jueves, 16 de diciembre de 2010

La dialéctica del gazpacho




Una de las consecuencias de la metriocracia es la consiguiente victoria de la lógica erróneamente formulada sobre la correcta (entiéndase formalmente correcta, que la verdad es otra cosa), en tanto que su comprensión implique un cierto grado de excelencia. Y el consenso general prefiere una versión más amena (o incluso ingeniosa, pero desde la estética) antes que abrazar posturas que se salgan de la media, aunque apunten mejores maneras. Ha llegado la tiranía de los metiócratas, donde lo visceral triunfa sobre lo racional (y esto representa el triunfo de las vanguardias históricas- todo empieza como una liberación, y acaba en tiranía).

Curioso, cómo ha degenerado también el sueño de la Ilustración. El hombre libre prefiere ser un imbécil cuya libertad, falsa, engañe a todos, con él incluido, siempre que la apariencia calme su terror ante la muerte por una suerte de sublimación delirante de la propia personalidad, que no es capaz de realizar nada y ve, sin embargo, toda la potencialidad del genio en esa inactividad (“mientras no se demuestre lo contrario...”). Por eso el arte es hoy más que nunca una impostura sin objeto. Y la filosofía, y la política.

Esto, que puede parecer trivial para algunos (o arrogante para la mayoría, como no podía ser de otra forma), ilustra a la perfección la tendencia vigente: una sociedad de estetócratas y metiócratas no puede sobrevivir ni por sí misma, ni mucho menos en solidaridad con otras sociedades que sí tienen en cuenta el momento histórico, la realidad y ejercen un pragmatismo responsable (para sus propios intereses, por supuesto).

Mientras aquí se prefieran los gazpachos multidisciplinares como forma de autopromoción, quedando en segundo plano la coherencia interna, la lógica formal y la veracidad de lo que se razona (más el abrazo nihilista al fraude retórico que demuestra que el estilo soviético ha triunfado), como forma de engaño general (y autoengaño, en particular), todo irá necesariamente a peor.

Hay tanta vanidad y tan pocos méritos, que esta sociedad se está autofagocitando mediante sus propios mitos: se niega la vitalidad, cediendo su lugar a fantasías publicitarias, cinematográficas e incluso literarias. El hombre occidental ya no se conforma con ir al cine; desea ese mundo en su realidad. De ahí la trascendencia de lo cotidiano, la sublimación de la circunstancia, todo engrandecido con los tintes masivamente aceptados de la autoconsideración dramática, tan ridícula y patética. Los trabajadores explotados quieren ser vistos como profesionales neuróticos al estilo de Ally McBeal, y se lo acaban creyendo: se disfrazan del personaje y hacen al papel a la perfección... pero cobrando una mierda, y siendo en su mayoría unos completos inútiles en sus respectivos campos.

Tanta ficción chirría, tanto como la crisis actual, que es sólo una consecuencia de la podredumbre moral e intelectual del metiócrata europeo. Las condiciones del Tratado de Maastrich abrieron la puerta al fraude empresarial institucionalizado en los Estados. Inflación, crecimiento interanual, deuda, fueron los índices elegidos por los metiócratas de Europa para calificar algo tan heterodoxo y complejo como es la economía de un país. Fue una chapuza total, como se ha demostrado ahora. Ni la economía de España valía una puta mierda, ni lo valía prácticamente ninguna de Europa, visto lo visto. Pero los numeritos del Tratado, esos sí que cuadraban. Y todos los gilipollas de entonces los miran ahora sin entender qué coño ha pasado.

Sencillamente, los gobiernos se engañaron a sí mismos creyendo que todo podía ser tan sencillo y tan matemáticamente medible; luego los gobiernos engañaron a los organismos europeos maquillando los datos de su economía para ajustarse a las condiciones; después los gobiernos se engañaron a sí mismos y a sus ciudadanos con su triunfalismo sin fundamento, y al final hasta el ciudadano medio era feliz sentado sobre su propia bomba con temporizador, bajo condiciones salariales inadmisibles, con la vida hipotecada a cambio de una vivienda que no valía ni la cuarta parte de su precio, y permitiendo que ciertos derechos hayan sido recortados paulatinamente con una sonrisa de pequeño-burgués en la boca. Y estos ciudadanos, de quienes lo mejor que podría decirse es que fueron unos cándidos inconscientes (lo peor me lo guardo), son paradójicamente los más soberbios, desde sus jaulas unipersonales de mierda y mentiras.

La mentira, el fraude dialéctico, la vanidad y la estupidez “quinomórfica” han dado forma a esta nueva realidad, que es un delirio colectivo donde los tontos mandan. Hoy es preferible morirse de hambre a aceptar la excelencia de nadie, y en eso estamos: seremos unos pordioseros vanidosos y sonrientes para cuando la realidad llegue en forma de hundimiento político total, y optaremos por no creer de nuevo lo que se presenta ante nuestro ojos, sumergidos en nuestros sueños de miras tan cortas...


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martes, 14 de diciembre de 2010

Hormigalas

En la senda,
una guerra.

La sombra del águila
dibuja espirales
con caricias de pluma por la arena.

Y en sus olas
cabalga el destello de la espada,
curvándose a su paso las cadenas.

Pero nadie repara
en el instante eterno
de la hormiga,

que sueña con blandir
el chispeo de sus alas...

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martes, 30 de noviembre de 2010

Quejas de pozos negros

Qué poca luz emites,
y qué costumbre más rara
la de ser alumbrado, que no nacido,
por el faro de otro.

¿Cómo se hace? ¿Cómo se necesita?

A veces escupes y brilla la saliva
como una parodia de estrella
- esos son tus truenos de maravilla;
de mes en mes,
o de año en año,
pares, que no alumbras,
cándidos flirteos con el polvo de una silla.

Descansa, siéntate,
estornuda tu alergia resignada.

Pero qué poca luz emites,
y cómo exiges caudales de rebaño
a quien chasquea con los dedos
los luceros de la poesía.

En tu pozo,
¿qué se siente?

¿Cómo se puede no emitir un sol
con el calor de la sangre encendida?

Sólo tú lo sabes,
gran misterio,
que reclamas tu imposible
como un salmo,
cuando nadie repara en tu pozo,
ni en tu fondo de lodo.

Poesía,
río que fluye con vida propia
con sólo abrirle el grifo...

Y tú,
impedido,
juegas con la sombra
con la esperanza de las viejas,
-penumbra de velas,
y plegarias susurradas entre líneas...

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miércoles, 10 de noviembre de 2010

Dream be my will

Pasar por la vida sin dejar rastro,
dejarla impoluta,
como si nada.

Algunos queremos vivir como fantasmas
y reinar en la muerte
como hermanos de dios.

Pero es mentira.

Lo que de verdad queremos
es lo que de verdad debe hacerse,
realizarse ,
de manera innecesaria,
diabólica,
antinatural...

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martes, 9 de noviembre de 2010

Delirium ab nauseam



La poesía da pocas alternativas; o te haces un funcionario de las relaciones institucionales, o te cobijas bajo una tienda de campaña política, o te dejas consumir en tu atemporalidad reclamada, aplastada por la temporalidad de los trenes que pasan sobre ti. O simplemente la abandonas.

Lo peor sucede cuando empiezas a entrever que entre líneas no hay nada, salvo el delirio, y aquellos que comercian con él son mentirosos, fantoches o vampiros. Ya no me interesan las flores, ni el tiempo, ni el viento ni las recreaciones alucinatorias en el amor, que de nada sirven salvo para avivar una llama en el oyente que ni siquiera el poema ha encendido. La poesía es un conjuro que sólo funciona con seguidores resignados de la magia, pero las palabras no dejan de ser meras etiquetas cuya opacidad impide alcanzar lo que es, de todas formas, inalcanzable. Congelar los sentimientos, el vértigo, eso sublime que se siente, esa reclamación de divinidad que no quiere ser olvidada tras la broma pesada de la muerte. La poesía es una mierda cuando se la compara con sus propias pretensiones. No, ya no creo en los poetas. El mar no es infinito y está lleno de petróleo, envases de agua mineral y basura. Que seamos, como me dijo el otro día Luis, conciencias hechas para la eternidad, es una nota del humor negro que tan bien maneja este cosmos al que le importa un carajo las estrellas.

Yo no la dejaré, como no se dejan otras cosas. A veces coloca, y está bien; otras veces resulta más divertido esgrimirla contra algún capullo. Pero no deja de ser un juguete. No quiero más lecciones ni reflexiones de la vida; prefiero a la vida en sí, para llevármela de recuerdo como único equipaje. Estoy harto de textos que vienen a decir siempre “aquí estamos, qué bonito”, u “os odio energúmenos” o “ved qué sentimientos tan originales tengo”. Ya no aplaudo cuando alguien enseña la polla, por pura desidia.

¿Y los juegos accesorios? Incluso no jugar se considera un movimiento estratégico. Dramas, despedidas, marchas... Yo sólo veo desesperación, torpeza en el uso de las herramientas y, sobre todo, un insano y aburrido delirio colectivo de los niños que están perdidos dentro de sí mismos...


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jueves, 30 de septiembre de 2010

El contrato social del Siglo XXI



Lo peor de los imbéciles no es que lo sean en sí, sino que su propia condición los hace, además, pertinaces en sus rasgos. Si tratas de explicarle a un gilipollas de premio en qué consiste su oscuridad, éste se defenderá, luego se lo pensará y, tras comprobar que efectivamente lo es, se dedicará con pasión a cultivar esos rasgos en plan industrial de manera desinteresada y para todo el mundo. Conclusión: se pierde el tiempo, cuando no se empeora la situación. La lógica no es su norma, sino el exabrupto, espontáneo, imprevisible y fresco como una coz en la mañana (y en los huevos).

Cuesta aceptar ese hecho y, al poco tiempo, ya estás intentando corregir lo incorregible.

Y puede que a mí también me hayan dicho que “tratar con memos es perder el tiempo en una labor solo válida para idiotas”, justito para que luego intente corregir a todos tronados de los que me he rodeado, así que probablemente tengo lo que me merezco. Pero hay otra cosa; las personas cambian, los tontos no. Y es cierto; y, si bien ello debería insuflarme un poco de alegría sádica mediante la recreación en la observación de la estulticia ajena, la verdad es que la desesperanza, las pulsiones genocidas y la impotencia ante el abismo insalvable me azotan con falsos rayos de esperanza por una imposible vía de comunicación.

Los tronados vocacionales no dudan; esa es otra característica: no dudan nunca porque no piensan, sólo segregan. El raciocinio sólo se da a posteriori, y en la mayoría de los casos la conclusión es volver a pasar por el mismo sitio donde se han pegado la hostia, como si pensar implicara una nueva y fulgurante especie de amnesia. Lo importante es lo endocrino, y si una hostia les proporciona un caos químico suficiente, se realizan. Lo importante es mantener el sistema hormonal en un permanente estado de alteración, como si en ello residiera el secreto sumo de la sofisticación, porque es su forma de sentir el tiempo. Los idiotas, además, consideran su carencia de conexiones neuronales como una especie de bendición. Confunden ese vasto vacío que intuyen en su interior con una puerta al misterio divino, cuando en realidad lo que hay es precisamente lo que no hay. El misticismo sin contenido, totalmente posado, y el juego de la profecía nunca pronunciada son sus armas sociales por excelencia. Al menos son capaces de una cierta mimesis y, si bien están intrigados, adoptan perfectamente el gesto del que sabe algo que los demás no saben, aunque nunca lo pronuncien. En cualquier caso, como no dudan nunca, ni siquiera se paran a pensarlo y, si alguien se lo soplara, no lo comprenderían y lo desdeñarían en tanto que difícil y, por tanto, no espontáneo, no apto para las masas, y sin lucecitas y pitidos, lo que es aún peor.

