Iba camino de la cena por una avenida brillante, barnizada por las miles de gotas de aquella llovizna suave pero continuada que llevaba lavando la ciudad de su aire ocre de arena y albero. Había dejado de llover, como si el cielo hiciera una tregua para no dejarle excusa para no acudir. La lluvia, el frío, la sensación de vulnerabilidad, de ser incompleto, de estar a un soplido de la muerte. La debilidad como recuerdo de la finitud incomprensible de nuestras almas inabarcables (“cuando sea viejo estaré a merced de los elementos más aún que ahora”); la muerte como frío eterno, o aún peor, como una extensión infinita de la agonía, como la aporía de la liebre y la tortuga de Zenón. ¿Será morir una aproximación eterna a la muerte por los eslabones de la expiración? ¿Qué sentido tiene el propio espacio donde el universo se contiene a sí mismo? ¿Una oscuridad vacía sin referencia? ¿A qué coño viene todo esto, la existencia? Hubiera sido mejor no individualizarse nunca, esparcirse como un barniz de lluvia, como una película casi invisible, sobre todo el espacio, la materia y el tiempo. Nadie tiene malos recuerdos de antes de nacer. Simple extensión. La vida es una broma pesada.
Al terminar de cruzar la calle tropezó con el bordillo y casi se cayó de boca.
- Y ahí siguen las putas piedras, sin embargo- dijo en voz alta. Una vieja se le quedó mirando extrañada. Sería por la bufanda raída y los pelos. Ellas son así.
Al llegar estaban ya todos, buena gente, sana como un vaso de leche, e igualmente plana. Hablaban de la medicina homeopática. Que Maribel había empezado a ir a uno de esos médicos. Aparte de los otros naturistas, herboristeros y shamanes-gurús-cuentacuentos a los que era tan aficionada. A todo el mundo le encantaba el tema, y al final, inevitablemente, le preguntaron a él. Tal como se lo temía.
Era difícil para él, desde un punto de vista ético, discernir cuándo debía mentir y cuándo debía ser sincero, honesto. Por una parte, teniendo en cuenta el cuidado de la apariencia que los anfitriones mostraban (preguntas innecesarias, interés tan sólo aparente en los avatares de su vida- trabajo, carrera y demás cosas que ni a él mismo le importaban- una exhibición narcisista de modales, hogar y generosidad para una suerte de auto-balneario donde masajear su autoestima), resultaría nefasto para el cuadro que dijera lo que pensara; pero por otro, era un gesto de desconsideración para sus amigos el mentirles. Y, además, estaba harto de callarse sus opiniones por delicadeza con sus congéneres.
- La medicina homeopática no me asusta tanto como los que a ella acuden- comenzó- puesto que, si bien ésta tiene fundamentos sólidos, huele a medicina “alternativa” a las narices más estultas que militan en esa corriente irracionalista tan popular hoy día...
Algunos dejaron de comer, y todos lo empezaron a mirar algo incomodados. Él decidió no quitarse ni la bufanda ni el abrigo. Maribel afilaba su mirada de odio por momentos.
- Y es que- continuó- la emancipación de las clases obreras es un proceso con altibajos. La primera reacción tras romper las cadenas es la negación. Toda esta clase media surgida en el siglo pasado lleva aún tatuado el resentimiento social producto de siglos y siglos de explotación salvaje, y ahora, en lugar de empalar nobles o terratenientes, lo canalizan mediante la negación de todo lo que suene a burgués, a la vez que aspiran a ese modo de vida y comparten todos sus valores- trabajo, el mérito de la autoedificación y demás paridas decimonónicas- por eso, si bien desean la seguridad de una asistencia médica, al estar la medicina convencional tradicionalmente ejercida por burgueses y dirigida por investigaciones movidas por los mismos elementos e intereses, reniegan de ella, y en general de todo el conocimiento racional científico en beneficio de una nueva irracionalidad, que no es otra cosa que una materialización de sus miedos y supersticiones que ya denunciaban los ilustrados del siglo XVIII: la mentalidad de parroquia que posibilitó que permitieran bajo mandato divino que los condenaran a vivir en la miseria durante siglos, esa visión oscura y maniquea del mundo, sigue vigente mediante la figura de la “conspiración soterrada”, y sospechan todo tipo de maldades diabólicas de la medicina convencional. Esos padres que ahora no vacunan a sus hijos, y demás. Si bien siempre me enfrentaré a un gobierno que utilice los medios que ahora voy a mencionar, no puedo evitar pensar que a esos padres neuróticos e irresponsables (aparte de sumamente estúpidos) deberían aplicarles unas cuantas descargas eléctricas, a ver si salen de esa nube de reacciones endocrinas y son personas emancipadas intelectualmente de una vez.
Silencio.
Se levantó y salió de allí inmediatamente. La calle era ahora acogedora. Llevaba ya un rato deseando poder volver a sus reflexiones sobre la muerte. Le dolía haberles insultado, pero mentir también lo hubiera sido, aunque resultara más decorativo. Lo mejor hubiera sido no haberse individualizado nunca. Además, no hubiera soportado los comentarios sobre la textura de las patatas gallegas.
Sin embargo, en lugar de la muerte, empezó a pensar en el naranja de las puestas de sol de otoño, en la sensación de levitar que los escalofríos proporcionan, en la infinitud del instante de un beso.
Al terminar de cruzar la calle tropezó con el bordillo y casi se cayó de boca.
- Y ahí siguen las putas piedras, sin embargo- dijo en voz alta. Una vieja se le quedó mirando extrañada. Sería por la bufanda raída y los pelos. Ellas son así.
