Admirar las líneas rectas,
mientras la vida se las da de peonza,
aunque sea mentira.
Ignorar una agonía que oscila
entre morir por inspirar,
y morir por expirar
-pero sí hablar de la rectitud
con el aire curvo de ese fuelle.
Y mientras el estómago pasea su aburrimiento
entre una náusea de jactancia
y una voracidad frustrada,
devorar con palabras
los manjares rectilíneos
con que se ensañan
los jugos gástricos del alma,
como pasatiempo.
Oscilar es eso,
o lo que es lo mismo...
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