No sirve para nada, la verdad, intentar solucionar el embrollo. No sé si hay alienígenas, ángeles, dioses o destinos, pero gilipollas sí que los hay a puñados grandes, por todos lados, soltando su ponzoña a hectolitros mientras que nosotros, enfermos, callamos por humildad, por dudas, por educación o simplemente una pura y aburrida abulia ante un horizonte plagado de ellos y, al parecer, hecho a su medida.


¿Dónde está la letra pequeña del contrato?

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miércoles, 22 de septiembre de 2010

Atentado monedista

El aire,
que te rodea,
el aire.

Se hace puzzle, se enrosca y se tiñe de vela,
el aire.

Piezas como palabras que se enredan,
corrientes que hablan como descargas,
piezas de papel que se encaraman,
una a una,
por el viento flotante de la espada;

y que viva el aire,
y vívelo como es,
rebosante del naranja de esta tarde.

La tierra, el mar y los tejidos,
el oro, la embriaguez y las candelas;

tan sólo déjame a mí el aire,
resignada,
y yo lo injuriaré con mis teselas.

El aire,
que te rodea de bruma,
el aire;

el aire,
que me inflama
como un astro
tu atmósfera de luna,
el aire...

Como un conjuro,
haré la alquimia del color
allá donde sólo un todo cabe
y nada existe;

sólo el agua,
fría, transparente, incolora;
sólo el cielo y su mentiroso viento,
sólo el sueño y sus fraudes de promesas,

conforman mi reino de castillos en el aire,
-tu aire,
que te rodea,
el aire-,
y el conjuro,
la tormenta,
el calor
y la promesa,

se te presentan,
en la nada,
con todas las luces technicolor
de mi alma enferma,
como si de un proyector
se tratara...

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Mierda, o la inquietud



Camino esquivando mierdas de perro. Siempre el mismo recorrido, a la misma hora. Cuatro paredes, un suelo y un techo, y mucho ruido. La gente baila, o hace capoeira. Cuando paso saludo siempre, pero a veces me responden. Eso me inquieta.

Escribo esquivando mierdas de perro. Siempre el mismo recorrido, a la misma hora. Cuatro paredes, un suelo y un techo, y mucho papel blanco y palabras. La gente lee, o te pone a parir directamente. Cuando escribo saludo siempre, pero a veces me responden. Eso me inquieta.

Toco esquivando mierdas de perro. Siempre el mismo recorrido, a la misma hora. Cuatro paredes, un suelo y un techo, y un mástil largo lleno de trastes. La gente escucha, o te pone a parir directamente. Cuando toco saludo siempre, pero a veces me responden. Eso me inquieta.

Vivo esquivando mierdas de perro. Siempre el mismo recorrido, a la misma hora. Pero son seis los cielos, seis, como los toros de una tarde para turistas, los que hacen sus juegos de ilusionista.

Mi trabajo consiste en observar desde lejos cómo me cornean en sueños.


Eso me inquieta. Yo no soy torero de cielos. Los cielos no existen.


¿Qué es esto?


¿Qué es?

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jueves, 16 de septiembre de 2010

In the City

Limpieza, color blanco, silencio.

Ciudad, trajes, camisas blancas,
silencio.

Manos limpias, leyes,
guardias perfumados,
inactividad y olor a lejía,
silencio;

música relajante,
color blanco,
normas,
sonrisas complacidas,
silencio.

Máquinas en marcha,
humos controlados,
morales color blanco,
silencio.

Silencio en el hormiguero,
chanclas de residente,
y pies,
muchos pies,
perfumados,
color blanco,
aire de jabón,
y sobre todo,

nada,
la espera,
nada,
el silencio,
nada,
el color blanco,

y las llamas,
las llamas,
como sueños muy verdes,

las llamas verdes,
muy verdes,
y las bombas
que rompen el silencio atronador
que aprieta y aprieta
hasta que todo explote...

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El asesinato considerado como una de las bellas artes, y su correlación con la filosofía (de Thomas de Quincey)

No es de asombrar que se asesine a príncipes y estadistas. A menudo hay cambios muy importantes que dependen de sus muertes, y en la eminencia en que se encuentran se hallan particularmente expuestos a la mano de cualquier artista a quien anime el deseo de lograr un efecto escénico. Pero hay otra clase de asesinatos que ha prevalecido desde comienzos del siglo diecisiete y que sí me sorprende: me refiero al asesinato de filósofos. Señores, es un hecho que durante los dos últimos siglos todos los filósofos eminentes fueron asesinados o estuvieron muy cerca de ello, hasta tal punto que cuando un hombre se llame a sí mismo filósofo y no se haya atentado nunca contra su vida, podemos estar seguros de que no vale nada; por ejemplo, creo que una objeción insalvable a la filosofía de Locke (si acaso hiciera falta) es que, aunque el autor paseó su garganta por el mundo durante setenta y dos años, nadie condescendió nunca a cortársela. Como estos casos de filósofos no son muy conocidos y en general los tengo por interesantes y bien compuestos en sus detalles, procederé ahora a una digresión sobre el tema, cuyo principal objeto será mostrar mi propia erudición.

El primer gran filósofo del siglo diecisiete (si exceptuamos a Bacon y Galileo) fue Des Cartes, y si alguna vez se dijo de alguien que estuvo a punto de ser asesinado —a una pulgada del asesinato— habrá que decirlo de él. La historia es la siguiente, según la cuenta Baillet en su Viede M. Des Cartes, tomo I, págs. 102-3. En 1621, Des Cartes, que tenía unos veintiséis años, se hallaba como siempre viajando (pues era inquieto como una hiena) y al llegar al Elba, ya sea en Gluckstadt o en Hamburgo, tomó una embarcación para Friezland oriental. Nadie se ha enterado nunca de lo que podía buscar en Friezland oriental y tal vez él se hiciera la misma pregunta ya que, al llegar a dental, y siendo demasiado impaciente para tolerar cualquier demora alquiló una barca y contrató a unos cuantos marineros. Tan pronto habían salido al mar cuando hizo un agradable descubrimiento, a saber que se había encerrado en una guarida de asesinos. Se dio cuenta, dice M. Baillet, que su tripulación estaba formada por desscélérats, no aficionados, señores, como lo somos nosotros, sino profesionales cuya máxima ambición, por el momento, era degollarlo. La historia es demasiado amena para resumirla y a continuación la traduzco cuidadosamente del original francés de la biografía: “M. Des Cartes no tenía mas compañía que su criado, con quien conversaba en francés. Los marineros, creyendo que se trataba de un comerciante y no de un caballero, pensaron que llevaría dinero consigo y pronto llegaron a una decisión que no era en modo alguno ventajosa para su bolsa. Entre los ladrones de mar y los ladrones de bosques hay esta diferencia, que los últimos pueden perdonar la vida a sus víctimas sin peligro para ellos, en tanto que si los otros llevan a sus pasajeros a la costa corren grave peligro de ir a parar a la cárcel. La tripulación de M. Des Cartes tomó sus precauciones para evitar todo riesgo de esta naturaleza. Lo suponían un extranjero venido de lejos, sin relaciones en el país, se dijeron que nadie se daría el trabajo de averiguar su paradero cuando desapareciera (quand il viendroit a manquer). Piensen, señores, en estos perros de Friezland que hablan de un filósofo como si fuese una barrica de ron consignada a un barco de carga. “Notaron que era de carácter manso y paciente y, juzgándolo por la gentileza de su comportamiento y la cortesía de su trato, se imaginaron que debía ser un joven inexperimentado, sin situación ni raíces en la vida. No tuvieron empacho en discutir la cuestión en presencia suya por no creer que entendiese otro idioma además del que empleaba para hablar con su criado; como resultado de sus deliberaciones decidieron asesinarlo, arrojar sus restos al mar y dividirse el botín.”

Perdonen que me ría, caballeros, pero a decir verdad me río siempre que recuerdo esta historia, en la que hay dos cosas que me parecen muy cómicas. Unas de ellas es el miedo pánico de Des Cartes, a quien se le debieron poner los pelos de punta, como suele decirse, ante el pequeño drama de su propia muerte, funeral, herencia y administración de bienes. Pero hay otro aspecto que me parece aún más gracioso, y es que si los mastines de Friezland hubieran estado “a la altura”, no tendríamos filosofía cartesiana y, habida cuenta de la infinidad de libros que ésta ha producido, dejaré que cualquier respetable fabricante de baúles explique cómo nos hubiera ido sin ella.

Pero sigamos adelante: a pesar de su miedo cerval, Des Cartes demostró estar dispuesto a luchar y con ello intimidó a la canalla anticartesiana. “Viendo que no se trataba de una broma” —dice M. Baillet—, “M. Des Cartes se puso de pie de un salto, adoptó una expresión severa que estos miserables no le conocían y, dirigiéndose a ellos en su propio idioma, los amenazó con atravesarlos de parte a parte si se atrevían a ofenderlo en lo que fuera.” Sin duda para los viles rufianes hubiese sido un honor muy superior a sus méritos el quedar ensartados como pajaritos en una espada cartesiana, y me alegro que M. Des Cartes no cumpliera su amenaza, robándole así sus presas a la horca, sobre todo cuando pienso que, tras asesinar a la tripulación, no hubiera conseguido regresar a puerto: habría quedado navegando eternamente en el Zuyder Zee para que los marineros lo tomaran por el Holandés Volador que volvía a casa. “El valor que mostró M. Des Cartes —dice su biógrafo— obró como por arte de magia sobre los bribones. Lo súbito de la sorpresa los hundió en las más ciega consternación, por fortuna para él, y lo llevaron a su lugar de destino sin más molestias.”

Tal vez, caballeros, crean ustedes que, siguiendo el ejemplo del discurso de César a su pobre barquero —Caesarem vehis et fortunas ejus— M. Des Cartes no tenía sino que decir: “Perros, no podéis cortarme la garganta, pues lleváis a Des Cartes y a su filosofía”, después de lo cual ya podía desafiarlos a que hicieran lo que se les antojase. Un emperador alemán tuvo la misma idea una vez que le aconsejaron se retirase de la línea de fuego. “¡Vamos, hombre!” —respondió—. “¿Cuándo has oído que una bala de cañón haya matado a un emperador?” * No sabría qué contestar tratándose de emperadores, pero con mucho menos se ha exterminado a un filósofo, y no cabe duda alguna de que el próximo gran filósofo europeo fue asesinado. Me refiero a Spinoza.
Bien sé que la opinión más frecuente es que murió en su cama. Tal vez sea cierto, pero no quita que fuera asesinado. Lo probaré con un libro publicado en Bruselas en 1731, que lleva por título La vie de Spinoza, par M. Jean Colerus, y contiene muchas adiciones tomadas de una biografía que dejó en manuscrito un amigo del filósofo. Spinoza murió el 21 de febrero de 1677, cuando tenía poco más de cuarenta y cuatro años. Ya esto parece sospechoso, y M. Jean admite que cierta expresión usada en el manuscrito biográfico da a entender “que sa mort n’a pas été tout-a-fait naturelle”. Como vivió en Holanda, país húmedo y país de marineros, podría suponerse que bebió muchos grogs y sobre todo muchos ponches*, bebida que acababa de inventarse. Sin duda esto sería posible, pero lo cierto es que no fue así. M. Jean lo llama “extremement sobre en son boire et en son manger”. Y aunque circulaban algunas historias fantásticas sobre el uso que hacía del jugo de mandrágora (p.140) y del opio (p.144), ninguno de estos artículos figura en la cuenta de su boticario. Si vivía con tal sobriedad, ¿cómo es posible que falleciese de muerte natural a los cuarenta y cuatro años? Oigamos el relato de su biógrafo: “La mañana del domingo 21 de febrero, antes de que fuera hora de ir a la iglesia, Spinoza vino a la planta baja y conversó con el dueño y la dueña de la casa.”

