El pasado sábado estuve en la Alameda. Hubo una manifestación protestando por la brutalidad policial de los fines de semana. Llegaron frente a la comisaría y, una vez allí, protestaron y pitaron, pancarta al frente, y se disolvieron pacíficamente; eso sí, para dar sentido (y contenido) a la protesta, la gente se quedó por allí divirtiéndose. Pero todo muy ordenado y sin incidentes.
¿Sabéis? Por un lado entiendo la ley anti-botellón; la libertad funciona cuando no se abusa de ella, ciertamente. Mi generación, que fue la inventora de tan popular práctica, nunca llevó este pasatiempo a los extremos que veríamos en nuestros hermanos pequeños. Cuando yo iba a la facultad era impensable hacer botellonas allí, no porque no se pudiera, sino porque era excesivo- íbamos allí a estudiar; luego tuvieron que poner guardas en cada entrada para evitar que los estudiantes entraran con alcohol duro. Quiero decir que, si bien antes entrar con una litrona de vez en cuando no tenía importancia, la aglomeración de borrachos que se daría posteriormente obligó a cortar por lo sano con ello. En el resto de la ciudad la historia es más o menos la misma, y yo estuve de acuerdo con esa ley. La higiene y la salud de los vecinos de las zonas “calientes” debe estar por encima de todo lo demás.
Claro que cuando se trata de alcaldes como el nuestro, D. Alfredo Sánchez de Monteseirín, la cosa se desvirtuó enseguida. Se dio un ataque directo contra una forma de vida, contra un colectivo muy concreto con el pretexto de dicha ley, y además se oyeron argumentos que sólo se recordaban de la época del franquismo (ahora las reuniones se dispersan por imperativo policial). La Alameda de Hércules vio cómo no sólo se atacaba a aquellos que bebían en la calle, sino también por añadidura a los que estaban sentados en una terraza de un bar legal. Los establecimientos ya no ponen música a ningún volumen, dada la presión de las autoridades a ese respecto. Diríase que el alcalde quiere que la ciudad entera sea como los alrededores de un hospital, un lugar idóneo sólo para la tercera edad (pero con semáforos con sólo ocho segundos para cruzar), pero las cofradías tocan el tambor y las trompetas cuando les sale de los cojones. Ah, eso es tradición, es idiosincrasia, es de aquí. Entonces sí. Si las bombas nucleares fueran tradición sevillana tened por seguro que nuestro inepto alcalde apretaría el botón año tras año. Las agresiones policiales injustificadas se repiten fin de semana tras fin de semana. Es escandaloso que a un estado de carga policial semanal se le llame “orden”; es irresponsabilidad y, sobre todo, total y absoluta incompetencia de quienes gobiernan.
Y lo más divertido es que la plaza del Salvador, donde abundan las gallinas lugareñas y los imbéciles vestidos con el mismo traje sport del COI de hace veinte años (chaqueta azul marino cruzada, corbata roja), de los cuáles una amplia proporción son funcionarios o concejales del Ayuntamiento, persiste con su tradición de cerveza en la calle tanto al mediodía como por la noche- claro ahí no meten mano, pues la clientela son ellos mismos.
Con un alcalde prototipo de imbécil cebado por una protectora madre a base de magdalenas, que consideró al público del concierto de Madonna como “demasiado variopinto para Sevilla”, que lo único que sabe hacer es ponerse el traje (sport, COI, cruzado, corbata roja) para hacerle la cama a la iglesia, las cofradías y al chovinismo sevillano más reaccionario, tradicional (lo que en Sevilla equivale a caciquismo de pequeño-burgués agrario, o a catetismo a secas), aparte de la feria, el Rocío y todo lo que hieda a folclore popular (o lo que es lo mismo, por obra y gracia de los de arriba, a miseria, hambre, analfabetismo y picaresca), es normal que esto ocurra; las formas de vida alternativas que se proponen en la Alameda chocan con su proyecto de una Sevilla-reserva-espiritual-folclórica de España. Los mejores logros de su gestión (carril bici, por ejemplo) lo son de sus compañeros de Izquierda Unida; incluso el distrito de la Alameda lo lleva ese partido, con choques con la Alcaldía por los excesos represivos. ¿Es que tienen casas que vender en la zona y quieren revalorizarla?
En definitiva, con semejante imbécil, de esos que no ofrecen esperanza de recuperación para la inteligencia, de esos que a cada tapa de jamón con música de semana santa se le mueren millones de neuronas, esto es lo que nos espera: el ataque de la intransigencia cateta y ultraconservadora de esta ciudad.
Siempre suelo votar al PSOE, uno de los partidos socialistas de más tradición y antigüedad de Europa. Pero a ese imbécil yo no lo vuelvo a votar. No sé que hace en ese partido. Ni sé que hace ahí el partido en sí. En Sevilla, el PP es la extrema derecha, el PSOE el centro derecha y IU es la reserva radical de los desencantados enfermos de resentimientos de clase (lo que aquí es muy explicable). No hay izquierda competente en Sevilla. La mató Queipo de Llano (la Virgen de la Macarena sigue luciendo su fajín- el de un genocida).
En las próximas municipales votaré a Izquierda Unida, dentro de lo que cabe... lo prefiero.
Bueno, como os contaba, el sábado, al subir por C/ Calatrava, contento porque la policía no la hubiera liado esta vez, me encuentro siete furgonetas agrupadas en el puente de la Barqueta dispuestas a bajar. Al pasar junto a ellas un policía nacional le dijo a otro “ese chaval lleva porros seguro”.
“No lo sabes tú bien”, me dije.
Y hasta un cerebro.
A saco contra la Alameda.
Que no se note el odio hacia lo no-tradicional.
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http://www.abcdesevilla.es/20081019/sevilla-sevilla/policia-local-multa-cuatro-20081019.html
1 comentario:
Hola Kike,
Sigo muy bien tu post, y te digo que a distancia de Sevilla ya tengo quejas de ese alcalde, aunque sea por mis motivos. No pasa nada por votar IU a nivel municipal, pero entiendo tu desasosiego.
Un abrazo.
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