ha elevado a visionaria (la megalomanía es otro rasgo de la primera infancia que se mira en el espejo). Luego siguen enmierdándolo todo y pasan de la escuela. La cretina de la madre les sigue dando la piruleta cada vez que a los niños les sale de los cojoncillos. Cuando crecen, deciden ser artistas, porque los artistas al parecer (según la fijación mediocre por las biografías donde gente la brillante resulta ser humana-do-it-yourself-yes-we-can) han sido en muchos casos malos estudiantes, rebeldes precoces (cuando para ellos la rebeldía consiste en decir yes I fuck, yes I shit). Son precoces en tanto que asinus aún sin ejercer, pero nada más.

Ahora escupir es glamour. Desdén del iluminado. Y el que ve claramente la basura y la nombra, ese es un aguafiestas que destroza la ficción. Ese, que no les da la piruleta salvo cuando se la merecen, a ese hay que machacarlo. Ante todo que no nos jodan el jardín de infancia donde se nos mima como a imbéciles incapaces de nada salvo la exigencia pueril.

Como los niños, fingen, asumen un papel, actúan; creen que todo consiste en eso. Y exigen el aprobado al más puro estilo LOGSE. Nos hemos rodeado de cretinos. La generación no-hostiada está tarada. Alguien debió haberlo hecho a tiempo. Pero claro, esas madres, cuya majadería, hasta los cuarenta, había sido apenas una errática indecisión que pululaba desorientada de un lado para otro hasta que encontró en el budismo y en el origami del cerebro el jardín tan deseado donde florecer con toda la exuberancia propia de la estupidez consciente de sí misma... Y esos padres, imbéciles enólogos de tres al cuarto más preocupados por el jamón y su polla que por otra cosa... Y sus hijos rebeldes que asumen sus dos personalidades convirtiéndose en falócratas de los palillos con episodios de nirvana-bodega y algún tebeo manga...

Veo a los presentadores televisivos y veo a tipos sin talento perfectamente preparados (en eso consiste la degeneración JASP); sobre todo saben darse los aires necesarios, aunque no sirvan. Y el resto se identifican con su memez y aceptan la ficción porque se salvan a sí mismos al aplaudirse. Podría pasarle a ellos y también desearían la aceptación, aunque lo hicieran mal. Si todo el mundo decide que está bien, ¿qué importa que no lo esté? El doblepensamiento ha llegado, señores. Los presentadores no presentan, sino que juegan a ser presentadores y se les paga por ello. Veo jefes de estado que alcanzan el puesto por un pueril capricho megalómano. La vara de mando es el nuevo chupete. Así no lloran. Tipos sin talento perfectamente preparados. Actores. Malos. Eso gusta a quienes votan: votan a su mismísima miseria.

La razón no está de moda; las matemáticas sí (aplicadas a la pasta). Pero eso no importa: se puede negar la importancia de la lógica y creer en una consecuencia de la misma como son las matemáticas, y luego elevar la contradicción a objeto final de deseo (cuando viene bien). Es decir, inventar la vida conforme sucede al servicio del capricho, la osadía, la falta de ímpetu y el reino de la fantasía.

Pero una cría no tiene la dignidad eterna de la mirada de un león adulto.

La naturaleza enseña.

El león se sirve él mismo la pieza. Mírale a los ojos.

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