Como ustedes ven, en este momento, a eso de la diez de la mañana del domingo, Spinoza estaba vivo y en buena salud. Parece sin embargo que había llamado a cierto médico “a quien” —dice el biógrafo— “sólo señalaré con estas dos letras: L.M.” Este L.M. dio instrucciones de comprar un “gallo viejo” y ponerlo a hervir para que Spinoza tomase un poco de caldo al mediodía; así se hizo y comió con buen apetito un poco del gallo viejo después que el dueño de casa y su mujer volvieron de la iglesia.

“Esa tarde, L.M. se quedó solo con Spinoza, pues la gente de casa regresó a la iglesia; al salir se enteraron, con gran sorpresa, que Spinoza había muerto a eso de las tres de la tarde, en presencia de L.M., quien ese mismo día partió para Amsterdam en la barca de la noche sin hacer ningún caso del extinto”, y probablemente sin hacer ningún caso del pago de su pequeña cuenta personal. “Seguramente omitió con más facilidad el cumplimiento de sus deberes por haberse apoderado de un ducado, una pequeña cantidad de plata así como de un cuchillo con mango de plata antes de desaparecer con el botín.” Como pueden ver, señores, el asesinato y la manera de cometerlo están muy claros. L.M asesinó a Spinoza para apoderarse de su dinero. El pobre Spinoza era flaco, débil e inválido; como no hubo rastros de sangre, lo más probable es que L.M se arrojase sobre él y lo ahogara con los almohadones —el pobre hombre ya estaría medio sofocado por la comida infernal. Tras masticar ese “gallo viejo”, que para mí es un gallo del siglo anterior, ¿en qué condiciones podía hallarse el pobre inválido para luchar con L.M.? Y a todo esto ¿quién era L.M.? Lindley Murria no puede ser, puesto que yo lo vi en York en 1825; además no creo que fuese capaz de hacer tal cosa; al menos no elegiría como víctima a un gramático colega suyo puesto que, como ustedes saben, Spinoza escribió una gramática hebrea muy respetable."
Hobbes no fue asesinado, nunca he logrado comprender cómo ni en virtud de qué principio. Ésta es una omisión capital de los profesionales del siglo diecisiete, pues a todas luces se trataba de un espléndido sujeto para el asesinato, salvo que era flaco y huesudo; por lo demás, puedo probar que tenía dinero y (lo cual es muy cómico) carecía de todo derecho a oponer la menor resistencia ya que, conforme a su propia tesis, el poder irresistible crea la más elevada especie de derecho, de modo que constituye rebelión, y de las más negras, el resistirse a ser asesinado cuando ante nosotros aparece una fuerza competente. No obstante, si bien no fue asesinado, me complace asegurarles que, según su propia cuenta, estuvo tres veces a punto de serlo, lo cual nos consuela. La primera fue durante la primavera de 1640, en que pretende haber repartido un pequeño manuscrito en defensa del rey contra el Parlamento. Este manuscrito, dicho sea de paso, no se encontró jamás pero Hobbes afirma que “si Su Majestad no hubiera disuelto el Parlamento” (en mayo) “lo habría puesto en peligro de muerte”. De nada valió disolver el Parlamento, pues en noviembre del mismo año se reunió el Parlamento Largo y Hobbes, temiendo por segunda vez ser asesinado, huyó a Francia. Esto se parece a la locura de John Dennis, quien creía que Luis XIV no haría nunca la paz con la reina Ana a menos que se le entregase (a él, es decir a Dennis) a la venganza francesa y hasta huyó de la costa, tan convencido estaba del peligro. En Francia, Hobbes logró defender bastante bien su garganta durante diez años, pero al cabo publicó el Leviathán en homenaje a Cromwell. El viejo cobarde empezó a morirse de miedo por tercera vez; imaginaba que las espadas de los caballeros se volvían contra él y recordaba la suerte de los embajadores del Parlamento en La Haya y Madrid. Tum dice de sí mismo en su vida, que está escrita en un latín para andar por casa:

“Tum venit in mentem mihi Dorislaus et Ascham; Tanquam proscripto terror ubique aderat”

Y en consecuencia corrió de vuelta a Inglaterra. Ahora bien, es innegable que el hombre merecía una paliza por haber escrito el Leviathán y otra dos o tres por perpetrar un pentámetro que acaba tan villanamente en “terror ubique aderat”, pero nadie pensó nunca que fuese digno de algo más que una paliza. Toda la historia es una pura invención suya. En una carta mentirosísima que escribió “a una persona ilustrada” (Wallis, el matemático) cuenta lo sucedido de manera completamente distinta y dice (p.8) que huyó a casa “porque no estaba seguro con el clero francés”, insinuando que podía ser asesinado a causa de su religión, lo cual en verdad hubiera sido algo de mucha risa: ¡Tom en la hoguera a causa de su religión!

Lo cierto es que, fueran o no tales historias simples exageraciones, Hobbes temió hasta el fin de sus días que alguien lo asesinase. Esto lo probaré con lo que voy a contarles; mi fuente no es un manuscrito, pero como si lo fuera (en las palabras del Sr. Coleridge) ya que se trata de un libro hoy enteramente olvidado: El Credo del Sr. Hobbes Examinado: en una Plática entre él y un Estudiante de Teología, que se publicó unos diez años antes de morir Hobbes. La obra es de autor anónimo pero la escribió Tensión, el mismo que unos treinta años más tarde sucedió a Tillotson como Arzobispo de Cantorbery. La anécdota que sirve de introducción es la siguiente: “un clérigo" (sin duda el propio Tensión) “solía visitar todos los años, durante un mes, las diversas regiones de la isla.” En una de estas excursiones (16709 llegó a Derbyshire y fue a un lugar llamado La Cumbre, en parte por la descripción que de él había hecho Hobbes. Como estaba en los alrededores no podía dejar de ir a Buxton, y al momento mismo de llegar tuvo la suerte de encontrarse con un grupo de caballeros que desmontaban a la puerta de la hostería, entre ellos un hombre alto y delgado que resultó ser el Sr. Hobbes, venido probablemente a caballo desde Chatsworth.* Al dar con una persona tan famosa lo menos que podía hacer un turista en busca de lo pintoresco era presentarse en su calidad de majadero. Por suerte para él, dos de los compañeros de Hobbes recibieron aviso de partir con toda urgencia, de modo que durante el resto de su estancia en Buxton tuvo a Leviathán enteramente para sí y le cupo el honor de empinar el codo en su compañía varias noches. Parece que en un primer momento Hobbes se mostró muy reservado, pues no le gustaban los clérigos, pero esto pasó pronto, se volvió muy sociable y divertido y convinieron en ir juntos a los baños. Cómo pudo Tensión triscar en la misma agua con el Leviathán es algo que no alcanzo a explicarme; así sucedió, sin embargo, y aunque Hobbes fuese más viejo que Matusalén, se pusieron a retozar como dos delfines, y “en los ratos en que no nadaba ni saltaban” (para zambullirse) “conversaron de muchas cosas relativas a los baños de los Antiguos y al origen de las Fuentes. Así pasaron una hora antes de salir del baño, y habiéndose secado y vestido se sentaron e esperar la cena que pudieran servirles en el lugar, con el propósito de refrescarse como los Deipnosophistae y más de seguir charlando que de beber mucho. Los interrumpió en sus inocentes intenciones el ruido de una pequeña disputa en la que durante un rato se enredaron algunos de los personajes más groseros que allí se hallaban. A esto el Sr. Hobbes se mostró muy preocupado, aunque se encontrase a cierta distancia de esas personas.” ¿y por qué se preocupaba, señores? Sin duda, piensan ustedes, por amor dulce y desinteresado de la paz, digno de un anciano y un filósofo. Escuchemos:

“Perdió la calma un buen rato y contó una o dos veces, como hablando consigo mismo en voz baja y en tono de recelo y hasta de ansiedad, la manera en que fue asesinado después de cenar Sexto Roscio, cerca de los Baños Palatinos. Esto recuerda el comentario de Cicerón sobre Epicuro el Ateo, cuando dice que, entre todos los hombres, era el que más temía lo que había despreciado: la muerte y los dioses”. ¡Tan sólo por ser hora de cenar y por hallarse cerca de los baños el Sr. Hobbes debía correr la suerte de Sexto Roscio! ¡Habían de asesinarlo por que Sexto Roscio fue asesinado! ¿Qué lógica hay en esto, como no sea para un hombre que siempre está soñando con el asesinato? Leviathán, que ya no tiene miedo de las dagas de los caballeros ingleses o del clero francés, se asusta “hasta perder la compostura” porque en una taberna de Derbyshire se pelean unos cuantos honrados destripaterrones a quienes su propia figura angulosa de espantapájaros, venida de otro siglo, hubiera vuelto locos de terror.

Les complacerá saber que Malebranche murió asesinado. El hombre que lo mató es muy conocido: el Obispo Berkeley. Todos saben la historia, aunque hasta ahora no se haya contado como es debido. Siendo muy joven Berkeley fue a París y visitó al Padre Malebranche. Lo encontró cocinando en su celda. Los cocineros siempre han sido”genus irritabile”; los autores aún más; Malebranche era ambas cosas; surgió una discusión; el viejo sacerdote, que ya tenía calor, se agitó mucho; las irritaciones culinarias y metafísicas se unieron para atacarle el hígado: cayó en cama y murió poco después. Tal es la versión más corriente de la historia y con ella “ se engañan los oídos de toda Dinamarca”. Lo cierto es que se acalló lo sucedido, por consideración a Berkeley quien (observa Pope, con justicia) tenía “todas las virtudes que existen bajo el cielo”. Berkeley, molesto ante la mala educación de l viejo francés, se puso en guardia; siguió un breve combate en el que Malebranche fue a parar al suelo en el primer round; esto le bajó los humos y tal vez se hubiera rendido, pero a Berkeley se le había subido la sangre a la cabeza e insistió en que el viejo francés retractara su doctrina de las Causas Ocasionales. La vanidad del hombre era demasiado grande para que accediera a tal petición y fue sacrificado al ardor de la juventud irlandesa y a su propia terquedad absurda.

Como Leibniz era en todo superior a Malebranche, cabría suponer a fortiori que fue asesinado y sin embargo no es así. Creo que este descuido lo indignó y que se sintió insultado por la seguridad con que transcurrían sus días. De otra manera no me explico que, al final de su vida, decidiera volverse muy avaro y acumulara grandes cantidades de oro, que guardaba en su propia casa. Esto ocurría en Viena, donde murió, y aún se conservan cartas suyas en las que se describe la infinita ansiedad que le inspiraba el mantener intacta la garganta. A pesar de ello, su ambición de ser por lo menos víctimas de un atentado era tan grande que no evitaba el peligro. Un pedagogo inglés fabricado en Birmingham ---el Dr.Parr--- adoptó en idénticas circunstancias un método más egoísta. Había amontonado gran cantidad de oro y plata, que durante un tiempo guardó en el dormitorio de su casa, en Hatton. Pero como cada día le daba más miedo que lo asesinaran ---lo cual, estaba seguro, no podría soportar, además de que nunca tuvo la menor pretensión en tal sentido--- transfirió sus bienes a casa del herrero de Hatton, pensando seguramente que para la salus reipublicae el asesinato de un herrero pesaría menos que el de un pedagogo. Sin embargo, sobre esto último se ha discutido mucho y ahora parece haber acuerdo general en que una herradura bien clavada vale por dos y un cuarto sermones del Hospital.*

Leibniz no fue asesinado, pero cabe decir que murió en parte de miedo a que lo asesinaran y en parte de despecho porque no lo asesinaban; Kant, en cambio ---que no manifestó ambición alguna a este respecto--- se salvó más estrechamente de morir asesinado que cualquier otra persona de quien tengamos noticia, con excepción de M. Des Cartes. ¡Tan absurda es la fortuna al repartir sus favores! Creo que la historia se cuenta en una biografía anónima de este gran hombre. En un tiempo, por razones de salud, Kant andaba unas seis millas diarias en le camino real. Esto llegó a oídos de alguien que tenía sus razones personales para cometer un asesinato y que se sentó en la tercera piedra miliar a partir de Konisberg a esperar a su “pretendido”. Kant llegó a la hora exacta, puntual como un coche de correo. De no mediar un accidente estuvo en el carácter escrupuloso y, como diría la señora Quickley, quisquilloso de la moralidad del asesino. Un viejo profesor, se dijo, estará abrumado de pecados. No así un niño. Pensando en esto se alejó de Kant en el momento crítico y poco después dio muerte a una criatura de cinco años. Tal es al menos la versión alemana de los acontecimientos. Mi opinión es que el asesino era un aficionado que comprendió lo poco que ganaría la causa del buen gusto con el asesinato de un metafísico viejo, árido y adusto que no le daría ninguna oportunidad de lucimiento, puesto que no era posible que una vez muerto se pareciese más a una momia de lo que ya se parecía en vida.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

Ilusiones de espejos

Todo se sueña reflejado,

y en realidad es todo tan opaco

que ni la oscuridad se libra

de absorberse entre sus propios poros negros...


