Me había acostado tarde dándole vueltas a las mezclas, pero había habido sesiones peores. En esta ocasión, algo ligero para salir del paso y conseguir más trabajo. Nos metimos Mammonnio y yo en la pecera con dos guitarras acústicas y lo hicimos tal cual, en vivo, sin técnico en el control, metrónomo ni pollas en vinagre. Un ajuste a ojo de los niveles, pulso grabar y salgo corriendo a situarme y hacer toma tras toma. Cuatro temas de Lou Reed. Listo. La primera escucha me parece infernal. "Esto es una mierda" le digo, "deberíamos volver a empezar". Mammonnio no parece dispuesto. Me jode esa autocomplacencia de "esto mismo está bien, tío". Mierda de amor a la espontaneidad: lo que hay es pavor al trabajo, al esfuerzo y al aprendizaje- ese, que precisa como condición primera aceptar que se yerra. Pero esas cosas no se dicen, claro. A la tercera escucha va mejor. "Te pasas de mijita" me dice Mammonnio ante mi primer comentario positivo. "Si tú supieras lo que me callo, no encontrarías un término para describirme" pienso yo. Tal vez sea cierto; pero hay cosas que no se pueden entender, tal vez el secreto sea no pretender entenderlo todo, sino apagar el cerebro en determinados momentos en que se considera impertinente razonar con coherencia. Si Mammonnio cambia los acentos o la métrica de los versos sin avisar, los coros salen deslavazados Si Mammonnio no cuida más el tempo, seguirán saliendo golpes de guitarra a destiempo cada dos por tres. Si Mammonnio cambia la línea melódica de su voz, o no se preocupa por afinar, los coros son una mierda, etc. etc. Y además, acompaña Hangin' round como si fuera un catequista de campamento, como si fuera una canción hecha a base de brisitas de primavera al gusto más moña posible. Pero no hay que ser tan quisquilloso, por lo visto no. Lo que chirría en tus oídos es algo exclusivo: sólo tú, con tu experiencia, tienes el privilegio de ver mierda donde otros ven oro. Es algo parecido a la necesidad de apagar el cerebro para no molestar. Bueno, eran las doce, Mammonnio hacía rato ya que se había ido y la cosa empezaba a medio sonar. A casa.
Me había propuesto cenar abundantemente, pero se me pasó la hora de cierre de la tienda con el trabajo y no tenía nada en casa. ¿Cenar fuera? Es un coñazo aguantar gente, más si estás comiendo. Poco a poco adquieres las costumbres de un zorro solitario y temeroso de las multitudes. Comer gruñiendo y enseñando los dientes se antoja ahora como una consecuencia lógica. Al mediodía mi madre había vuelto a preocuparse por mi delgadez. Debo ir a comer con ella con más frecuencia. Al menos sabrá que almuerzo bien. El caso es que me había propuesto cenar bien esa noche, pero se me pasó por culpa de la grabación. No como bien. Habrá que solucionarlo.
Me llega un mensaje. Alba. No me llamas. No me escribes. No te preocupas por mí. Pues sí Alba, ni tampoco soy tu novio, ¿sabes? ¿estás loca? debes estarlo porque ni siquiera reconoces lo que tienes delante... No como bien, no me relaciono bien, ni siquiera siento bien. Ni siquiera siento, en general. No es personal. Da igual. No te lo creerás. Alba me manda a la mierda. Soy incapaz de sentir nada. No la veré más. Y sólo pienso en el alivio que supondrá no recibir más reproches, no sentir nada con toda la libertad de no sentir NADA.
Mi compi de piso me invita a salir a dar una vuelta con ella y su gente. Es viernes. Podría salir, hacer el indio. Pero no siento nada: ni siquiera ganas. Parece mejor enterrarse bajo un nórdico. ¿Conocer a más chicas? esa ilusión se antoja como ingenua. Pobres almas que creen en el amor, en el sexo o en los sentidos. Para mí no es que más animalidad sublimada, viene bien a veces, pero resulta en general muy caro de un modo u otro. No hay mística del sexo, sólo frustración, esquizofrenia y vulgares terminaciones nerviosas en los sexos. Todo lo demás es embriaguez superficial ante la certeza de la muerte. La muerte parece lo único novedoso, pero puestos a ello, puestos a morir, primero hay que vivir la vida con valentía- si no, esa pulsión suicida es cobardía disfrazada; si ya estás de vuelta de vivir, espera: la muerte está garantizada, no te la quitará nadie. Si todo te da ya igual, no debe preocuparte ser enteramente tú mismo ante el mundo, no hay consecuencias a las que temer si la idea de desaparecer no te quita ya el sueño. Si realmente te sientes listo y dispuesto a morir de verdad, estás listo por primera vez en tu vida para vivir la vida plenamente, en toda su intensidad.
