Le
acababan de llamar por teléfono. Era sábado y por lo tanto, al
parecer, era inconcebible que pretendiera quedarse en casa. No
importaba que hubiera salido bastante en las últimas semanas o que
incluso la víspera hubiera optado por no recluirse; se trataba de
la actitud, ahí estaba el problema, y ellos creían que
transportando su cuerpo por los lugares comunes de encuentro y
apareamiento eso cambiaría.
Él,
por su parte, llevaba un tiempo pensando en cosas que había leído
de filósofos escépticos sobre el camino de no retorno que ciertas
certezas llevan consigo. El sentido trágico de la caída en el
tiempo y, aún peor, la conciencia de esa tragedia, el vacío de los
instantes o del infinito; el sinsentido de tener un cuerpo y pasearlo
de aquí para allá para proveerse de alimento, agua y sensaciones
que lo adormezcan o lo narcoticen frente a ese sinsentido general. La
existencia se compone esencialmente de pasatiempos absurdos, entre
medias del aprovisionamiento necesario para mantener la maquinaria
vital en marcha, para seguir evitando aburrirse mediante el ejercicio
de la alucinación voluntaria. Órganos, extremidades, para caminar
hacia la comida y el agua que te posibiliten poder seguir caminando
hacia la comida y el agua. Y dormir para poder volver a empezar. No
basta con tener una conciencia del universo. Tienes que salir al
exterior para que tus ojos lo vean, trasladarte. Tienes que ir hacia
los paisajes, hacia las personas; incluso hacia el precipicio. Y caer
es trasladarse. Y chocar. Es todo demasiado imperfecto para una
conciencia que abarca tanto. Se fue a su dormitorio. Le volvieron a
salir por el chat.
-
Tío, no te quedes en casa, no seas tonto, vente, hemos quedado a las
once en el central
-
B=======D
Cerró
el chat. Había leído algunas cosas y visto varias series de
documentales sobre el cosmos y el sistema solar; por ejemplo, el
destino del planeta, independientemente de que nos lo carguemos
nosotros, no es muy halagüeño. La Tierra será engullida por el sol
transformado en gigante roja, todo esto si antes no destruye la vida
un meteorito pertinente, lo que estadísticamente es casi seguro, o
no se enfría el núcleo del planeta desapareciendo el campo
magnético y, de esta forma, quedar la superficie a merced de
temperaturas que aniquilarán la vida mientras los vientos solares
arrastrarán hasta hacer casi desaparecer la atmósfera, si no
eliminarla del todo, como postulan que sucedió en Marte. Así que,
tal como defienden los ecologistas, es malo cargarse nuestro hogar y
privar a las futuras generaciones de él, pero incluso si la especie
no se extinguiera y continuara su evolución, o bien aprendemos a
hacer agujeros de gusano pronto o nos iremos a tomar por culo
inexorablemente. Está muy bien cuidar el patrimonio histórico, pero
tarde o temprano se irá todo al carajo. Y siendo así, la
destrucción global de este hermoso paraíso en que vivimos dista
mucho de ser el pecado mortal que pintan los más religiosos
moralistas de la ecología, sino, en término absolutos, un breve
adelanto de lo inevitable. Se fue al baño. Ahora eran mensajes de
texto.
-
Sal, no seas maricona!
Ya
le empezó a resultar violento negarse tanto.
-
OOOk, allí estaré.