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miércoles, 1 de septiembre de 2010

Los globos ausentes

Tengo una falsa cabeza,
y un ratón en la mano derecha
de las intenciones...

Un globo de helio sobre los hombros,
y un cuello que se estira
con figura de jirafa y amarra,
porque cuesta oponer tierra
a la contracorriente de las esferas.

Hacer-deshacer,
cortadme el cuello
y que se escapen los racimos de goma henchida
por el cielo;

hacer-deshacer,
te amo y no te amo
una y otra vez entre tus manos;

hacer-deshacer que te follo y no te follo,
click, click, click de aguja y punto de oro:
tejen las arañas los ciclos y los tiempos
en que estás y ya no estás, tesoro,
pero gobierno los trenes de los pulsos
y detengo el insulto de los segundos
con un aria de seda...

Mas tengo una falsa cabeza,
y un ratón en la mano derecha de las intenciones,
y el globo que se me escapa de los brazos mientras hablas,
como un emigrante de la estratosfera,
hace patrias de alucinaciones enteras...

Así que hago click,
y hago y deshago un destello
de tu mirada oscura,
de la cadencia de tu aroma en flor,
de la inercia de tu cintura,
y, sobre todo,
atrapo un instante entre hacer y deshacer,
entre el antes y el después
de esta extraña primavera...


... en que se me vuela la cabeza,
sola solita,
mientras me observas y me esperas...

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martes, 31 de agosto de 2010

Test

Vete a la calle y grita
"¡todos los poetas son vampiros!"


¿Los ves?

Son los que se sonríen
al oírte...



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lunes, 30 de agosto de 2010

Soltando lastre



Ensordecedor el rumor. Recuerdo cuando en la infancia aún creía en la amistad. Luego, navegar y navegar conllevó hacerse un especialista en despedidas, en reponer sus huecos y lugares con personas nuevas. Después, el intento de comprender; o sea, probar la amistad duradera, la nobleza de espíritu, los valores de la convivencia. Sólo por aprender; sólo por comprender. A veces, los estudios y experimentos traen consigo resultados inesperados.

El caso es que, tras diez años de trabajo y buenas intenciones, la conclusión es clara. Más vale navegar, levar anclas o soltar lastre para elevar el globo, sin duda alguna, y proseguir con esta vida que es un viaje de caras nuevas. No ha valido la pena detenerse, pero la lección ha sido buena, magistral, definitiva. Abrir brecha es una labor solitaria. Abrir brecha es un tatuaje del alma, y no hay aguja que alcance su piel cuando las cartas ya están echadas.

Ensordecedor el rumor de los anhelantes. ¿Qué se siente al renegar de uno mismo? ¿Qué clase de orgullo permite que alguien se rebaje al sueño de ser otro y, a la vez, desear a ese otro la peor de las existencias? Ay, el orgullo herido de los indignos, esa daga que quiere herir y no sabe dónde clavarse.

Abrir brecha, oír el ensordecedor rumor de los desesperados. Una muñeca, un clamor, un gesto y mil abrazos rotos. Adiós, amigos. Vivís una mentira. La amistad no existe; al menos, la vuestra no; o, más preciso, la mía ha muerto.

A donde voy no podéis seguirme, aunque gritéis y pataleéis. No es culpa mía. Echádsela al viento.


Es mejor que aprendáis a beber de vuestra propia fuente; si no, morid de sed si conserváis algo de orgullo, algo de dignidad. Para andar no os necesito ni os he necesitado nunca. Fue divertido, y en ello radicaba su utilidad.


Pero hace años que no, y no veo motivos para seguir con esta pantomima...

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martes, 24 de agosto de 2010

Buró-poetry

¿Hay que fichar?

¿Se recetan las fórmulas insurrectas?

Tienes un uniforme,
unas privaciones
y un lugar donde picar:
está tirado ser poeta;

tienes alguien a quién odiar,
unas causas que apoyar
y consignas que cantar en procesión de nemotecnias prepactadas;

hay quejas ya escritas,
modelos de discursos,
plantillas para programar toda una vida
y placeres de aranceles en este tour de la poesía
- de poeta a poeta, y tiro porque esta rima es mía.

Y la salva semántica de las palabras-parada,
de paso y pleitesía obligada,
es la aduana del artista
que busca entre los otros
un espejo algo más feo
donde calmar el ansia de su asfixia.

¿Dónde hay que fichar
para hacer de la vida un autobús,
un metro
o un pasillo?

Viajemos en los tours organizados,
los lacerantes del sigilo...

En tus países de los versos militares
entraré sin visado ni aranceles;
me colaré,
con mi faz sin papeles,
con mis versos sin licencia,
ilegal como los soplos de la tierra...

... y cuando busques tu reflejo
responderá una cara,
que no es tu cara,
con palabras distintas,
que no son tuyas,
mientras espera a que te atrevas
a realmente decir algo...

... pero sin pagarte nada...


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viernes, 20 de agosto de 2010

Nerón-inspiración

Con lo grande que es el cielo,
qué extraño que ningún viento
se lo lleve todo de un soplo...

Un caballo que no corre,
un toro que contrae los pitones,
una palabra escrita a medias sin trasfondo,
los poetas que cantan las recetas de su templo,
los compromisos que dibujan una inercia,
los gestos modelados con manos de sosiego...

Ellos parecen pedir fuego,
y yo, enfermo túnel,
tengo la mano predispuesta a la llama de Roma
hecha consuelo.

Con lo grande que es el cielo en el espacio...

¿A qué espera a fingir ser la tormenta?

Esperar,
ese gran invento con que se hizo absurdo el tiempo,
cadena tras cadena,
hoguera tras hoguera...


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miércoles, 18 de agosto de 2010

Cañería y émbolo

Nací entubado y mi mal lo es de desagüe...

Mi espalda es hueca y es de piedra,
recorrida por corrientes desecantes.

Cómo pesa el viento que silba mil vacíos,
tan ligeros,
que se escapa la vida cuando ellos
fluyen por mi ruta pertrechada...

Para colmar la tubería probé el fuego,
prendí aguas,
quemé arcillas modeladas,
congelé las arenas de las playas,
derramé la sangre como vino y como mar,
y como mar,
bailé con las tormentas
para embotellarlas en mi espina dorsal hueca...

Pero nací entubado y mi mal lo es de desagüe,
y ni la llama,
ni los jugos,
ni el limo ni las carnes
escaparon al drenaje del respiro...

Y miro,
y siento el paso del paisaje
que se pierde,
que se vierte,
que es tragado en remolino
entre mis vértebras...

Y las caras,
los lugares y los nombres:
todo cruza el aro para quedar inerte
y perderse en las cadenas...

Sólo un calor,
y sólo un color;
con una forma,
un sabor y una textura concreta...

Sé dónde está,
e igual que se me escapa,
burla corrientes,
vacíos y densidades.

Allí vivo yo:
donde nada se pliega
a la acción de la ventosa...

... por dentro,
desde lejos...

... solamente...

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Mystic Drive

El aire está eléctrico
cuando aparece el toldo del verano.

A veces,
cuando el antojo se hace trueno,
llena de tensión las distancias de los árboles...

¡Cómo se arquea entonces
la diana del estómago!

El aire cobra forma,
y el viento deambula por la boca
con una textura de mango...

El ozono eriza los aromas
como si el rayo engendrara barro,
y el ánimo flota entre estos mares
encrespados por la sal incandescente.

El aire está eléctrico,
me bailan los dedos de las manos...

Y me llueve el ánimo mojado de la tarde
cuando es vencido el sol
por las sombras azules del verano...

Camino,
mojado de agosto,
bajo la mágica visita del toldo inesperado,
y le devuelvo de mis ropas empapadas
mil notas de jugo de frescura,
agradecidas,

... y eléctricas...

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martes, 17 de agosto de 2010

Malabarismos revisited

Ahí van las palabras
como mazas enlazadas
-no pesan, no vuelan,
mienten al girar sobre sí mismas
sus fantasías de esquirlas de papel.

La muerte se asegura el éxito con cada nacimiento
-redescubrir lo eterno
con el tedio de lo efímero
entre ojos abiertos de inocencia.

Suben y bajan,
y los niños se hipnotizan a dos manos.

Abra-cadabra malabar-palabra...

El cerebro se ha hecho un casco de malla,
para sembrar flores de verbos y metralla...

Sóplame un poco de vida,
abra-palabra malabar-cadabra;
insúflame una buena mentira,
cadalso-cadabra,
candelabro de palabra;
agárrame esos ecos,
amarra las garras
y traza visiones de sangre y guirnaldas
a borbotones de vino...

pero sopla,
sóplate cometa tu escalera térmica de viento...

Y los futuros trapecios
donde se suicidan los sueños
confiados en la red
- que es de palabra-
son la piedra angular del tropiezo
humano perfecto.


¿Poesía?

Catapún de acróbata poeta
- los funámbulos hacen cola
para estrellar sus propios nombres
en letras de oro.

Dame tinta,
abra-cadabra calamar palabra,
y te daré otra mentira resobada y pringosa...

Y el tío-vivo de la amnesia
y su ficción de vida,
que no cesa en su tantra misterioso
-gira, da vueltas
y renombra de nuevo el mismo paisaje...

Estás muerta, poesía,
y los conjuros de los nuevos
poetas te despiertan
con el vudú de la osadía...

Pero eres un zombie, poesía,
un zombie de jazmín y lino
cuyo hedor de desencanto
exige amarte;

para aprender a oler tu muerte,
a no creerte,
a no sentirte,
a despreciarte y olvidarte
como una amante de formas eternas...

... que ya nada tiene que ofrecerte
entre sus piernas...



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viernes, 2 de julio de 2010

Acepciones

El que observa el vuelo
del paracaidista desde el suelo,
y no acierta a compartir
el vértigo protagonista;

ese que cree que sólo sus ojos ven,
y cuyo mirar patético le aburre...

Que se los arranque,
o busque un circo que le quiera deleitar,
que las caricias se viven,
y no se miran ni imaginan
desde fuera...


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lunes, 28 de junio de 2010

La dialéctica de la nada

Siempre hay un hoyo vestido de invisible,
que sin embargo existe,
bajo todo acontecimiento:
la sima sin fondo de lo humano.

Y hay conjeturas de mentes que se saben contrapuestas;
que hablan para sí,
aunque conscientes de las otras,
con el pretexto de la luz y de las sombras.

Hay siempre un hoyo oscuro,
y un intercambio de espadas.

Y se blanden respuestas a la medida de sus caras
-confundida esgrima que dibuja heridas
sobre espejos deformados.

El hoyo,
vacío y sin sustancia,
calla sin que nadie aprecie
la propuesta de su ejemplo incontestable...


