Claro que nos refugiamos de la noche.
En altas y solitarias torres,
o enredados entre gruesas mantas,
esperamos en vela su transcurso
atentos al mensaje de su respiración,
pero desde el fortín seguro de la soledad...
La noche es mejor confidente
que acompañante...
¿Y por qué no nos desarmamos y nos dejamos
embriagar por su fluido de luces,
sombras, pestañas afiladas
y miradas ávidas de un alma cálida
desde donde esperar al alba?
Porque a pesar del vacío del vampiro,
sucumbimos inermes
cuando sus ojos de noche
nos preguntan:
¿Vienes?
...
...
...
..
..
..
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