Había una simetría en la que
no cabían carencias o faltas.
La simetría de lo complementario,
los tesoros celebrados y compartidos,
la admiración de lo que sólo se siente reflejado
y se posee sin embargo como un milagro
de rasgos sorprendidos.
Para ser simétrico hay que ser grande,
tener planetas en los ojos
y ejercer una visión limpia de grilletes
y sombras de necesidad
- el simétrico es completo
en toda su correspondencia.
Y sin embargo,
qué falsa proporción la que oculta
un celo que compite contra su otra silueta,
qué espíritu tan terrestre es aquel
que desconfía de su media luna reflejada,
qué nadería de pálpito puede albergar
tamaño corazón pequeño,
donde sólo una mezquindad de acera cabe...
Y ese es el problema:
microscópica para mis ojos grandes,
tú tampoco puedes ya abarcarme
con esos iris tan pequeños y sucios...
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