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sábado, 19 de junio de 2010

Vérsigo

Tengo un globo lleno de arena.

Y los granos se cuentan unos a otros,
hipnotizados.


Hay un remolino de tiempo que se lo traga todo,
justo en la boca de mi estómago.



Tengo un globo lleno de arena,
y se me encorva el alma,
con el peso.


Es raro,
caminar erguido sin mirar con ella.


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viernes, 4 de junio de 2010

Supervivencia

Como un ave laboriosa,
estampo sombras desde el aire
- y tú buscas viñetas de cómics
entre secretos de siluetas.

Te confieso: el sol entrometido
suplantó a la luna;
pregúntale a él,
que yo no he sido.

Voy trenzando lo que encuentro
para darle forma al nido
- que es la forma,
y no el sentido,
lo que sacia tus ojos demandantes,
para largarte luego.

Como un ave laboriosa
que respira soledades clandestinas
- justo cuando te marchas,
cuando acabas la ronda
y duermes seguro
entre hojas de hábitos cumplidos.

Y ahora confieso: soy yo,
el ave que canta,
el murmullo que hace trizas
tu sueño profundo de conciencias congeladas.

Pero,
como ave laboriosa,
tampoco es mi labor
armar tu insomnio.

Tu problema es el oído,
y a mí me salen sombras chinescas
con el vuelo y el sol del que te quejas
- pregunta al sol,
que yo no te interpuse las orejas.

Y eso no es todo.

En el fondo,
mi trabajo secreto es otro;

mi gorjeo nocturno es el descanso
para sobrevivirme luego,
arrasado por un tacto
que lo contiene todo...

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lunes, 24 de mayo de 2010

A los nostálgicos

No era tan grande la llama. Una llama de verdad habría quemado todo esto.

Yo, en realidad, entonces, estaba demasiado ocupado con el presente y el futuro. En eso consiste seguir vivo.

Otros, se sientan a la sombra de los nichos y las lápidas y se consuelan con lo GRANDE que fue todo aquello, decididos a esperar sin más la última misiva. Vivir mirando al pasado es una contradicción purulenta; poesía de la podredumbre de los cadáveres.

Versos que firman el acta de defunción. Párrafos que propagan los vicios que denunciaban y se juraron erradicar. Los pobres de entonces y los pobres de ahora. Un ancla sin barco, unos brazos doloridos y una incomprensión absorta del desierto.


Pero no hubo ninguna hoguera. De haberla habido, habría quemado todo esto. La llama ni siquiera existió.


Que el fuego se alimenta de alientos vivos, y los celos codiciosos sólo aspiran sin expirar nada a cambio, y sus bocas y sus verbos dudosos están ahogados y muertos en algún pasaje reinventado de un pasado incierto. Y en esas yermas tierras no hay combustible para el fuego, y los muertos ni como fuelles sirven.




Ah, ingenuos marineros, a quienes se les ocurrió la labriega idea de merecer un pago y una recompensa por sus charlas sobre la nada... Seguid arando, hacia atrás; nunca traspaséis las lindes que confundisteis con sueños. Arad poesía, arad sin semilla y lamentad la falta de frutos.

Un tractor no es un barco.

La llanura no es el mar.

El mar no existe,
no probéis esa droga
o acabareis escupiendo sal.

Todo es mucho más simple e inalcanzable.

Al horizonte sólo se le encara de frente,

sólo de frente,

sin vacilaciones pretéritas ni el peso muerto de los cadáveres andantes...

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miércoles, 19 de mayo de 2010

Silencio, silencio,
que el silencio es la potencialidad del todo
y las palabras sesgan y limitan su infinito.

Palabras, palabras...

ládralas como atajos,
pliégalas,
trénzalas,
emborráchate de ellas
hasta ocultar a tu dolor
tu artificio de aspirina;

trenza versos y
hazte una silla,
una estantería
o un sombrero.

Entretente,
adicto a los pasatiempos,
créete tus cuentos,
y sueña con que el vértigo de tus colores
abandone la cárcel de los verbos.

Puedes hacer lo que quieras,
puedes trenzarte una silla,
sentarte y esperar la queja.

Engáñate, poeta,
con la gloria de la tragedia
o el regusto de tus propios azotes solitarios;

o acéptalo y calla,
o agita derrotado por las calles
una bandera blanca con llamas
en los costados negros.

En cualquier caso,
no reclames nada.

Que agito verbos,
que hago interferencias
o suavizo el viento con la palma de las manos;
eso da igual,
ingenuo velero,
ya que hasta el mar es mentira.

Tú no estás aquí,
ni lo estarás nunca...

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martes, 18 de mayo de 2010

Cuando no se piensa en ellos

- ¿En qué piensas?
- No te interesa, de verdad.
- Venga ya, estás todo el día reflexivo y ausente, será interesante, ¿no?
- No.
- Venga, hombre, no seas así.
- No te interesa.


(...)


- ¿Ves? Sigues dándole vueltas a lo mismo.
- ¿Y tú qué sabes?
- Lo veo.
- No ves nada.
- ¿Qué quieres que haga?
- Lo que harás.
- Pues, ¿entonces?
- Está bien; me apetece tu reacción. “Pienso en el ADN”.
- ¡Venga ya, eso es mentira!
- Sí, pienso en su estructura como un fractal.
- ¿Qué?
- Te lo diré con una especie de refrán: “si quieres conocer el universo, investiga un grano de arena”.
- Estás fatal, creo que me voy a marchar.
- Te lo dije. Pero adiós, y gracias.
- Puff... Adiós.



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lunes, 17 de mayo de 2010

Pinball Wizard



Me he estado informando sobre la teoría de las cuerdas, últimamente. La verdad es que el tema de la undécima dimensión me ha dejado bastante pensativo. Según la teoría, en la undécima dimensión se encuentran todos los universos existentes (es decir, hay más de uno). Sobre su número hay todo tipo de especulaciones, pero la que más se adecua a mis propósitos es la que afirma que el número de universos es infinito, y estos se están creando y destruyendo continuamente, por choques y fisuras (según esta teoría, ese es el origen de nuestro Big Bang: un choque entre dos universos que da como resultado el nacimiento de un tercero). Pero la undécima dimensión no está lejos ni es inalcanzable, sino que posiblemente la tengamos a apenas un milímetro de distancia, imperceptible y sin interactuar con nosotros. La única evidencia de su presencia estaría en la debilidad de la fuerza de la gravedad, la más débil de todas las fuerzas de la física tal como se nos manifiesta: su debilidad se debería, según esto, a que se diluye por todos los universos paralelos, convirtiéndose en el único puente existente entre dichos cosmos.

El caso es que, al tratarse de un número infinito de universos, es necesaria la concordancia de contrarios; es decir, que si en este universo bebo café, habrá otro en que lo vomite, y lo mismo para todo fenómeno de cambio; incluso el nacimiento de este cosmos tendría como correlato la destrucción de su gemelo. Extrapolado a la totalidad de universos existentes, existidos y por existir, el cambio total sería igual a cero. Es decir, que el cambio no existe y Parménides tendría razón: el total es uno, completo, perfecto e inmutable, aunque en este caso ese total se refiera a la totalidad infinita de universos.

La existencia del resto de las dimensiones resulta incomprensible sólo en parte. Si fuéramos todos ciegos, sin ninguna experiencia sensual de la visión, nadie nos podría explicar qué es la luz o una imagen sin dejarnos absortos y confusos. De la luz sólo tendríamos noticias por el calor, y explicar que hay calor rojo o verde tendría sentido matemáticamente, pero conceptualmente nos quedaríamos a rayas; lo más probable es que habláramos de frecuencias electromagnéticas y ni nos planteáramos siquiera el concepto de color.

Lo mismo pasa con las restantes dimensiones, las que van más allá de las tres espaciales y la del tiempo: para comprenderlas, sería necesaria una experiencia sensorial para la que carecemos de hardware biológico. Cómo hacer un hardware para “ver” algo que no se comprende sería otra cuestión. ¿Acaso sólo por “ver” somos realmente capaces de comprender lo que es una imagen o la luz? La vemos y punto, pero tampoco la comprendemos; sólo la medimos (y la escala del metro, por así decirlo, es una imagen también). Parece que nos entretenemos en contar remolinos pero no sabemos ni por asomo a qué se debe la corriente ni qué es el agua que la conforma.

Por ello, según esta teoría, yo puedo morir en este universo pero seguir viviendo en los restantes. Recuerdo cuando leí el “Tratado sobre la visión de fantasmas”, de Schopenhauer, donde afirmaba que en determinados estados de conciencia, como el sueño o sus inmediaciones, o las experiencias de sonambulismo, se tenía acceso a una forma distinta de experiencia sensorial, válida para Schopenhauer. Muchas de las visiones de fantasmas podrían deberse a una percepción accidental de la undécima dimensión, si la teoría fuera cierta; una percepción de la persona muerta y viva en cualquiera de los restantes universos paralelos. Quedaría zanjado el asunto de la vida después de la muerte: no la hay. El fantasma también morirá en su universo particular.

El problema reside en la identidad: estoy aquí, pero si existo en otros universos no soy yo, como sujeto. Aunque haya miles de Kiques, cuando este que está aquí se muera, morirá esta identidad. A esos efectos, da lo mismo. Me jodo yo.

Esperando al próximo choque de las bolas en juego...


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miércoles, 28 de abril de 2010

Non accepted anclas

Echar el ancla o levarla
es el vestido de la duda.

Pero cuando no se tiene,
cuando ni siquiera se es barco,
se atraviesan las miradas
en mutuo escapismo de cristal,
y las palabras suenan
entre espejismos que no se pueden topar,
observar y reconocerse;

Y el idioma se extraña de sí mismo
como si no existiera.

¿Acaso es real?

No existen ni el verbo,
ni el mar,
ni los barcos ni,
por supuesto,
las anclas de la discordia;

ni existen las olas,
ni que decir tiene,
por mucho que te maree este vacío,
rebosante de ilusiones huecas...

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martes, 27 de abril de 2010

Parches en el cielo

Juégate, como las cometas,
y que se enlacen las palabras.

Los hilos retorcidos tejen la malla
que espera pescar el porte de las nubes,
la dignidad de las estrellas,
el acto inverso de la estatua,
o el ángulo de una barbilla...

Cuantas cometas voladas;
tantas,
que ya sólo veo parches de papel e hilo.

En tus redes de pescar
se vacía la muerte que clama
verbos de bocas llenas,
- yo sólo veo parches de papel e hilo,
de algodón y no de lino,
como cometa en juego de tierra
que espía desde el sigilo
el accidente de la esperanza...

... soy hierba,
un verde testimonio,
soy el acto inverso de una estatua
- y sólo veo parches de papel e hilo,
yo,
brote de ilusión quebrada.

Cometas entre el cielo y los dedos;
carreras, caídas y frentes,
que sudan,
como brillan las ambiciones de los niños.

Y parece que mi silencio,
secreto de estatua de hierba,
lo puede manifestar todo...

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viernes, 26 de marzo de 2010

Pinochet-revenge, hispano-retroconservatives and Earth NASA-Trade Mark



Ha sucedido. 35 años tras la muerte del dictador, el franquismo sigue siendo intocable en este desdichado país. Al final, resulta que tenían razón los cómplices criminales de Pinochet en Chile, cuando acusaban a Garzón de ser el instrumento de una nueva forma de colonialismo español en Latinoamérica, cuando procesó a Pinochet y lo mantuvo retenido en Londres.

Porque Pinochet, al menos, ha sufrido la vergüenza pública, ante todo el mundo, y ha muerto mientras era procesado en su país como asesino meritorio que fue. Franco, en cambio, otro traidor que volvió sus armas contra su propio pueblo, murió en la cama, para vergüenza de todos los españoles, y aún sigue siendo una figura que, fuera de dialécticas y retóricas, no se puede tocar en este país de mierda, como bien demuestran los hechos recientes.