Empezó
a ducharse. ¿Y la luna? La luna se separa varios centímetros al año
de la Tierra. Los dinosaurios veían una luna notablemente más
grande que la nuestra y las mareas eran mucho más brutales. Cuando
esté demasiado lejos, no habrá mareas, la luna tal vez entrará en
órbita solar y dejará de estabilizar nuestro movimiento de
rotación, y el norte y sur geográficos dejarán de ser estables, la
Tierra girará caoticamente, los días y noches perderán su
regularidad, las estaciones se descojonarán. La vida será imposible
tal como la conocemos: ¿los agricultores se quejan del tiempo? Que
se preparen si es que sobrevivimos hasta entonces. En cualquier caso,
pensó mientras se ponía champú en la cabeza, a más corto plazo,
apenas unas décadas, el mar entrará triunfal en esta ciudad. ¿Cómo
pensar en jubilación alguna? Seremos refugiados hambrientos sin
hogar, seguramente. Los que pagan hipotecas son unos ingenuos por
partida doble: por el timo bancario y porque tendrán que entrar en
sus hogares con escafandra. Habrá guerras, se están estableciendo
tiranías, las sociedades se derrumban y el arreglo inmoral que
proponen los neoliberales es tan sólo un parche. Y mientras se
enjabonaba el cuerpo, repasó ese futuro que tantas veces había
entrevisto: él moriría de hambre, es lo más seguro, como tantos
millones más. Tal vez lo más razonable sería hacerlo con algo de
dignidad. Armarse, organizarse, luchar. Pero para ello es necesario
caer aún más bajo, que la gente alcance el grado necesario de
desesperación para ponerse en marcha. En algún lugar había leído
que para que estalle una revolución sólo es necesario que falte el
pan dos días. Y eso aún no ha pasado. De todas formas, sabía con
seguridad que es demasiado tarde, y lo lleva siendo desde hace ya
bastante tiempo, para ninguna salvación; la revolución se hará por
una mera cuestión de honor y luego se devorará a sí misma, como
siempre.
Mientras
se secaba, repasó algunas teorías sobre el destino del cosmos. El
tiempo transcurre porque el universo se expande. Cada segundo que
sentimos pasar es el tejido espacio temporal creciendo. Nos hacemos
más grandes, como todo lo que nos rodea. Por eso no percibimos la
expansión salvo en el paso del tiempo, al dilatarse. La interacción
de los cuerpos sólo sucede en una dimensión temporal en expansión.
Si no, todo sería un único instante detenido. Pasará la era
estelar, cada vez habrá menos hidrógeno. Las estrellas nuevas irán
siendo cada vez menos, las existentes envejecerán. Veremos un
universo poblado mayoritariamente por estrellas rojas y enanas
blancas, y agujeros negros, y oro procedente de supernovas. Luego,
oscuridad. Fin de la era estelar. Y tras un espacio de tiempo
inconmensurable sólo habrá neutrones solitarios a millones de años
luz unos de otros. Y la expansión se detendrá, sin vuelta atrás.
Un espacio semivacío sumido en un instante oscuro y eterno sin
dinamismo ni vida. Incluso la era estelar, en comparación con el
espacio de tiempo de oscuridad que nos separa de la detención total,
será apenas un accidente breve y anecdótico; y dentro de la era
estelar, los numerosos episodios de vida en distintos mundos apenas
representarán un milisegundo de milagro accidental y pasajero. La
vida es sólo un accidente breve y necesariamente finito. Regresó al
dormitorio a vestirse.
Tan
sólo la conciencia, como gran misterio, le dejaba preguntas. ¿Para
qué venir aquí sólo para comprobar que es la oscuridad el origen y
el final de todo? Pensar en “dónde”, con respecto a “qué”
existe este espacio incomprensible en el que nos expandimos en forma
de segundos, minutos, horas o milenios te da vértigo. Y al mirar a
tu alrededor ves que sólo hay mamíferos preocupados por nimiedades
sin trascendencia y, más básicamente, por aparearse y reproducirse
como si todo fuera eterno. Y qué mal casan la inteligencia y los
órganos sexuales, pensaba mientras elegía la camisa. Qué grandes
tragedias y cuantos sufrimientos nos han infligido el no poder
compatibilizar un alma propensa a tener un sentido de la justicia
frente al opuesto de la animalidad visceral, que sólo entiende de lo
que es posible o imposible. Da igual que esté mal moralmente: si tu
polla se encuentra en disposición de penetrar a esa amiga sexy de tu
novia, seguramente lo hará, porque puede hacerlo. Luego la mente
intentará dar sentido a algo que por naturaleza no lo tiene. Hará
juegos malabares, inventará sistemas morales supersofisticados para
poder convivir con ese hecho. Le buscará una interpretación, una
lógica, un sentido a ese acto cuando, de hecho, desde una
perspectiva global, el “sentido” no existe. Ya estaba vestido.