Otro asco de mañana. Al abrir los ojos el silencio del amanecer se hace rotundo con su mudo mensaje. Tal vez sea eso lo que duele: el silencio es el mejor testimonio de una miseria profunda. Vuelves al mundo y el mundo calla. Abres los ojos en busca de un motivo, pero sólo obtienes el rumor sordo del planeta que gira ajeno a ti. Y se alarga el silencio, aguantas le respiración, y sigue, y al final rompes a respirar, y resulta extraño, frustrante. El silencio sigue. Hasta tu propia respiración quiere ser discreta. La luz entra entre las persianas y corro a levantarlas en busca del efecto anímico del sol, y ahí está. Fuera es primavera. Incluso estando al sol en un parque, sólo es primavera fuera. Y paso la primera mañana intentándolo, poniéndome al sol; se supone que eso ayuda. Luego me largo al estudio, repaso las mezclas, hago algunas correcciones. Vuelvo a ver los errores de Mammonnio, los míos. Ahora no parece que sean tantos. No es una grabación perfecta, pero valdrá para su cometido: buscar bolos. Llamo a Mammonnio. Está cerca, en un bar. Meto las mezclas en un pen-drive y salgo. "Está bien" pienso "es mediodía, comeré y seguirá dándome el sol". Comer mejor, dormir con orden, ponerse al sol. Pequeñas conductas beneficiosas para estados depresivos. Yo lo intento, tío. Hago lo que puedo, no paro de trabajar.
Me lo podría haber ahorrado: allí ni había ordenador. Por supuesto, tendré que sacar los CDs yo desde mi casa, también. Tomándome ya el café, me sorprende con nuevas historias.
- Creo que le das demasiado fuerte a la guitarra en Hangin' round.
Interesante, si parece que él pulsa las cuerdas con escobillas. Interesante, sobre todo, porque apenas la ha escuchado, dado que se largó enseguida mientras yo pasaba horas haciendo la mezcla. Siempre la misma historia, siempre suspicaz con respecto a mi volumen, a mi guitarra, a mi, como si fuera un rockero adolescente cuya majadería egocéntrica se sintiera amenazada.
- ¿Qué quieres que te diga?- le contesto- haberlo dicho ayer.
- No- continúa, creyendo que me pone entre la espada y la pared- es que creo que siempre lo haces así, y eso es un problema- y se queda con la mirada sobre mi, fijamente.
¿Tono de jefe? Vaya. No como bien, no sé querer, no siento bien, no pienso bien, no trabajo bien y ahora no toco bien, y no para mi, sino para él, además... Currando y currando y descubres que se creen que estás a su servicio esperando su aprobación. Ahí es donde descubres el abismo insondable que nos separa: no son capaces de ver la mierda ni en la música, ni en sus discursos. ¿Le repaso la lista de defectos por su parte? Parece que o bien renuncias a defenderte, o renuncias a mantener una compostura de dignidad. Intento pensar, pero este imbécil sigue presionando porque no ve más allá de la margarita que tiene por cerebro.
- Pero, es que lo siento así, ¿qué quieres que te diga?- insiste.
No pretenderá que me disculpe. Este tío se equivoca a la mínima que levanta la cabeza. Qué obvio, qué transparente, que simple se puede llegar a ser.
- ¡Mira, coge tu honestidad de MAMAHOSTIAS de manual y te la metes por el culo!
Y dicho y hecho, me largué. Las mezclas se quedaron en mi pen-drive. Por mi puede empezar a buscar a alguien que sea capaz de dominar ese repertorio, le meta los coros, le proporcione el local, las grabaciones, la producción y que además acompañe Hangin' round como si fuera un bambi maricón que acaricia margaritas. Me revienta cuando se pone en plan mariquita-criatura sensible que parece todo de algodón, que no tiene huesos... ¡A Guantánamo con él y todos los Plateros vocacionales de mierda!
Y él se quedó ahí, y sé que le parecí un loco. Por supuesto, logró que volviera a escuchar la grabación, y me reafirmé, la guitarra estaba bien. Ya lo había observado a él viéndolo actuar en solitario. Esa dulzura empalagosa que pretende hacer del tema algo insípido y sin entrañas sí que supone un problema.
Pero entre tanto sabio sobre la vida y las buenas costumbres, tanto consejo impertinente y, sobre todo, tanta afirmación en negativo, uno se pregunta por qué todos estos entendidos pierden tanto tiempo buscando defectos mientras tú eres el único que se expone a su juicio enfermo, más que nada porque ya estás muerto desde hace tiempo y sólo buscas, en realidad, entretenerte adornado la cripta con murales que los insulten.
Y, a pesar de estar muerto, resulta que eso que haces es mucho más de lo que cualquier falso-zombie de estos sería capaz de soñar realizar en toda su puta vida desperdiciada en un permanente estado de stand-by... ¿Suicidarse?
¿Y dejar a tanto tonto a gusto sin que nadie les recuerde de forma brutal e insensible que son caricaturas sobre caricaturas?
Como diría Fedor, eso bien vale una vida entera...
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