Hay que ponerse serio. Es
dura la prueba, sin duda. Tarareo mentalmente el final de perfect
day: “you're going to rip just what you sow”- vas a cosechar sólo
lo que siembres. Me preguntó qué clase de veneno he estado
sembrando todo este tiempo: facebook está lleno de llamadas de
socorro de almas desesperadas, y yo no soy una excepción. Intento no
ser tan obvio pero da lo mismo. Cuadrados con recetas para la propia
desesperación llenan los estados de los usuarios. Todo parece
implorar algún signo de aprobación de dios, del mundo, o de Perico
de los Palotes. “Mis células están hartas de no ser acariciadas y
se vuelven locas” resume el sentir de nuestro inicio de siglo.
Intentos de convertir el dolor y la desgracia en marcas de
superioridad. Tretas de almas paranoicas que sospechan conspiraciones
a sus espaldas. Hay que ponerse serio: deja esas canciones por el
momento. Abandona todo lo que ahonda y engrandece el dolor porque te
estás consumiendo. Los porros apagaban cada día el mínimo
resquicio de felicidad que lograbas con tanto trabajo encender. Ahora
no hay refugio, el aire insípido me deja un sabor en la boca de
vacuidad: no estás haciendo nada tío, ponte las pilas. La libertad
es así, es seria. Serios son los lobos y los leones, los ciervos,
hasta los gatos adultos, y las coníferas sostienen su porte enorme
gracias a su seriedad. Qué clase de veneno he sembrado para que en
todos los niveles se materialicen mis peores pesadillas. Vivo en un
mundo aletargado que ya ni siquiera cree en la guillotina cuando le
escupen a la cara. You're going to rip just what you sow...
Bien, estoy roto por
dentro y no debo recrearme en ello, engrandecer los rasgos de las
heridas. Es mejor mirar al mundo, pero el mundo se ha vuelto loco, y
es desesperante buscar un hueco entre el exterior y mi alma donde
quepa lo poco que queda de mi. El mundo se está suicidando y tienes
que ponerte serio contigo mismo y tomarte con tesón la labor de
mantenerte íntegro a pesar del dolor y la soledad, no dejarte
arrastrar por la marea. Tu interior te traiciona y el exterior se
desmorona. Y se mueren Joaquín y Sergio. Joder Sergio: eras un tío
apuesto que llegaba siempre a la facultad con Silvia, esa chica
morena tan guapa, tan guapos los dos. Sergio, guitarra solista con tu
SG negra y ese estilo tan elegante y claro de tocar. El tiempo es una
mierda y se cebó contigo. Me pregunto que será de Silvia ahora.
Hace tanto que rompisteis, mucho antes de que todo esto empezara: la
enfermedad, la enfermedad del mundo, la enfermedad del desengaño que
ha manchado toda mi sangre. Me pregunto si te llora. Qué insolente
es la ignorancia. Porque tal vez existan los sentimientos nobles al
fin y al cabo. Lucho por seguir creyendo en ellos cuando ya está
perdida la batalla. ¿Existe nobleza en el alma humana? El paso del
tiempo nos avinagra como si fuéramos el peor de los vinos. No hay
otra: ponerse serio, trabajar, desenmascarar esta realidad de mierda.
Ya no quiero canciones felices, las quiero molestas. Ya no quiero
pintura serena, la quiero desgarrada. Y deseo con todas mis fuerzas
una literatura que lo incendie todo: todas mis conclusiones señalan
al fuego. Y para eso hay que ser muy serio. Ponerse serio. ¿Cómo
será, después del amor perdido, enterarte de la muerte de un alma
que durante tanto tiempo te iluminó el camino? Pienso en ello.
Pienso en Silvia. Casi lo adivino y lo siento: lo irremediable de los
ojos que se apagan para siempre. Fin de la historia. No habrá más
capítulos. Hago de Silvia un cuento, un libro. Y no me lo creo.
Seguro que el corazón de todos es de madera y chirría al latir.
Algo así es incapaz de nobleza alguna.
Aguantar como sea.
Aprender a vivir sin esperanza. Y no contentarse con aguantar. Tal
vez en ello resida todo. Si empiezas a felicitarte por tu entereza
olvidas alimentarla, y eso es lo peor. El lobo sale cada día a la
caza, serio y consciente, ocurra lo que ocurra, y muere siéndose fiel
siempre. La autocomplacencia, así como la lástima de sí mismo, son
dos formas de hacer historiografía con tu propia vida. O lo que es
lo mismo: caricaturizarse. Y la Historia se hace fuerte cuando cesa
el impulso vital; en ese momento, la Historia se imita a si misma y
solo quiere ver espejos. Maldito tiempo de vanidad en que me ahogo de
insolencia. ¿Tengo un corazón noble? Cada latido insolente me dice
que sí, y me ruborizo de vergüenza... El Nota aguanta... El Nota es
en el fondo un tío serio, de ahí su comicidad: hay que estar muy
tarado para ser noble en un mundo como este.
La muerte me pasa de
largo, sigue con su juego. Y la sociedad se muere, y muere el ser
humano que creí conocer, que la caracterizaba. Ahora sólo hay
imbéciles. La vileza me sorprende con cada conquista y hasta los
corazones resultaron ser espejismos. Pero aguanto. Joder si aguanto.
Joaquín estaba tan vivo la última vez que lo vi: aporreaba su lata
como si le fuera la vida en ello. Miraba con el enigma de los ojos
que te atraviesan y te ven en el fondo de tu alma. Joaquín sentía
escalofríos al darme la mano. En las mayores de las fiestas, cuando
todos estaban poseídos por el vino y cantaban y bailaban, a veces sucedía que yo, en
vez de participar, permanecía apartado a un lado, serio, y él se
acercaba y me decía “esto lo provocas tú, aunque no toques ni te
unas, hagas lo que hagas, lo provocas tú, hasta cruzado de brazos”.
Me miraba y me señalaba y añadía “Tú sabes que lo sé”. Me
daba la mano y se le llenaban de espanto los ojos y me tenía que
soltar. Me pregunto de qué habrá muerto Joaquín. Y en el fondo da
lo mismo. “Somos luz” me decía antes de largarse a seguir su
ronda con la lata. La nobleza de la franqueza. O dejarme seducir por
la tentación de dudar de todo. En cualquier caso, es luz. Ahora es
todo él luz.
El paso de los segundos
es doloroso, el aburrimiento sublima la certeza de la soledad, el
fuego fatuo de las drogas y el alcohol está ahí, pero aguanto- el
tiempo blanco frente al tiempo grumoso, ese que te cosquillea por el
cuerpo, mantienen su pulso en equilibrio. Los adictos somos así: la
realidad desnuda es insípida y nos gusta vestirla de gala, que se
sienta la sangre circular haciendo caricias y cosquillas. Pero debo
ser serio. Porque sólo este hastío de infertilidad será suficiente
para alimentar todo lo que tengo que hacer, sólo la certeza de no
tener más alternativa que actuar me dará las fuerzas y la
convicción para seguir recorriendo este absurdo camino.
Y entonces, cuando
comience a cumplir los desafíos, ¿me vanagloriaré a la vista de
todos? ¿tal vez seré distinto? ¿descubriré tener latidos de
madera que chirrían?
¿Y eso que más da?
Lo importante es
averiguar si una vez en lo alto, seguiré aburriéndome, si me atraerá
masturbarme con mis logros o por el contrario me encontraré con la
misma y quebrada alma de cuyos designios huyo. Porque tras las
mayores obras de esconden ambiciones modestas; la mía, recuperar la
intimidad con el mundo a través de mi yo perdido...
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