Decían los cómplices del asesino chileno que deberíamos limpiar primero nuestra casa, y muy a mi pesar me doy cuenta de que tenían razón. Destapar una de las tramas de corrupción más importantes y extendidas en este país y pretender que se haga justicia con los miles de desaparecidos y asesinados por el franquismo ha sido intolerable para una derecha española que se identifica sistemáticamente con el dictador ante todo intento de recuperar nuestra maltrecha dignidad de país. Los españoles no tenemos derecho a sentirnos orgullosos. No mientras permitamos que estos hechos sucedan.

La mal llamada derecha democrática de este país no siente vergüenza cada vez que obstaculiza a la justicia en lo relativo al pasado histórico. Una derecha democrática que se precie apoyaría y ayudaría a esclarecer el oscuro pasado de los 40 años de secuestro que sufrimos los españoles como un imperativo natural de todo demócrata; la nuestra, se siente identificada con un pasado dictatorial y fascista que defiende, y bloquea todo intento de poner las cosas donde deben estar. En pleno siglo XXI, la derecha española aún acepta a regañadientes los valores de la democracia, trescientos años después de la democracia parlamentaria de Gran Bretaña. Esa derecha, y esa mal llamada burguesía (la verdadera burguesía es industrial, y no agraria), que ha sido incapaz de llevar a cabo un desarrollo industrial equiparable al del resto de Europa a pesar del oro robado a América por toneladas; que son la vergüenza de nuestro país debido a la fama que tienen los empresarios españoles en el resto del mundo (tramposos, corruptos, chapuceros, mentirosos e improductivos); esa derecha carente por completo de imaginación, iniciativa y valentía que ha fundamentado un desarrollo económico ficticio en lo único de lo que no podemos prescindir los ciudadanos (la vivienda, secuestrando así nuestras vidas y economías), haciendo a los ciudadanos hipotecarse de por vida para llenar sus arcas, sigue identificándose con los valores del franquismo y siguen considerando este país como un feudo que les pertenece por naturaleza.

En España aún perdura la idea de que el adversario político es un enemigo que debe desaparecer físicamente. Es la herencia del spirit del 18 de julio de 1936. Ahí está Garzón, procesado por investigar el franquismo, y parece algo increíble, indignante y denigrante para la reputación de nuestra democracia. Ni cuando investigó a los GAL, ni cuando reclamó justicia para los ciudadanos españoles asesinados por las dictaduras de Chile y Argentina (a eso sí que se sumó la derecha española, dado que les pillaba lejos, aunque tímida y no ideológicamente), ni cuando persiguió la corrupción del PSOE en los últimos años del gobierno de Felipe González, fue objeto Garzón del proceso vergonzoso e indigno del que es objeto ahora.

La derecha considera a España, y todo lo relacionado con ella, como jurisdicción exclusivamente suya, y los usos interesados que hagan de la finca no se pueden poner en tela de juicio, menos aún por aquellos que ellos han nombrado oficialmente “enemigos de España”. Así que el caso Gürtel no es más que el producto de las legítimas costumbres de los empresarios implicados que no son comprendidas por la izquierda española, cegada por los valores irresponsables del respeto a la propiedad pública. Eso, según ellos, es lo natural, y los izquierdosos pordioseros no lo entienden, son irresponsables e ignorantes y, sobre todo, poco realistas (el descalabro de su modelo de crecimiento de ladrillo es, al parecer, una oda a la responsabilidad y al pragmatismo). La mierda de industria de este país ha de ser gratificada con estos privilegios como agradecimiento a los capitalistas por poner el capital, tradicionalmente inmovilizado en latifundios agrarios, en el tapete del mercado libre, por así llamarlo. Hay que darles las gracias por trabajar y llevarse el heraldo público a sus casas, aunque sean los empresarios menos respetados de toda Europa y con la peor reputación. Eso no importa, Spain is different. Somos alienígenas, seguramente, y debemos regirnos por éticas distintas.

España es propiedad legítima de ellos más que nada porque a ellos así les sale de los cojones, y punto. ¿Vamos a pedirles argumentos, razones y algún tipo de lógica a los más reaccionarios de Europa, que se opusieron a la Ilustración y a toda forma de modernización racional que sacara al país de la oscuridad fanática de la religión irracional y de la miseria de la vida rural semifeudal de los caciques que sirvieron de modelo a los de Chile y Argentina?

Si existiera alguna forma de diagnosticar las enfermedades mentales del subconsciente colectivo de un país, España sería una mina de oro en patologías diversas, desde sociales, pasando por políticas y acabando en sexuales, con todo el machismo casposo, los endémicos complejos de Edipo y Electra y la herencia de la labor educativa de la iglesia católica; patologías en su mayoría provocadas por siglos de injusticia social semi-feudal y de adscripción fanática al catolicismo apostólico y romano.

Ahora los imbéciles que han salido del hambre votan a la derecha porque es más distinguido, y la mayoría de memos aceptan de buen grado el sensacionalismo de los medios de comunicación conservadores que demonizan la inmigración, difaman el sistema democrático con la idea de que “los delincuentes tienen todos los derechos y salen impunes”, se popularizan los linchamientos públicos morales (como las bienvenidas que les dan los acusados del caso Marta del Castillo las turbas de energúmenos que ignoran que insultan y amenazan a menores) y se coquetea con la idea de retornar a los viejos hábitos de la cadena perpetua y la pena de muerte. Quiero pensar que son desequilibrios provocados por el síndrome de Estocolmo de un país que ha pasado la mayor parte de su historia secuestrado por la oligarquía más reaccionaria de Europa; de lo contrario, tendría que renunciar a mi nacionalidad.

De todos modos, cuando ayer la NASA reclamó las fotografías de la tierra que hizo un aficionado con un globo de helio casero que subió hasta los límites de la atmósfera; es decir, cuando la tierra como motivo fotográfico resulta ser propiedad de la NASA, ¿qué coño haré si renuncio a toda nacionalidad, si aún así seré un terrestre que no puede observar su planeta libremente y representarlo?

¿Y la SGAE? ¿Le va a reclamar el canon al aficionado de las fotos? ¿A dónde coño estamos llegando con tanta pasividad?

Odio mi tiempo, mi época y a la mayoría de mis congéneres.

... ¿Estaré adentrándome por las vías del reverso tenebroso de la fuerza?


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miércoles, 24 de marzo de 2010

Graznido en el desierto

El silencio,
¿tiene sentido?
¿tiene un efecto?

Paso entre mis hermanos
y siento sus dudas y temores,
susurros callados que nadie quisiera percibir,
pero...

¿Qué misterio esconde un paso?
No importa, ¡silencio!

Oigo las dudas, las veo, las siento;
y que no desdiga nada,
que no desmienta,
y que no aclare;

que espere y haga al tiempo
caminante pilar de la paciencia,
¿qué significa? ¿soledad de luz?
¿soledad?

Mi silencio,
¿tiene un sentido?
¿se comprende?

Mi silencio sólo concuerda
con mi afinación física,
como un concierto para oídos
que no existen.

Pero espero a las preguntas,
mi testimonio justo,
mientras las sentencias caen firmes,
como la lluvia riega la hierba incuestionada.

En mis juicios y procesos
mi palabra no suena,
como si fuera una enfermedad
obvia para todo el mundo.

Mi silencio,
¿es acertado?
¿está echado a perder?

El tiempo de la paciencia
pondrá a jueces,
fiscales y abogados
en el asiento que construyen
con sus actos.

Mi pilar caminante de la esperanza...

... aunque no sea más que un silencio
gritado en un desierto para nadie...

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martes, 23 de marzo de 2010

Fashion-poetry für machotes toreros



Poesía, poesía...

La verdad, estoy hasta los huevos de la poesía en España, y de sus poetas y demás mierdas.

Todos los inermes de España recurren ahora a ella para intentar evitar darle a la manivela ellos mismos. Qué casposo, qué sucio, enfermo, indigno, previsible, asqueroso y patético es a veces el machote español llorón y mimado.

¿No los veis? Esos gilipollas que podían pasarse horas charlando de fútbol con ese tono de gravedad usurpado a los comentaristas del diario de sesiones del Parlamento (necesitan esa gravedad para alimentar una desdichada soberbia que es incapaz de comprender los problemas reales fuera del show de marionetas del fútbol, hecho a la medida de su incapaz intelecto), de pronto, se metieron a poetas para ver si echaban un polvo de una puta vez; ellos, que perseguían a pedradas a todo ser que mostrara un mínimo de sensibilidad quieren, ahora, ser los más sensibles del mundo (pero sin mariconadas, eh).

Eso.

Sí.

Que no son maricones, que nadie piense eso.

Están aquí para follarse a chicas sensibles y libertinas, las más fáciles: qué coño, ahí está la elevación de espíritu que la poesía conlleva ¡¡Vivan los poetas españoles, viva la eñe y la lengua del imperio!!

De hecho, la verdadera poesía, la que vale según ellos, la única y verdadera (como la fe católica de antaño), es la que supera las mariconadas, que denuncian ahora con mediocridades verbales que aspiran a ladridos políticos (sin conseguirlo), como si fuera una evolución de las pedradas que tiraban en la infancia contra las mismas víctimas y por los mismos motivos. Bravo. Sutilezas made in Spain.

Y ahora se juntan y hablan en términos similares a los que utilizaban en sus tertulias futboleras, pero de poesía; o sea, el entendidillo de fútbol del grupo, tipo “maestro Araujo” (que ignominia, llamar maestro a un charlatán de los deportes que patea el diccionario cada vez que le sale de los huevos- supongo que ser un no-maricón consiste en eso), es ahora el entendido en poesía que sentencia, aprueba o condena la última jugada de la jornada. Charlar sobre los demás como marujas chismosas es el pasatiempo del poeta español (poeta no maricón, eh). Mejor cambiar los trajes pero no las costumbres.

Ciertamente, lo de comentar se les da bien; ¿poesía? hacen muy poquita y muy mala. Pueden pasar meses sin producir nada para luego presentar... eso. Mejor que sigan charlando en el bar. Hacen menos daño; vamos, el daño que un tonto puede ser capaz de hacer (aunque los tontos, en tanto que asistemáticos, siempre pueden sorprendernos con algún nuevo e increíble equívoco estulto de consecuencias catastróficas).

El problema de muchos poetas es que quieren estar siempre guapos y mantener una pose arrogante que a todos convenza, donde su virilidad haga las veces de presentación, más que nada porque son tan machotes que su impulso artístico nació en una convulsión genital matutina, y escriben para apaciguarla con la recompensa prometida.

En fin, estos tíos son futbolistas frustrados que deberían dedicarse a otra cosa que requiera menos valentía, porque la pretensión de aparecer públicamente en un estado de suma perfección con una indudable e incuestionable reputación (aunque les resulte irresistible para calmar el impulso simiesco y primitivo de exhibirse ante la manada como machos alfa) equivale a ser un personaje plano sin interés alguno para un público con el mínimo de inteligencia que la poesía y la buena literatura en general requiere.

Es hacer trapecismo con red; es tener un seguro bajo el brazo que garantice que no habrá ningún accidente en la performance del héroe poético de espaldas cubiertas.

Dios, no soporto la cobardía del cabestro español, que encima pretende amedrentar a todo el mundo confundiendo arrojo con vulgaridad, como si así exorcizara su total falta de agallas, ese rasgo nacional tan bajuno e innoble como arraigado, históricamente, a esa mentira para imbéciles de las idiosincrasias nacionales (sólo los tontos se agarran a ellas, a falta de personalidad y desarrollo intelectual, para enfrentarse al vértigo del abismo del tiempo libre).

