Trataba mi habitación como si toda
ella fuera un armario, aunque mi trato con los armarios tampoco era
normal del todo. Era más una relación con una portería de
balonmano que otra cosa: tiraba las cosas dentro de ellos a
distancia, marcando un tanto con una chaqueta arrugada y hecha un
gurruño, o pantalones o sábanas. Las arrugas de la ropa no eran un
problema para mí tampoco, y el hecho de que esta actitud sacara de
quicio a mis amigas o colegas, le añadía un aliciente al asunto.
Pero lo de convertir en armario la habitación entera era toda una
novedad: llegaba a casa y delante de mis compañeras abría la puerta
con la habitación a oscuras, y despreocupadamente arrojaba a la
sombra la mochila, la ropa o lo que llevara, sin mirar dónde había
caído. Y ello no quedaba libre de complicaciones.
Había llegado a casa
tras diez días de ausencia para ducharme, cambiarme y largarme a una
fiesta con Esti y Andrea: tuve que entrar y encender la luz. Tenía
clasificada la ropa en montones por el suelo. Básicamente dos: ropa
sucia, ropa limpia. Mi puntería desde el quicio de la puerta a
oscuras no era del todo buena, y había prendas en tierra de nadie
que eran difíciles de clasificar. Encontré todo lo que necesitaba
excepto los calzoncillos. Todos estaban sucios menos un par, que no
tenían cinta elástica. Todo un problema, porque esa noche pretendía
llevarme a alguna incauta a mi morada y había que cuidar los
detalles. Me duché y luego me metí en el dormitorio a resolver el
problema.
Los malditos
calzoncillos se caían, no había manera. Tampoco daban de sí lo
suficiente como para hacer un nudo en el costado. Busqué aguja e
hilo de coser por la casa, pero no hallé nada. Entonces caí: tal
vez con una grapadora pudiera hacerlo. Sólo era cuestión de estirar
la prenda por la cintura y graparla en un costado, de manera que el
sobrante quedara colgando y ya no se cayeran. Tampoco había
grapadora en la casa. Trinqué el teléfono. Llamé a Esti, que era
quien vivía más cerca.
- ¡Estiii, necesito un
favor!
- ¿De qué se trata,
alimaña?
- ¿Tienes una
grapadora en casa?
-
¡Jajajajaajajajaajajajaja!
- ¿De qué te ríes?
- ¿Para qué la
necesitas?
- Es para grapar un
trabajo que tengo que presentar
-
¡¡Jajajajaajajajajajajajajajajajajaajjaajjajajaj!!
- ¿Qué pasa?
- ¿Un trabajo? ¿En la
universidad? ¿Tú?
- Pasa hasta en las
mejores familias
- Pero hoy es viernes,
¿te la llevo mañana o pasado?
- La necesito hoy
- ¡Mentiroso de
mierda! O me dices para qué la quieres o no te la dejo
- Te mereces todas las
hormigas, cucarachas y cortapichas que habitan tu casa
- Tú sigue, sigue, que
ya verás quién te va a prestar la grapadora
- Bueno, mira, ¿voy
para tu casa y luego pasamos a recoger a Andrea y nos vamos a la
fiesta?
- Vale, pero no te la
voy a dejar a no ser que me des una explicación creíble
¿Qué se le iba a
hacer? Esti es así. Ya inventaría algo por el camino. Me subí los
calzoncillos todo lo que pude. Entonces caí en que tal vez
sujetándolos con clips a la cintura de los vaqueros aguantaran sin
caerse hasta casa de Esti. Busqué clips. No había, pero encontré
unos papeles de Daniela y bueno... le pillé prestados un par de
ellos.
Parecía que
funcionaban, pero al llegar a la calle sentí cómo uno de ellos se
soltaba y caía rebotando y campanilleando hasta una alcantarilla.
Todo era cuestión de aguantar hasta llegar, sin moverse mucho.
Parado, tieso y firme me puse a esperar el tranvía, que llegó a los
pocos minutos. Ya dentro no encontré sitio donde sentarme, así que
me quedé de pie y me puse a mirar la ciudad por la ventanilla.
