Estaba de noche el mar en su lenta madrugada,
justo cuando el viento intimó consigo mismo;
las luces reflejaban un descanso de los ecos del bullicio
y entre las olas, al musitar su verdadero canto,
chispeaban entre susurros los espejos líquidos del agua.
Cuando respiré tras desahogar las cuerdas
de su aliento de sosiego y desahogo
que infla la madera y la templa como un eco
- ¿somos eso?- pensé.
¿Ecos y reflejos?
¿Ansia de silencio que se expresa con ruidos
que señalan a otro tiempo?
¿Y qué buscabas tú,
gato negro inesperado,
inocencia que espiaba desde el misterio de su mundo
mi baño profundo en mi propio mar oscuro?
Ahí estabas,
cercano y silencioso;
dolorido, sí,
carcomido por tus pulgas, tus miedos, tu soledad y tu hambre:
buscabas en el enigma de la música
mi enigma buscado en el mar,
como una interrogación sin esperanza...
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