En todo caso, métanse sus recetas de poesía por donde les quepa. Ustedes no tienen ni idea de qué va esto desde el momento en que empiezan a pensar en recetas. Las recetas son chapuzas para gente sin talento. A ustedes les tiembla demasiado el pulso cuando escriben (y escribir ha de ser fluido, natural, como unas pinceladas o unos rasgueos hechos con gracia, pero, sobre todo, VALIENTE, y alguien tan aterrorizado por una sospechosa homosexualidad interior es absolutamente incapaz de serlo); carecen de tacto, no tienen la chispa del artista, no tienen el sentido del humor necesario para exponerse a las críticas ni son tan sensibles como creen. Sólo tienen caspa.

Les voy a dar la mejor lección de su vida totalmente gratis: ser un caprichoso consentido no es ser una persona sensible, aunque sufran mucho por ello. Escríbanlo cien veces.

Son ustedes unos cobardes, pero lo peor es que carecen por completo de talento, de contenido y de intención. Su poesía es mala, vulgar y escasa. No vale ni como prosa rancia. Ni siquiera son ustedes poetas. Son una chirigota sin gracia ni compás ni, por supuesto, sentido del humor. Créanme: tomarse tan en serio a sí mismo es, paradójicamente, ridículo. Esta también es gratis. De nada.

Por favor, vuelvan al fútbol, aunque sólo sea para hablar de él, dado que tampoco sirven para correr detrás de una pelota...

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lunes, 15 de marzo de 2010

La realidad virtual de la suficiencia



Los cándidos se maravillan por la novedad de la vida. Será inocencia, será ignorancia; en todo caso, denuncian la falta de vida de los desencantados (e ignoran el poder de la experiencia y su sabiduría).

Los desencantados se enervan con la felicidad de los cándidos. Será cansancio, será aburrimiento; en todo caso, señalan su borrachera de vida como algo propio de imbéciles (e ignoran la alegría como si fuera una plaga).

Los que follan se maravillan por la novedad del sexo. Será inocencia, será ignorancia; en todo caso, señalan la falta de sexo de los asexuados (e ignoran el poder de la experiencia y su carácter selectivo).

Los asexuados se enervan con la felicidad de los que follan. Será cansancio, será aburrimiento; en todo caso, señalan su éxtasis orgánico como algo propio de los inconscientes (e ignoran su propio éxtasis latente).

¿Veis el nexo común?

Todos se consideran modelos de conducta por el simple hecho de concordar consigo mismos pero, por desgracia, concordar con el yo no es condición de veracidad; es más, en cuanto a veracidad, la autosatisfacción influye tanto sobre la verdad como un escupitajo en el desierto del Gobi sobre las mareas del Atlántico.

Pero aún si tomáramos esa condición como condición de certeza (si la verdad residiera en el yo por el simple hecho aleatorio de coincidir con el sujeto interesado), habría tantas como individuos, lo que equivaldría a negar toda forma de verdad absoluta. Por lo tanto, negarían la verdad al intentar apropiarse de ella, lo que es tan útil como suicidarse para evitar morir ejecutado. Ello invalida, por tanto, cualquier intento de condenar una conducta en beneficio de la suya en base a una corrupción que, en virtud de su propio discurso, sería sólo relativa.

Cándidos, desencantados, folladores y estoicos comparten muy a su pesar una característica esencial: sus conductas son propias de imbéciles que podrían sentar cátedra como tales.

¿Y la verdadera conciencia, en medio de tanto fuego cruzado que no sabe ni de dónde viene, ni hacia dónde va, ni mucho menos dónde se encuentra?

Pasa desapercibida en medio de tanto espejo ciego de sí mismo y, luego, cuando ya está lejos e inalcanzable, se convierte en el blanco de todas las frustraciones, como si fuera la responsable...

... pero libre de toda esperanza, fraudulenta por necesidad, en la recuperación de los idiotas para el mundo, carece de lastres y se eleva, viendo cada vez con más claridad...

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martes, 2 de marzo de 2010

Tiempo precipitado



El dinero es tiempo alquilado. Eso representa. Tiempo.

Pero no se trata de tiempo sin más, sino de tiempo empleado en algo que no necesariamente se corresponde con los deseos del que lo emplea; de hecho, parte del valor de ese tiempo (traducido en moneda) está precisamente en el esfuerzo, por un lado, que el trabajo en sí implique, y en que el sujeto, por otro, ceda su libertad en beneficio de la de otros (o de sí mismo, si necesita el dinero) durante un período temporal. El trabajador renuncia a su libertad a cambio del valor monetario de ese tiempo así empleado. En función de lo mucho que esa acción se desvíe de los verdaderos deseos potenciales del sujeto se puede establecer un cuantía mayor o menor del tiempo cedido (no es lo mismo, o no debería serlo, freírse de calor en la campiña o poner ladrillos a 40 grados bajo el sol que ser recepcionista de 8 a 14 con un buen climatizador).

¿Por qué tiene un precio un tomate? Porque alguien emplea un tiempo en cuidar un huerto que podría aprovechar mejor echando polvos (por ejemplo) si atendiera a sus verdaderos deseos; porque alguien que preferiría dormir la siesta traslada los tomates en camión, etc. El dinero es tiempo materializado al que se renuncia. En teoría, por supuesto, que luego hay tiempos y tiempos.

Porque en la práctica, el recepcionista gana más que el hortelano. Y ello es debido al tiempo también: el recepcionista ha renunciado a su libertad de no hacer nada durante cinco años para lograr ser ingeniero, y ese tiempo “vendido” debe remunerarse como es debido: precisa de un trabajo bien pagado y de mínimo esfuerzo.

Tiempo, tiempo, tiempo...

¿Y qué hay del broker que en un segundo gana millones de dolares? ¿Su segundo vale millones?

Las clases sociales se establecen en función del valor de clase de su propio tiempo, medido en moneda, por supuesto.

¿La realidad? La miseria se caracteriza por la falta de tiempo libre y el mínimo, casi inexistente, valor monetario de su tiempo cedido en beneficio del trabajo.

Si se vive bien y con tiempo, en conclusión, se está robando el tiempo (o sea, la vida, el esfuerzo y los alicientes vitales) de aquellos que no lo tienen y cuyo tiempo, además, carece de valor en el mercado.

El dinero es tiempo; un piso son treinta años de trabajo; un coche, cinco; una comida, media jornada de trabajo...

El tiempo es la llave del poder. Dime cuánto ganas y de cuánto tiempo libre dispones, y te diré si eres un aristócrata moderno o no.

El tiempo parece precipitarse en el sólido de las monedas, pero es fraudulento. No vale lo mismo el tiempo de unos y de otros. Está manipulado.

Vendemos nuestro tiempo porque es la única dimensión inasible. El tiempo es vida. El dinero es tiempo. La riqueza acumulada sin trabajo es el resultado de la especulación con las vidas de los seres humanos.

Un euro son 24 horas de la vida de un niño en Malasia. Míralo bien: lleva por dentro la vitalidad desperdiciada de un día sin esperanza.

Llevamos el tiempo metido en los bolsillos como un botín...

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martes, 23 de febrero de 2010

Un día cualquiera




Suena el despertador. 6.30. Estoy junto a ella, la cama está caliente, en su punto, y los abrazos son más cálidos y reconstituyentes; recargan unas baterías ubicadas no se sabe dónde, aunque ella sigue dormida y los da con el piloto automático. Pero salgo de la cama, es una mierda, en el mejor momento del sueño, pero tengo que hacerlo día tras día.

El aire está helado, toso como un condenado: mi torso no soporta estas fluctuaciones de calor y frío. Busco la ropa en la oscuridad, salgo al salón, cafetera en marcha, taza, cuatro cucharadas de azúcar y café solo doble. Suelo no abrocharme la bragueta antes de ir al baño para ahorrarme tener que repetir el proceso en la meada matutina; el caso es que con frecuencia suelo olvidar esa parte, con las prisas, y salgo a la calle con la bragueta bajada. Hoy, sin embargo, tomo nota de esos descuidos y voy y cumplo con el water mientras borbotea la cafetera. Tengo la cabeza agotada, me acosté a la una tras una sesión de grabación de ocho horas.

Maldición, cuando te cuesta tanto hacer las cosas pierdes la capacidad de maravillarte con ellas.

En este momento es como si en mi memoria, que está a punto de apagarse como un ordenador al que le fallara la corriente, nada luciera, nada estuviera lo suficientemente bien. Es como si sospechara que quizás el trabajo de ayer no hubiera valido la pena. Y estoy hecho mierda, medio derrotado, y tengo que seguir, mantener el ritmo. La cabeza sigue doliendo y el ánimo está bajo mínimos.

Bebo café, fumo el primer cigarrillo, veo las noticias de la mañana. Va a seguir lloviendo.

Me alegro, la lluvia me hace optimista: todos los miles de hijos de puta y cabrones hijos de mala madre sienten aprensión por el agua y la lluvia (o cualquier cosa que les desvista de su amada mugre) y se quedan en casa si pueden. La ciudad se hace más habitable.

Los U-Bets. Hago repaso. El grupo marcha bien, y es como si no me enterara. El peso del agotamiento y el distanciamiento patológico de la vida me tienen a años luz de lo que veo y siento (o des-siento a destiempo; ¿sediento? Puede). Para sentir la vida necesito bucear en mi interior. Sólo ahí la tengo. Es un punto de encuentro donde no veo a casi nadie.

Veo las gafas de sol y el paraguas. Debo cogerlos. Abrigo a la vista, y la bufanda localizada. Miro el reloj. Hay que salir pitando.

Cojo las gafas, las meto en su funda, meto la funda en la mochila, meto el paraguas, me pongo la bufanda, me pongo el abrigo, apago el cigarrillo. Casi se me olvida llevarme el desayuno. Ahora desayuno solo, en el laboratorio. Paso de la cafetería y de los gilipollas que imitan a Ally McBeal compitiendo como bandoleros de buen aspecto (y no siempre). Mierda, apenas tengo tiempo, trinco una viena y una lata de atún, y listo. Voy al dormitorio. Le doy unos tres mil besos, miro su cara linda, maldigo mi suerte por tener que ir a trabajar y salgo, no sin antes tener que buscar las putas llaves y abrir la puerta. Salgo, ascensor, calle, cigarro, kiosco y vieja. Un paquete de lucky. Ella me regala un mechero. Lo hace cada dos o tres paquetes. Gracias.

Cojo el 2, me bajo cuatro paradas más tarde, espero el otro autobús. Me subo. Llego al curro, ficho, me voy a mi departamento. El jefe ya está allí. Me hago otro café en el laboratorio y me lo bebo. Me pongo a currar. Reordenar párrafos, traducir, diseñar presentaciones. El teléfono suena toda la mañana. Apenas puedo relajarme un poco y leer los blogs de los demás. Hay pocas novedades. El teléfono de este despacho es el único que puede hacer llamadas a móviles en todo el departamento, así que nunca estoy solo (para mi desgracia). El jefe apenas me deja tiempo libre, pero voy a desayunar. Solo también. Me gusta así. Me quedo solo y me dejo hipnotizar por el sonido de los aparatos de aire acondicionado y los motores de las cámaras, dejando que mi actividad cerebral vaya posándose lentamente en el cero, en la paz, en la anulación, pero la grabación de ayer me mantiene en vilo, alerta, intranquilo. Algo se revuelve en mi corazón impidiéndome el sueño de los sentidos.

Vuelvo al trabajo. Llega la hora de salir. Milagro. El tiempo es un misterio. Es infinito e inalcanzable, pero pasa. Realmente se mueve.

Vuelvo en el mismo bus, me bajo, camino una calle, me cruzo con los chicos que salen de un instituto. Gritan. Las niñas se ríen. Sienten la vida. Yo me siento muerto casi todo el tiempo, y lo notan. Pero lo peor es que me la suda todo por completo (o casi todo). Cojo el dos. Me bajo tras cuatro paradas. El kiosco sigue abierto. Llego a casa.