Al llegar estaban ya todos, buena gente, sana como un vaso de leche, e igualmente plana. Hablaban de la medicina homeopática. Que Maribel había empezado a ir a uno de esos médicos. Aparte de los otros naturistas, herboristeros y shamanes-gurús-cuentacuentos a los que era tan aficionada. A todo el mundo le encantaba el tema, y al final, inevitablemente, le preguntaron a él. Tal como se lo temía.
Era difícil para él, desde un punto de vista ético, discernir cuándo debía mentir y cuándo debía ser sincero, honesto. Por una parte, teniendo en cuenta el cuidado de la apariencia que los anfitriones mostraban (preguntas innecesarias, interés tan sólo aparente en los avatares de su vida- trabajo, carrera y demás cosas que ni a él mismo le importaban- una exhibición narcisista de modales, hogar y generosidad para una suerte de auto-balneario donde masajear su autoestima), resultaría nefasto para el cuadro que dijera lo que pensara; pero por otro, era un gesto de desconsideración para sus amigos el mentirles. Y, además, estaba harto de callarse sus opiniones por delicadeza con sus congéneres.
- La medicina homeopática no me asusta tanto como los que a ella acuden- comenzó- puesto que, si bien ésta tiene fundamentos sólidos, huele a medicina “alternativa” a las narices más estultas que militan en esa corriente irracionalista tan popular hoy día...
Algunos dejaron de comer, y todos lo empezaron a mirar algo incomodados. Él decidió no quitarse ni la bufanda ni el abrigo. Maribel afilaba su mirada de odio por momentos.
- Y es que- continuó- la emancipación de las clases obreras es un proceso con altibajos. La primera reacción tras romper las cadenas es la negación. Toda esta clase media surgida en el siglo pasado lleva aún tatuado el resentimiento social producto de siglos y siglos de explotación salvaje, y ahora, en lugar de empalar nobles o terratenientes, lo canalizan mediante la negación de todo lo que suene a burgués, a la vez que aspiran a ese modo de vida y comparten todos sus valores- trabajo, el mérito de la autoedificación y demás paridas decimonónicas- por eso, si bien desean la seguridad de una asistencia médica, al estar la medicina convencional tradicionalmente ejercida por burgueses y dirigida por investigaciones movidas por los mismos elementos e intereses, reniegan de ella, y en general de todo el conocimiento racional científico en beneficio de una nueva irracionalidad, que no es otra cosa que una materialización de sus miedos y supersticiones que ya denunciaban los ilustrados del siglo XVIII: la mentalidad de parroquia que posibilitó que permitieran bajo mandato divino que los condenaran a vivir en la miseria durante siglos, esa visión oscura y maniquea del mundo, sigue vigente mediante la figura de la “conspiración soterrada”, y sospechan todo tipo de maldades diabólicas de la medicina convencional. Esos padres que ahora no vacunan a sus hijos, y demás. Si bien siempre me enfrentaré a un gobierno que utilice los medios que ahora voy a mencionar, no puedo evitar pensar que a esos padres neuróticos e irresponsables (aparte de sumamente estúpidos) deberían aplicarles unas cuantas descargas eléctricas, a ver si salen de esa nube de reacciones endocrinas y son personas emancipadas intelectualmente de una vez.
Silencio.
Se levantó y salió de allí inmediatamente. La calle era ahora acogedora. Llevaba ya un rato deseando poder volver a sus reflexiones sobre la muerte. Le dolía haberles insultado, pero mentir también lo hubiera sido, aunque resultara más decorativo. Lo mejor hubiera sido no haberse individualizado nunca. Además, no hubiera soportado los comentarios sobre la textura de las patatas gallegas.
Sin embargo, en lugar de la muerte, empezó a pensar en el naranja de las puestas de sol de otoño, en la sensación de levitar que los escalofríos proporcionan, en la infinitud del instante de un beso.
2 comentarios:
Querido Kique,
La verdad es que has puesto muchas cosas buenas en un día, las he ido leyendo con calma, separadamente, y las he comentado separadamente. Pues bien, exceptuando la cita, que no cuenta, es quizás el fragmento de prosa de hoy más depurado. No tiene la gracia futurista del sarcasmo del ascensor, ni la fina sensación cuentística inicial de la sinfonía del siglo XVII redescubierta, pero tiene una sinceridad toda tuya. Es llamativo que no le hayas puesto nombre al personaje, pues habla como te gustaría hablar, o como quizás de verdad hablas en público (¡qué horror!¡qué vergüenza ajena! sí, pero ¡qué orgullo también!). El caso es que te pasas, con las salidas de electrocutar, que despistan (nadie aplaude al serial-killer), pero triunfas en tu disecación de las entrañas de los aquí presentes.
El caso es que la has tomado esta vez con la medicina homeopática, como la tomas con el islam, el cristianismo y el sentimiento olímpico, pero siempre dices lo mismo, y lo que hay que escuchar: ¡nos comportamos como idiotas para parecer buenos, o para parecer finos, y lo peor de todo es que nos lo creemos! Por lo tanto, me inclino, te felicito, y te aplaudo.
Pero por otro lado, tú mismo estás constantemente dejando caer las cuestiones fundamentales, y no rehúsas emplear palabras que dicen algo, que interpelan lo más grande. Piénsatelo.
Un abrazo,
Asís Juan.
No quiero hablar, estoy harta de tanta reinvención del sistema.
Me gustaria ser un chino profesional de taichí..."yo y la naturaleza"
por que aquí, con los nuevos monstruos de occidente estamos que nos perdemos y nos asustamos de nosotros mismos.
en fin no se lo que digo !me pierdo! !me pierdo!
me voy a cantar un rato...
Saludos,Pilar
Publicar un comentario