Salió a la calle.
Mientras
caminaba, pensaba en el absurdo de trasladarse, etc. Intentó pensar
en cosas más inmediatas. El amor se ha convertido en la religión
del Siglo XXI. En sus interminables paseos por las redes sociales
podía a diario constatar que la mayoría de las personas estaban
traumatizadas por la tragedia de tener un cerebro con una cierta
propensión hacia la moral y la ética, y unos genitales a la vez. Y
a esa combinación nefasta la llaman amor. Y el amor degenera en
traumas, en inseguridades, en crisis de personalidad, en depresiones
y en tragedias. Ves a diario frases y citas hechas por inermes
mentales que sirven para convencer a los abandonados de que en
realidad son cojonudos, que se arrepentirán de haberlos abandonado,
que les caerá un rayo divino y llorarán suplicando regresar porque
existe la justicia universal. Mentira. Lo que sucede sucede porque es
lo único que puede suceder en ese lugar e instante. La justicia no
existe fuera de eso; es eso, y punto. La justicia es la rebelión
humana frente a la arbitrariedad del todo. Cuando ves todas esas
tretas desesperadas por dar sentido a todo este absurdo te dan ganas
de joderles la marrana y decirles la verdad, que no es otra que la
mentira de sus aspiraciones. Que no les quieren. Que los han olvidado
y que es para siempre, y que, lejos de arrepentirse, se alegrarán de
hacerlo. Sin más epílogos, sin más esperanza. Y que en realidad
los seres humanos no son tan distintos los unos de los otros, y que
sólo una predisposición voluntaria hace posible que cualquiera sea sustituido por cualquiera. Que depender de la aprobación
psico-genital de otro es un signo de inmadurez emocional. Que nada
nos libra de la infelicidad y que no existen los salvadores. Que
debemos tomar apego a nuestra conciencia y aprovecharla y compartirla
siempre que sea posible, pero no a cualquier precio. Que el amor es
sólo reproducción disfrazada. Que nadie quiere desinteresadamente.
Que sólo somos individuos egoístas que aspiran siempre a más, y se
vuelven locos gradualmente hasta alcanzar el grado de obnubilación
alucinatoria que llaman ser feliz.
Por
otro lado están los paranoicos que creen que todo el mundo les odia,
les envidia y hablan a sus espaldas. Y llenan también las redes
sociales de mensajes dirigidos a esos enemigos velados que no dan la
cara, seguramente porque no existen y en realidad a nadie les importa
sus vidas supuestamente tan envidiadas; vidas tan cojonudas que
precisan de ese reclamo indirecto de atención. En general, las redes
sociales reflejan una población sumida en deseos superficiales,
traumas sin resolver y trastornos de personalidad de todo tipo. Un
mundo pirado, confuso, desorientado y obsesionado por el amor como
único absoluto, como aspiración suprema. De todo, menos mirar a la
realidad más inmediata. Cuando el hambre y la guerra les sorprendan,
¿qué harán? son demasiado enfermos y decadentes para suicidarse.
