Era tan fácil en la infancia
citarse en el presente,
cuando las luces del cine se encendían
y retornabas a una realidad
a la que regresar corriendo
Era fácil respirar el verano
entre sandías, cortinas
y persianas que se agitan
al fresco de una madrugada
donde sentías cómo giraba el mundo
Ese eco en la pared de cal,
el patio de faros de medianoche
donde lagartijas acechaban mosquitos que vivían presa de la luz
- la que iluminaba el eco de conversaciones
que se alargaban bajo
atentas estrellas
alegres por ser nuevas
Cuando los últimos rezagados
aún resistían al sueño entre sillones,
hamacas y cojines,
con ese aire perezoso de los gatos,
hasta que alguien apagaba las luces
para poder oír mejor
todo lo que no puede decirse...
Cuando se marchaban los mosquitos
y quedaba el lagarto solo en la pared,
a la espera de que saliera el sol,
y de un suspiro próximo a dormirse...
Ya nada de eso significa algo para mí:
al crecer aprendes que todo apego
se alimenta de un presente
que nada tiene que ofrecer
salvo marcharse...
Y como un maldito
que protege a los cándidos
de la inquietud que quema,
guarda la distancia
el que por quietud muere,
el que aprendió a perder,
el que aprendió a perderse...
...
...
...
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