Apago el ordenador. Ya son las siete y media de la tarde. Ha llovido y me da pereza salir, pero es sólo agua: no puedo permitir que me detenga. Tengo algo por dentro, una sensación familiar. Ahora pienso en el rastrillo playero azul turquesa ideal. Necesito una palabra o una expresión rastrillo-playero-azul-turquesa. Bajo un cielo gris. Por ahí van los tiros.
Decido no bajar en el ascensor pues la última vez me quedé encerrado y tuvieron que sacarme. Tengo un cosquilleo y una especie de inquietud o nerviosismo. Bajar a saltos los cuatro pisos me refresca: el aire está frío en el pasillo y mi cuerpo embalsamado en calor lo recibe con agrado. Dónde estará ese maldito rastrillo. Me agota. Cojo la bici y salgo a la calle. Llovizna. Bueno.
Meto la bolsa de envases en su correspondiente contenedor. Aparte de contener hedor, tiene la entrada demasiado pequeña y tengo que apretar hasta que por fin se cuela violentamente, y me hago daño en un dedo. Casi nada, pero con el frío y la lluvia duele más. Jode más. Vaya, sabía yo que se me olvidaba algo: las uñas de la mano izquierda están demasiado largas. Bueno. Que les den por culo a ellas y a la música. Me monto en la bici e inicio el camino.
Esquivar charcos. Las aceras aquí se hacen como si nunca lloviera. Oigo el chirrido de mi cadena casi sin aceite. La superficie lisa y pulida refleja todas las luces superiores. Parece resbaladiza. “Alguna vez me tendré que dar una hostia como todo el mundo” pienso. Resbalar unos cuantos metros derrapando antes de la colisión. Caer en el suelo mojado o en un charco. Agarro bien el manillar y pongo mis dedos sobre los frenos para estar alerta. Siempre me parece que voy lento y la gente me mira al pasar, o sea, voy demasiado rápido. Nada me puede calmar salvo encontrar ese maldito trozo de plástico azul turquesa que refulge bajo un cielo gris sobre una arena color pardo. Una palabra que encaje así de bien en mi propia playa.
La lluvia arrecia y debería parar y resguardarme, pero no lo voy a hacer. Total. Podría no escampar en toda la noche. No es más que agua. Me paro en un semáforo. Un niño junto a su madre se ríe de mí porque estoy mojado hasta los huesos. Ello me hace sentir bien. Medio ahogado por el esfuerzo de la velocidad, bajo la lluvia, mojado, vivo. Lo vivo lleva a su alrededor una espiral de atención. Los niños ríen con naturalidad. Son con una increíble aceptación. Y me miran. Se pone en verde. Rastrillo.
Llego a mi destino. No tengo que esperar mucho y aparece ella. Le doy la pasta, ella el polen y listo. Ahora al local de ensayo. Ruedo sobre mis propias rodadas. Esquivo charcos, pero ya no llueve. Con el aire me seco un poco.
La serpiente pitón de Carlos sigue en su jaula. La alimentan con ratones vivos y, a veces, se puede ver el espectáculo. Yo prefiero no verlo. Los ratones me recuerdan a mi perrita. Me dan pena. Abro el local, enciendo la luz, destapo el ampli, lo pongo a calentar, cuelgo en el panel el nuevo set de los U-bets y nuevas letras. Me voy a por un delicioso capuchino de máquina por 60 céntimos y regreso al cubil, donde me lío el primero tiritando de frío por la ropa mojada y bajo el calentador a tope. Odio que no aparezca el rastrillo de plástico.
Las válvulas se calientan, las resistencias se ponen incandescentes. El naranja es el color del calor, pero el aroma del calor...
(...)
Hay un centro que te arde y que te filtra
-tú, susurro sueño-
por la piel.
Un tono del ocaso que transpira y te fragua,
corazón de estrella,
hidrógeno encendido
de tu ligereza que te sopla
-tú, palabra de ti misma.
Mi ojo es una lupa y,
sin embargo,
me entras por la nariz y la boca y las manos
sin caber.
Y mientras juego a tenerte y renunciarte y a tenerte y renunciarte,
me hago lente,
lentamente,
me hago lente...
...
...
...
..
..
..
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3 comentarios:
…así, de vez en cuando el cielo brinda con la lluvia
y es un cielo formado de pasos únicos
como nubes inciertas y de silencio
en soledad de todos los instantes;
es la carretera libre de límites
evocando el tiempo nulo cuyo reloj sin manillas
es el viejo vuelo hacia el Tiempo;
el comienzo del Ser fuera de esta esfera…
que chulada, por un momento me vi pisando charcos.
oye, lo del bajista, no te preocupes que pregunto, pero ya sabes al igual que los baterias, se esconden detras de las piedras..
¡Qué me vas a contar!
¡Gracias!
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