Llegaba
al lugar. Aquel día no quería ligar, ni mucho menos follar. Era un
coñazo la seducción. Había roto el juguete y, por no creer, ya no
se creía ni el deseo. Era un todo-lo-mismo que ya ni siquiera
engañaba a sus sentidos: podía ver la desesperación hasta en los
gestos más tiernos de cariño. Todo era demasiado transparente. No
había lugar para la ilusión. Se supone que eso era algo temporal:
él también estaba enfermo de desamor, no dejaba de ser alguien
unido a su tiempo y época. Fuera lo que fuera lo que sucediera, no
estaba en condiciones. Algo estaba roto en el mecanismo con que la
vida te la juega para perpetuarse inútilmente (al final nos tragará
el sol). Pero la vida es astuta, pensaba. Se las arreglará para
hacerte caer de nuevo, pero no hoy. Por el momento esa total
indolencia y autosuficiencia le daba una consciente ilusión de ser
intocable, y una oportunidad de ser él mismo sin necesitar fingir
para introducir el pene en una vagina y eyacular en ella. Todo se le
presentaba en un absurdo global sin puntos de referencia sólidos.
Al
llegar se encontró bastante dicharachero. Después de tanta
reflexión, hablar con personas le resultó refrescante. Le solía
chocar esa contradicción cuando sucedía, pero al fin y al cabo él
era humano también. Estuvieron un rato de cerveceo por allí y luego
se fueron a una disco pequeña que no estaba lejos. Eso ya le gustaba
menos: la música es una mierda en general en cualquier parte,
demasiado alta para charlar y el paisaje demasiado deprimente para
observar: gente desesperada buscando a gente igual de desesperada con
quien copular y tal vez crear una nueva paranoia de salvación mutua
que desembocará en un nuevo mar de frustración que descargar en
facebook mediante mensajes, citas e indirectas obvias. La gente
feliz, salvo excepciones, no suele tener mucha actividad en la red.
Al
llegar se encontró el panorama que esperaba. Gente vestida para
follar que disimulaba que quería follar mediante una entusiasta
apariencia de pasión por la vida social. Todos mirándose de reojo.
A él, que estaba en esa suerte de depresión en la que todo te la
suda bastante, le resultaba cómodo no fingir nada en absoluto, y
ello tenía como resultado un aspecto de no necesitar nada. Y claro,
chocaba en medio de gente que necesitaba de todo y que encontraba en
fingir no hacerlo, un arte. Mientras sus amigos bailaban, miraban de
reojo a las chicas, hablaban con algunas o entre ellos para fingir
ser muy interesantes y tener mucho que contar y no necesitar follar a
pesar de estar ahí tan bien peinados, él se iba apartando
gradualmente del grupo y buscando un lugar cómodo desde donde
reflexionar sobre otras cosas, tales como el momento histórico que vivía. Esa discoteca
acabaría bajo las aguas del mar y nadie parecía ser consciente de ello, a pesar de ser una certeza científica. Este momento se parecía al
hundimiento del Imperio Romano. Se avecinaba una segunda Edad Media.
Luego pasó directamente a mirar el reloj del móvil, chequear la
actividad social, y después aburrirse y cagarse en la lay antitabaco
que no permitía a los abúlicos como él ni el escape de hacer el
transcurso del tiempo más ameno fumando. Todos nos expandíamos
junto a nuestro tejido espacio-temporal sin darnos cuenta y lo único
que ello le proporcionaba era una sensación de vacío, hastío y
aburrimiento total.
Estaba
haciendo cuentas sobre el tiempo que debía quedarse de más dentro
de los límites de la educación cuando lo interrumpieron. Elevó la
cabeza. Era una chica que musitaba cosas que no entendía por la
mierda de música criminal con que el Dj se vengaba de su frustración
por no ser músico.
-
No te he entendido- le gritó al oído- la música está demasiado
alta.
La
observó: era una chica muy sexy, con un vestido muy ceñido y corto
de color negro, tenía el pelo liso y negro, un flequillo a la altura
de los ojos e iba bien maquillada con los labios, bonitos y carnosos,
muy rojos. Piel pálida, ojos grandes y una figura estupenda con un
escote generoso que ofrecía unas tetas que parecían ser muy bonitas
al desnudo. Y olía estupendamente.
-
¡Que si estás bien!-le gritó ella en la oreja.
-
No demasiado- le contestó- me aburro y la música es una mierda.
