lunes, 25 de febrero de 2013

La vitrina



Me pasan las olas y no consiguen perturbarme,
no me mecen ni un milímetro,
no hielan, no mojan, no arrastran...

El mar late a mi alrededor como si no estuviera allí,
¿la conciencia te hace inerte?
¿te saca de este mundo de manera prematura?

Me pasan las olas, me pasan los cuerpos y los besos,
como si no estuviera, como si mi cuerpo,
mis sentidos, mis latidos
ya no me pertenecieran....

Sentado en el sillón oscuro de mi mente
me pasa de largo una película que no logrará perturbarme,
que no me mecerá ni un milímetro,
que no me hará recuperar el cuerpo y los sentidos.

La vida, tras el cristal,
frente la vista preclara al otro lado
- ¿Qué nos hemos hecho
jugando al escondite del fuego?
Hemos desvelado los secretos y nos hemos cargado la partida...

Y me pasan las olas,
me sobrepasan,
no me mecen ni un milímetro,
no hielan, no mojan, no arrastran,
como una broma irreversible de vitrina...


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La emancipación de los ojos



Sé que es el sueño de mucha gente: lograr que el corazón y el cerebro vayan cada uno por su lado. Ignoran que ello equivale a descuartizar el alma. Tu cerebro piensa en cosas racionales, pero los ojos hacen lo que les da la gana. Estás partido en dos. En tres. En cuatro. Chopped de corazón. Emparedados de vida. Loncheadas las esperanzas con queso y pan integral. Y te comen, y no pasa nada: oyes sus estómagos en marcha para desmenuzar tus proteínas.

Sol, esperanzas, frío, olor a muerte, el ciclo, la música, sonreír mientras los ojos lloran porque van a su puta bola. Hay algo dentro que quiere ser, y quiere ser escuchado; pero hay algo fuera que estrangula el resultado de un trabajo que nunca debió hacerse- y ese soy yo, rotundo, iracundo, reclamando y denunciando, bastardo, parricida, blasfemo, hereje. Negar el tiempo, borrarlo con rabia, hacer que nunca hubiera transcurrido, desafiar al cosmos y escupirle a la cara con la dignidad del que ya no se engaña frente a la gran mentira; del que ya conoce bien al viejo embustero y no le tiene respeto alguno.

Te miro a los ojos, mundo, cosmos, dios... Y desprecio tu debilidad: ya no eres nadie, ya no me engañas. Lo que queda es un tiempo muerto que utilizaré para desenmascararte, cosmos, vida, mundo, fraude, absurdo de la existencia, sinsentido de todo- la sinfonía de esferas del universo es estúpida, una alucinación frente a la única verdad del frío, ¿y el espacio? Ja, ¿alguien se ha parado alguna vez a pensar en el espacio que contiene al universo? Entonces sabréis lo que es el vértigo. El espacio es absurdo, la existencia es absurda, comer es absurdo, sobrevivir es absurdo, orbitar es absurdo. Existir es la humillación del alma...

Sé que es el sueño de mucha gente lograr partirse en dos, y es cierto. Veo caretas con simas profundas en los ojos, veo sonrisas con llantos perdidos en una oscuridad inalcanzable. Personas partidas en dos, tres, cuatro.

Y me voy dividiendo, dejándome los brazos tras de mi, los dedos, las orejas, mientras mi boca se hace inerte y lloran mis ojos, que insisten mientras no los escucho; insisten mientras los niego y sonrío sólo para joder a un mundo absurdo y sin conciencia. Me emancipo de ti porque lo estabas esperando, viejo dios, ¿acaso no nos metimos en esto para jugar fuerte? Yo, al menos, así lo hice, y en lugar de respeto, te presento a mi infinita osadía. No tienes nada que ofrecerme, nada con que tentarme, yo veo. Y te veo. Y sabes que para maravillarme tengo que mirar yo primero, y en eso mando yo.

Porque yo nací para señalarte con el dedo, maldito impostor, aunque me trocees en mil porciones de conciencia resentida...

¿Acaso la conciencia no es también otra invención tuya? Juega a dividir si quieres. De nada sirve y lo sabes, viejo truhán de la nada...


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