Palabras, palabras...
Esos ladrillos de la catedral
del corazón, vestido de domingo...
¿Qué son, sino veletas
de vientos inconstantes,
títeres que fingen tragedias
de gigantes,
oscilaciones de péndulos
que rompen la sincronía aparente
de los relojes?
Y sin embargo,
marcan con fuego
la realidad que simulan
con el calor de su equívoco...
Y sangran los corazones,
cruzan cauces de lágrimas
el calor rosado de las mejillas...
A pesar de la terquedad del sol
y las estrellas por ignorar
esa muerte del universo entero
que provoca,
a veces,
una palabra que se clava en el pecho...
Y sin embargo,
los poetas no dejan de ser peces
en una pecera.
Esa es la historia entera...
Satarra 2024: noche de aventura
Hace 4 semanas
1 comentario:
Kique,
Lo leí en Bufaladas, y veo que añades un último verso, que está bien, separa la voz de la verticalidad de "pecera", de su enclaustramiento. El poema es contenido en formas, pero con suficiente alcance.
En un poemario, elegiría ponerlo al final, o como intermedio entre dos grupos, como un paréntesis metapoético.
Saludos de nuevo, pez, enemigo y poeta con las botas puestas...
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