Se
iban alternando en gritarse al oído.
-
¿Y por qué estás aquí si no te gusta?- dijo ella.
-
Creo que no tengo personalidad en absoluto. Estaba pensando en salir
a fumar.
-
Ok, te acompaño, aquí no se puede hablar.
Se
volvió para hacer un gesto a sus amigos y entonces se dio cuenta de
que lo observaban desde hacía un rato. Los miró, se encogió de
hombros y les dijo mediante señales que salía fuera. Ellos no
respondieron, se limitaron a seguir mirando.
Fuera,
el cretino de la puerta los obligó a alejarse unos veinte metros.
-
Deberías ser policía nacional, tienes madera, lo que resulta
esencial para ser madero- le dijo al portero.
-
Ni te molestes en intentar volver a entrar, gilipollas- le respondió.
Ella prefirió no decir nada: sus amigas estaban dentro.
-
Bueno- dijo ella una vez lejos de la puerta- aquí al menos se puede
hablar.
-
Sí- respondió él- es un alivio, la verdad.
-
Es que te veía muy apartado, como fuera de sitio.
-
Y es verdad, no me apetecía salir, me insistieron mis amigos. Y este
sitio tampoco es que me vuelva loco, la verdad- dijo mientras se iba
liando un cigarro.
-
¿Me puedo fumar uno de los tuyos?- le preguntó.
-
Claro- dijo él, extendiéndole la cartera con el tabaco y todo lo
necesario. Ella lo miró un segundo a los ojos fijamente y sonrió
después. Tenía una sonrisa bonita.
-
Se me da fatal liarlos, ¿me lo podrías liar tú?
Él
ya conocía de sobra el capricho de algunas mujeres por que les hagan
cosas. Observan cómo lo haces, se fijan en tus dedos, en tu
reacción, y luego saborean el cigarro como si les fuera a dar alguna
pista sobre tu persona. A él le jodía tener que hacer dos, pero no
quiso ser maleducado y se prestó al juego. Era raro. La miraba, era
simpática y decidida, iba a por lo que quería y eso eran rasgos que
él valoraba mucho; sin embargo, empezaba a entrever otras cosas. En
el fondo de su mirada había una tristeza de una especie bien
conocida. A la vez, no podía evitar sentir una tremenda pereza por
entablar una conversación banal estándar, tener que explicar de
nuevo qué había estudiado, en qué consistía su trabajo. Lió el
cigarro en silencio con la esperanza de que su carácter introvertido
la aburriera. Le dio el primero y se puso a liar el segundo. En plena
labor ella le pidió fuego. Claro. Nunca tienen fuego. No sabía qué coño
le pasaba a todas las tías que nunca compran mecheros.
-
Espera un segundo que acabe-le dijo.
Una
vez liado el segundo, rebuscó en su bolsillo y le acercó el
mechero. Como era de esperar, ella dejó que sus manos rozaran
levemente las suyas al encender el cigarrillo y lo miró de soslayo
fugazmente, lo suficiente para analizar su reacción. Fumó
profundamente y expulsó el humo con fuerza y hacia un lado. Lo
miraba con mucha seguridad: sabía del poder de sus encantos, y con
una media sonrisa mezcla de simpatía y curiosidad. Él se encendió
el suyo y miró al suelo.
-
¿En qué pensabas?- le dijo directamente.
-
Puf- dijo él.
-
¿Prefieres que te pregunte a qué te dedicas?
-
No, no, odio eso.
-
¿Por qué?
-
Eso equivale a preguntarlo, ¿no crees?
-
Bueno, pero, ¿eres capaz de decirme en qué pensabas, o es que sólo
te hacías el interesante?
-
No seas borde, no estoy en la obligación ni de impresionarte ni de
estar a la altura de ninguna de las expectativas que hayas creado.
Las chicas como tú olvidáis eso fácilmente.
-
¿Como yo? Esto se pone interesante, ¿cómo soy yo?
-
Joder...
