Qué poco importa la identidad
una vez rebasada la infancia del alma...
Por fin descubres la prisión que te hiciste de mí:
la más profunda celda te acompaña
y te lastra por dentro
mientras te agotas de forzar sonrisas
que cada vez pesan más.
Pronto descubrirás también que nada se sabe,
que todo está en la mente y que el resto es tan mentira como ella.
Y si de entre las mentiras te rehiciste siete veces,
eres menos aún, apenas un soplo,
una bruma que casi no acierta a pronunciarse.
Justo como el amante que te habita y te desvive
en esa larga espera que te condena
y cuyos barrotes,
tú sola,
a diez falsedades sobre el suelo,
te inventaste...
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