Entonces reparé en una chica muy linda que me observaba desde dos
metros. Me hice el interesante y me estiré un poco: grave error,
porque al hacerlo sentí cómo se soltaba el otro clip y lo vi caer a
media distancia entre la chica y yo, haciendo tilín. Ella vio el
clip. Los dos lo observábamos y nos mirábamos. Ella esperaba que yo
lo recogiera, como es lógico. Yo sentía cómo se me iban cayendo
los calzoncillos bajo los pantalones sin nada que lo impidiera.
Claro, la cosa no estaba para agacharse ni moverse nada. Estaba
petrificado como una estatua. Yo la miraba haciéndome el duro, en
plan “clips a mí, estoy harto de dejar clips por ahí tirados, es
mi forma de ser, lo tomas o lo dejas...”. Los calzoncillos ya se me
habían caído del todo, sujetos sólo por la entrepierna del
pantalón. Los tenía a la altura casi de las rodillas. Es difícil
hacerse el digno con los calzoncillos así. Al final ella se levantó
y me acercó el clip.
- Creo que se te ha
caído esto- me dijo amablemente al entregármelo.
- Es que dan buena
suerte- le contesté yo.
Llegué a mi parada y
me bajé con toda la naturalidad que pude, deseando que no se notaran
los pliegues al caminar. Llegué a casa de Esti. Abrió la puerta.
Tenía una expresión pícara que te cagas.
- ¿Para qué la
quieres?
- Jo, ¿de verdad te lo
tengo que contar?
- Es lo que hay,
¡muchacho!
- ¿Dónde está?- le
dije mirando por toda la casa.
- No-no-no-no-no...
¡Suelta por esa boquita!
En esto aparece su
madre, que llevaba unos días de visita por allí. No había caído
en ese detalle, se me había olvidado. Pongo mi sonrisa de póker.
- ¡Hola! ¿Qué tal?
- Ni qué tal ni
leches, ahora mismo nos cuentas lo de la grapadora, jajajajaja
- Ya, de tal palo...
Miro a Esti. Pone cara
de “ya no te quedan más huevos”.
- Bueno, pues es que
tengo unos calzoncillos sin goma que se me caen y que necesito grapar
para que no se me caigan.
Las dos empiezan a
descojonarse de mi sin ningún reparo ni pudor.
- Pero... ¿dónde
están?- dice Esti, casi sin poder respirar.
- Los llevo puestos
Las dos vuelven a
descojonarse más fuerte aún.
- Pero, entonces, no se
te caen, ¿no?- me dijo la madre.
Suspiré.
- Los llevo puestos; de
hecho, están a la altura de las rodillas, sujetos por la huevera de
los vaqueros, si no, los llevaría por los tobillos.
Estallaron en
carcajadas casi sin poder respirar. Esti se me acercó, me tocó una
rodilla, notó el bulto, y se tiró al suelo. Ya cuando se
recuperaron pude hablar.
- Bueno, ¿me dejas la
grapadora?
- Te puedo dejar unas
bragas, si quieres, jajajajajajaajajaj
- Pretendo ligar esta
noche, quedarme en bragas ante “ella” no creo que ayude.
Vuelven a estallar,
llorando.
- Bueno- me dice Esti
intentando respirar- te la dejo si me dejas hacerte una foto después-
y vuelven a empezar, madre e hija.
- Y una mierda
- Espera, que llamo a
Andrea, no se puede perder esto
- No, por favor...
- Anda toma- dice
alargándome una mierda de grapadora minúscula.
Me metí en el baño y
procedí a grapar los calzoncillos. Ahora parecía que funcionaba. El
aspecto dejaba mucho que desear. Bueno, pensé, si ligo me meto en el
baño y me los quito allí, y salgo en plan “sorpresa”. Al rato
llegó Andrea.
- Quiero verte con
“eso” puesto.
- Y los cojones
- ¡He venido hasta
aquí expresamente para eso!
- ¡Sí, y te hacemos
una foto!- dijo Esti.
- Sí- dijo Andrea- una
fotoo, por favor...
Se pasaron así todo el
rato, también en la fiesta. En cualquier caso, dio igual, no ligué
una puta mierda, pero de ahí en adelante fui más cuidadoso con
tener controlada la ropa limpia...
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