-
Joder, sí; contesta.
-
Bueno, seré honesto. Tienes miedo en tus ojos y dolor. Lo disfrazas
todo con tu imagen imponente, y haces bien porque así te va bien:
impones respeto a los hombres y se prestan a todos tus tests. Creo
que eres inteligente, a la vez insegura, te han hecho daño y eres
bastante sensible e intuitiva.
-
Hum...- dijo ella- ¿esto te funciona con todas las chicas?
-
No lo sé, estoy fuera de circulación.
-
¿Tienes novia?
-
Ni loco.
-
Ajá, la has tenido y acabas de romper, o al menos no hace mucho.
-
Ya te he dicho que eres intuitiva, no me lo tienes que demostrar.
-
Entonces, ¿en qué pensabas?
-
Te responderé si me prometes responderme tú luego a mi pregunta.
-
Prometido- dijo ella, ofreciéndole un apretón de manos.
-
Trato hecho- dijo él, sellando el pacto con el apretón. Tenía las
manos suaves y los dedos largos y estilizados. Las uñas largas y
pintadas de negro. Se miraron a los ojos, sonriendo, como si
descansaran para el siguiente round.
-
¿Y bien?- inquirió ella.
-
Pues estaba pensando en que todos los que están allí dentro actúan
como si Sevilla no fuera a ser tragada por el mar.
-
Venga ya...- dijo ella con incredulidad y decepción a partes
iguales.
-
Pues sí, lo siento.
-
Eso es mentira.
-
Yo nunca miento.
Ella
lo inspeccionó de nuevo con la mirada.
-
¿Y bien, tú qué me querías preguntar?
- Pues muy sencillo: ¿por qué te has fijado en mí?
-
Ya te lo he dicho, te veía apartado y mal.
-
Eso es mentira.
-
Eres listo, sabes que no lo es.
Se
hizo un silencio. Se miraban a los ojos. Sonreían. Miraban a un lado
y a otro.
-
Yo no voy a volver a entrar, tengo la excusa perfecta: no me dejan- dijo él.
-
¿Y qué vas a hacer?
-
Caminaré y seguramente al cabo de unos metros decida ir a casa y
tomarme un café, ponerme música y fumar hasta que me entre sueño.
O tal vez ver una peli o un documental.
-
Planazo- dijo ella.
-
Siento ser tan aburrido, pero es lo que hay.
-
No era sarcástico, chaval.
- ¿Te parece un planazo? no me molesta la compañía, puedes venir, pero no pienso follar contigo.
-
Eres tan insolente...- le dijo, y lo miró de arriba a abajo- ¿me lo prometes?
Él
le ofreció estrechar la mano. Ella la estrechó.
-
Prometido- dijo- lo has prometido chaval- añadió resaltándolo con
el dedo índice. Lo tomó del brazo y se pusieron a andar camino de
su casa.
Caminaron
en silencio todo el rato. Era raro. Tanta familiaridad y cercanía.
Él no podía evitar verlo todo con una lejanía de irrealidad. Su
aspecto no lo hipnotizaba, y si había alguien con esa capacidad en
el mundo, esa era ella. Algo estaba roto en él. Sólo quería compañía. Hablar. Todo lo demás no le interesaba, y eso era sin
duda grave con alguien así a su lado. Llegaron a la puerta. Ella lo
detuvo.
-
Si voy a entrar en tu casa sería interesante saber tu nombre, ¿no
crees?
-
No- respondió mientras abría la puerta- a la mierda los nombres- y
la abrió ofreciéndole pasar primero con modales exagerados,
extendiendo el brazo.
-
Hum... Capullo...
Entraron
en la casa y la llevó al dormitorio. Allí estaba el ordenador, los
altavoces, la cama y un sofá.
-
Ponte cómoda, navega si quieres, voy a ir haciendo el café, supongo
que quieres.
-
Sí- dijo ella mientras escudriñaba pistas sobre él en el orden de
la habitación, los posters, dibujos y cosas que colgaban de las
paredes.