El chucho sarnoso me recibe alegre. Siente la vida. No sé por qué se alegra tanto. Bueno, los idiotas son todos felices. Aún así, me gusta su aceptación natural de la vida. No tengo hambre, pero ella llega pronto y me obliga a comer algo. Soy un zombie, estoy sentado en el sofá a punto de apagarme. Me fumo un peta y como algo. Nos volvemos al sofá y decidimos echarnos una siesta de tres cuartos de hora.

Tras la siesta me tienta el café, pero luego no duermo. Hablamos y hablamos y nos ponemos al día de nuestras vidas. Me largo al local. Son las 17.00. Voy caminando. Descubro que no tengo cambio para la máquina de refrescos de los locales de ensayo del pelícano. Compro CDs, que nunca están de más, y cambio el billete de 50. Ahora sí tengo. Llego al local, cruzo la verja. No me gustan los rockeros. No me gusta el aire distinguido que se dan por tener un grupo. Pido al tiempo eterno no haber sido nunca así cuando tenía veinte años. Cuando lo pienso, recuerdo que no lo fui; de hecho, el no serlo formó parte de todos los problemas que tuve.

Llego a los locales. Como siempre, soy el primero. Trinco una lata de coca-cola, abro la puerta con las llaves, le doy a la luz, enciendo el ordenata, monto el rat, lo conecto al PC, inicio Cubase. Estoy agotado, no tengo fuerzas ni inspiración. Me fumo otro. Me pongo a grabar. Pasan las horas. Cada fragmento es un desafío, una prueba, casi un examen ante mí mismo. Entre seis paredes casi iguales, atrapado en un cubo. La luz artificial me va volviendo loco. Acabo. Creo que está todo bien. Lo de ayer no estaba tan mal, al fin y al cabo, pero lo de hoy, ¿estará bien de verdad? Lo he escuchado demasiadas veces para ser objetivo, y mi cerebro funciona sólo lo indispensable. Me da igual. Guardo. Apago. Recojo el rat, guardo la guitarra y los cables. Son las 12.30.

Salgo para casa teniendo que pensarme cada paso. Llueve ligeramente. Me refresca y me despierta, pero hago eses como un borracho de puro cansado. Llego a casa. Ella ya duerme. Me gustaría pararme en el sofá y relajarme un poco, pero tengo que dormir. Es la una y me meto en la cama. Ella se tumba en mi pecho. Es el mejor momento del día. Qué duro ha sido llegar hasta aquí, pienso, pero no se lo digo. Qué duro tirar para adelante. Pronto sonará el despertador. Me meto prisa por dormir. Prisa, prisa, prisa...

Los U-Bets llevamos dos días entre los 50 grupos más escuchados de rock clásico de myspace en España. Necesito descansar para ponerme contento. Ahora sólo parece una alucinación producto de la falta de sueño.

¿Será que los sueños sólo se materializan cuando faltan?

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viernes, 19 de febrero de 2010

El marketing de las arengas

Una llamada,
un rezo,
palabras adecuadas.

El conjuro que inflama a los aviesos,
la diadema de sus abracadabras,
el interruptor de
la acción los ingenuos...

Los devotos,
con los ojos tapados por bonitos pañuelos,
llenos de bordados de oro
y de palabras piadosas...

Ellos, cuchillo en mano,
atacan donde les dicta el dogma misterioso,
los devotos
- como viejas de luto
que hacen punto
en las ejecuciones.

Ponle “libertad” a la oración,
señala a quien odiar,
y los asesinos ocultos fundirán sus cadenas,
forjarán la espada y,
prestos a realizarse,
en nombre de la grandilocuencia,
tan estética,
tan rockera,

proclamarán la poesía del llanto
de los huérfanos y las viudas...

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jueves, 18 de febrero de 2010

La altura


Diseñar gigantes. Ese era el reto. Parecía elevado, celestial. Al menos daría vértigo, y el viento soplaría seguro y frío allá en la cima, en la cima del gigante. Eso era la altura para los Llamados: frío, vértigo y temor, en resumidas cuentas.

Los Llamados paseaban su alegría dondequiera que fuesen, era una alegría sincera y profunda. Estar arriba, conocer de verdad al viento, sus cambios de humor, sus rayos. En su camino feliz de grandes promesas, cuando celebraban con vino la Llamada, despreciaban los andamios que encontraban a su paso: ellos construían gigantes, estaban arriba, borrachos de aire.

El caso era que no sabían crear gigantes, y al poco acabaron diseñando andamios en ese enorme vacío que quedaba entre sus tempranas expectativas y la realidad, tan distante. Fría, eso sí, e incluso vertiginosa, pero parecía más bien un deseo mal formulado al genio de la lámpara de los Elegidos.

Así que eso no era la altura. No era frío, vértigo y temor, en resumidas cuentas. El error cayó como una losa sobre todos sus sueños de papel.

Algunos abandonaron, otros se replantearon el significado del término, y otros, los más numerosos, arremetieron contra la altura, fuese lo que fuese. Ya no era ni buena ni deseable; por el contrario, había que negarla hasta hacerla desaparecer.

Así que limitaron la estatura de la población, prohibieron los vuelos acrobáticos, los saltos fueron penados y hubo un duro debate acerca de la influencia de objetos obscenos, tales como las escaleras o los ascensores.

En cualquier caso, nadie se dio cuenta de que diseñar gigantes no es tarea de receta, papel y lápiz. Un gigante está vivo. Esas cosas no se “diseñan”. Los seres vivos no se planean con autocad.

Los gigantes estaban, en realidad, por todas partes.

El caso es que, a pesar de los esfuerzos, nadie fue capaz jamás de vislumbrar el verdadero sentido de la altura.

Pero están aquí.

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martes, 16 de febrero de 2010

Electro-shock Scriptorium, or Automat-self-Censorship

Hinchado el toro,
el poeta,
el toro.

Escribe sus versos
con los cuernos en la arena,
poeta el toro,
el del escroto
con dos globos.

¿Y el bufido?

Deja al toro,
al poeta,
al toro,
que firma con un asta y puntúa
con un huevo,

henchido.

¿Ha sido un bufido?

Sólo son tachones,
arrepentidos,
que buscan el burladero...
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lunes, 15 de febrero de 2010

Pesca

Me tomo mi tiempo,
hago reposo,
aguardo.

Siento la tensión que crece
en los extrarradios,
pero apuro aún más la espera,
alargo el silencio suspendido porque sí.

La impaciencia es un bocado que se come solo,
y en inercia sorda aguardo y trago,
callo y crezco,
observo,
me hago ciego ante la luz.

Elijo seguir el ritmo con los párpados bajados,
llegada la hora del sonido
-la imagen chirría junto al susurro crónico
que suena sobre sí mismo,
desesperado.

Me tomo mi tiempo,
hago reposo,
tiento a la meta,
espero firme,
ausente,
como una roca.

La tensión se hace ruido,
se hace gritos y palabras
- casi me voltean los brazos impacientes
de los verbos.

Pero me tapo los oídos,
apago el tacto,
desactivo el equilibrio,
sello la boca
a la espera del gesto,
desde dentro del capricho.


Me tomo mi tiempo,
dejo reposar al fuego,
me hago aliado del reloj
y tiento a la impaciencia,
que muerde un viejo anzuelo;

pero aún,
espero.

Agotado el pez,
lo animo
con el poder incuestionable de mi inacción.

Lo animo a luchar un poco,
a coletear esperanzas,
a salpicar explicaciones,
a tirar con una fuerza que no basta,
y que se sueña poderosa como el mar.

Luego,
hablo.

Como una losa, hablo;
como un viento, hablo;
como un disparo, hablo;
como mil bofetadas,
hablo;

y con todo el peso del cielo
ganado a los inquietos,
hablo.

Y los peces aplastados
comparten sus ofensas,
se indignan,
se encienden,
enumeran sus desdichas,
acusan a la injusticia con el dedo...

Todo ello
antes de calmarse,
antes de aburrirse
y regresar a la batuta del reloj,
entre mis dedos.

Antes de esperar de nuevo,
de impacientarse,
lentamente,
por la llegada del suceso siguiente...

Pero yo me tomo mi tiempo,
hago reposo,
y aguardo,
caña en mano,
con el hilo del tiempo
brillando ante mis ojos,
y la cesta llena...

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viernes, 12 de febrero de 2010

Memorias de agua


Los U-Bets hemos lanzado ya el quinto tema de nuestro próximo Ep “Rise”. Poco a poco se va completando el trabajo. Me he comprado una guitarra acústica nueva y lo estoy flipando con ella. Quiero montaña y playa invernal, buena compañía, timbales, un bajo acústico y mi nueva caja mágica. Estoy hasta el nabo de Sevilla y del ser humano en general.

Llevo sin escribir una temporada, y lo mejor de todo ello es que no echo de menos la escritura (me basta con mis monólogos mentales). Cada vez que cojo un libro y me pongo a leer la introducción me alegro de alejarme de ese mundo de malabarismos de las palabras. Las introducciones (y me la suda que esto moleste a alguien) sólo sirven para que algún tipo demuestre su inteligencia y perspicacia a pesar de ser incapaz de hacer algo que apenas se acerque a lo introducido. Si una obra precisa de una aclaración tan extensa para ser comprendida, es que o bien la obra no vale nada, o bien se considera al lector un burro incapaz de un mínimo de capacidad de síntesis. Y no digamos ya cuando la introducción pretende posicionar al lector en posturas que, directa o indirectamente, favorecen la mediocre obra creativa del propio introductor, a propósito de la obra-pretexto.

Bueno, ya se sabe. En este país la Arcadia es un mundo de funcionarios, ese es el fin supremo, y cuando no se puede conseguir, las empresas privadas amorosamente subvencionadas imitan bastante bien a los organismos públicos; siempre los mismos nombres, como funcionarios de las letras, en todos lados, en todos los foros de opinión, quejándose de todo, encima, los muy cabrones. Porque si hay algo más importante que tener el caldo y los rituales de narcisismo-autopajo asegurados, esa es la pose (que no falte) del rebelde, aunque sea un rebelde en nómina. Es mejor suplir esa falta de personalidad bajo la apariencia de un personaje plano quien, además, se la menee al caldo amorfo donde se mezclan a partes iguales la mediocridad, el resentimiento y la suciedad propia de la egolatría enquistada en la incapacidad creativa, que constituyen ese vago concepto de la “recreación imitativa”, que es lo único que consiguen en los pocos hitos que sobresalen del excremento general de su línea de literatura así perpetrada.

Aparte, alguien tiene que cobrar los honorarios (que el antimaterialista creador revolucionario también tiene agudizado el sentido de la codicia). Los amigos del alma que se cubren mutuamente las espaldas para mantener cerrado el círculo de poder e influencias mantienen el tío-vivo de la literatura en marcha como si fuera un tren de alta velocidad. Pero todo se repite circularmente, se va despacio y el período descrito está, cómo no, anticuado. La misma mierda de siempre, vamos.

Se le quitan a uno las ganas de escribir y compartir nada.

Y ahí sigue la cantinela interminable de declaraciones de libertad, independencia, poder, egolatría y misticismo doméstico; y lo curioso es la insistencia obcecada de permanecer encerrados, paradójicamente, en la misma celda angosta de quien insiste en ver la realidad como una materialización de sus propios sueños, a pesar de las palmadas y los timbres de todos los despertadores del mundo...

... y los intentos de despertar alguna pasión, la que sea, con el patetismo desesperado de quien intenta activar los celos de una sincera y absoluta ignorancia...

¿No los veis?

Intentan convencer a gritos al sol de que no se ponga nunca, como si los días y las noches nunca permanecieran en su memoria volátil e insensata...

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martes, 2 de febrero de 2010

Just a little

Nuevo tema de los U-Bets ya en myspace.


http://www.myspace.com/ubetsrocksoul


Disfrutadlo!!


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