Fue
haciendo el café en la cocina, preparando las tazas: le gustaba el
café en tazas grandes y bien cargado, y solo. Entonces cayó en que
no sabía si ella lo quería solo, con leche, con azúcar o tal vez
sacarina. Volvió a la habitación y se la encontró sólo con el
tanga y los ligueros puestos, reclinada toda sexy en la cama, mirándolo fijamente. “Oh,
no”, pensó, "esto no, ahora no". Efectivamente, tenia unas tetas preciosas en el peor momento de su vida.
-
Ehm... ¿el café lo quieres solo o con leche?- le dijo mirándola a
los ojos.
-
¿Qué?- dijo ella algo contrariada.
-
Solo o con leche; azúcar o sacarina; y cuánta.
-
¿Cómo?- dijo ya cabreada.
-
Creo que me has entendido perfectamente.
-
¿De verdad te has traído aquí a una tía como yo sólo para tomar
café?
-
Y para ver un docu sobre el futuro nefasto del cosmos. Siempre digo
la verdad. No estoy para juegos. Te lo dije y te lo prometí.
Ella
se incorporó y se sentó en la cama.
-
¿TU ERES MOÑA O QUÉ?
-
No; el café se va a enfriar.
-
Pero, ¿QUÉ COÑO TE PASA TÍO? ¿DE QUÉ VAS? ¡ME PODRÍA HABER
LARGADO CON CUALQUIERA DE ALLÍ, TE ELIJO A TI! ¿Y ME HACES ESTO?
-
Te lo dije, paso de las tías por el momento, haber elegido a otro.
-
¿Te gustan mas los tíos o qué?
-
No; ni siquiera entiendo por qué os gustan a vosotras.
-
Aún estás pillado con esa tía.
-
Mira, no tengo por qué contarte esto, pero me he acostado ya con
cinco desde entonces; no es eso. No estoy en condiciones, paso
demasiado de todo, de las otras cinco sólo una me habla, las demás
o ya lo estaban, o se volvieron locas.
-
¿Y QUÉ TENÍAN ESAS QUE NO TUVIERA YO? ¡¡MIRA, YO TAMBIÉN ESTOY
LOCA!!- dijo levantándose y gesticulando con las manos- ¿NO CREES
QUE DEBERÍAS SACAR ALGUNA CONCLUSIÓN?
-
¿Que estáis locas de todas formas, se os eche un polvo o no?
-
Mira- le dijo vistiéndose rápido toda enfurecida y nerviosa- pedazo
de moña, me voy a largar, ¡¡Y NI TE CREAS POR ASOMO QUE VOY A SER
AMIGA TUYA!!
-
Bueno...
Ella
se le quedó mirando un breve momento en que se podía sentir cómo
crecía su indignación e impotencia a la vez que el espacio-tiempo
se expandía.
-
¿¿CÓMO PUEDES PASAR DE TODO?? ¿¿SABES LO HUMILLADAS QUE HACES
SENTIR A LAS PERSONAS??
-
Sí
-
¡¡AAAARGH!!- gritó mientras salía de la habitación, cruzaba la
casa y se iba dando un tremendo portazo.
Él
se quedó un momento pensativo. La verdad es que no. Era mejor tomar
café. Fue a la cocina, tomó las dos tazas y se puso un documental
sobre otra teoría que hablaba de otro final estupendo del universo:
que el tejjido espacio-temporal se rompería alcanzado un límite de
manera análoga a como estalla un globo de goma cuando se infla
demasiado.
Tal
vez fuera él, y esa extraña curiosidad por ver hasta dónde puede
llegar la poesía de la gente. El caso es que no podía evitar no
sentir absolutamente nada en esa millonésima de millonésima de
millonésima de segundo cósmico que significaba su vida en medio de
este breve estallido de luz previo a una oscuridad eterna y sin
sentido...
…
…
…
..
..
..
.
.
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