martes, 26 de mayo de 2009

Hermitage

Un palacio cerrado por otras manos y otras llaves.

Subo y bajo escalando sus paredes y cornisas,
haciendo memoria de sus formas con las manos,
y me asomo a los cristales sellados,
donde se muestran tus ojos al ventanal.

Tras ellos, te asomas tú,
tan encerrada como yo,
enclaustrado en el resto del mundo.

Contigo dentro,
el asedio nombra mi vida
y los muros de palacio,
los confines de tu cuerpo,
la piel definitiva,
el tacto del sueño,
la geografía del gemido...

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Suelas

Mientras el corazón cambia los compases
de los pasos de lo eterno,
no tengo zapatos para andar...

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Eternidad con estómago

Mientras la eternidad se balancea en mis pestañas,
el panadero espera el euro que no tengo,
y yo sólo espero pan.

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Luciérnaga ciega

A veces,
la mayor luz de todas interroga a los espejos.

¿De dónde procede ese brillo de misterio
que os corona como estrellas?

Y nunca cree la respuesta,
vagando como si no existiera...

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Causa-efecto

La belleza detiene los instantes y los hace eternos.
Y no al revés.

Y la vida, modelada por ella,
responde una respiración
que amolda el cuerpo
a sobrecoger al tiempo...

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Una nota y un avión de papel

Como una cuchilla de pétalos rojos,
siento cómo vibra el tiempo
al desgarrarse en las yemas de los dedos.

El corazón,
corrompido por un color profundo,
expele su canto de eclipse de luna.

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lunes, 25 de mayo de 2009

La estampida inversa

El tío estaba en medio del campo. Era una pradera. El cielo estaba despejado, se ponía el sol, las estrellas lucían y la luna llena ya empezaba a hacerse con el cotarro del cielo. Eso pensaba mientras miraba embobado. Luego, sintió que pronto se jodería las vértebras y volvió a mirar al frente.
Cóño. Había frente a él una especie de pitufo resplandeciente que le acercaba la mano en señal de amistad.
- Hola- le empezó a decir con una especie de cortesía japonesa- soy un alienígena, como ustedes nos llaman, aunque bueno...
- A mi me parece un híbrido entre un gusiluz y un pitufo- le dijo, cortante.
Gusi, como lo bautizó mentalmente, se quedó pensativo un instante, y al cabo lo volvió a intentar.
- No entiendo. ¿Son los gusiluz alguna especie de casta sacerdotal? Es que en nuestro catálogo de animales y vegetales no consta ninguna de esas raras especies que menciona.
- Bueno, es costumbre que los gusiluz pasen la noche en la cama con los niños...
- Verá- continuó Gusi- es que estoy aquí por un viaje de estudios. Estudio algo parecido a los que ustedes llaman "antropología" y puede que le haga algunas preguntas que le resulten extrañas.
El tío no cabía en sí de gozo. De repente se le presentaba esta oportunidad inmejorable.
- Ya- le dijo- bueno, no se preocupe, estoy algo familiarizado con esa disciplina.
- Entonces podríamos empezar ya, voy algo atrasado y está prohibido manipular el espacio-tiempo antes de los exámenes.
- Bien, pero sólo si me permite entrevistarlo a usted también.
- Bien; poco ortodoxo, pero lo acepto. Podríamos empezar por esa comparación que ha hecho usted entre los de nuestra especie y los de la suya. ¿A qué entes se refería usted?
- Bueno, para serle franco, los humanos somos muy hipócritas y casi nunca decimos la verdad. Tenemos lo que nosotros llamamos "tabúes", es decir, temas prohibidos aunque inevitables.
- Ajá...
- Así que los gusiluz, en realidad, son seres que dan placer sexual a las mujeres por las noches. Surgen de la noche y aparecen por sorpresa. Traen a los humanos de cabeza.
- Oh, entonces, ¿mi apariencia puede resultar socialmente polémica?
- E individualmente, se lo aseguro.
- Vaya, ¿y los pitufos?
- Los pitufos son seres azules que te exprimen los cojones para extraer lo que ellos llaman "zarzaparrilla", un extracto que les sirve de alimento.
- ¿De veras? Menos mal que nosotros tenemos los cojones, como usted dice, dentro del cuerpo, je, jee...
- ¿Se reproducen sexualmente?
- Oh, no exactamente, simplemente somos hermafroditas y según nos de, fecundamos o parimos.
- Ah, ya veo.
- Pues me toca. ¿qué me acarrearía parecer esos dos seres al mismo tiempo, aquí, entre los humanos?
- Lo que yo llamo una "estampida inversa", es decir, que los humanos sienten una inspiración búfala que les hace dirigirse precipitadamente y a la vez, hacia usted, con el noble propósito de integrarlo en el suelo cultivable en cuestión de segundos.
- ¿Abono? ¿Me podrían cambiar la composición molecular tan rápido? ¿Y con qué tecnología?
- Una relacionada con la herencia genética.
- Oh, manipulan los genes, qué poco informados estábamos en la facultad sobre sus avances...
- Ya; usted, ¿tiene buen expediente?
- Bueno, aprobados.
- Ajá, y, ¿cuánto tiempo hace desde que, en su civilización, la educación se masificó y comenzó una eterna reforma?
- Unos doscientos-mil años, pero siguen sin estar de acuerdo. Es una tradición ya, en nuestra cultura.
- Ya, comprendo... y, ¿cómo pilota la nave?
- No sé... le digo adónde quiero ir, lo que quiero beber, la realidad virtual que me apetece. Es un trasto guai.
- Ujum... ¿no le dijeron nada de nuestras costumbres con respecto a los extranjeros?
- No.
- Tiene usted que obtener el permiso de residencia. Eso es esencial.
- ¿El qué?
- Es un papel, un objeto. Usted tiene que ir a por él, y escribir ciertos datos complejos en unos formularios; eso sólo para solicitarlo, claro. Después tiene que esperar a que se lo concedan o no. De no obtenerlo, sería usted expulsado de nuestros estados habitables.
- Pero...- y en ese momento se le iluminó la mente- ¡Venga ya! ¡Te estás quedando conmigo, hombre! ¡Cómo iba yo a tragarme semejante patraña! ¿Permisos de residencia? ¿Escribir? ¿Papeles? ¿Objetos? ¿Ir a por cosas? Pero, ¿tú nos has tomado por locos o gilipollas?
- Bueno, admito que lo último no era cierto; aquí todos somos iguales y vivimos en paz, las mujeres se complacen con sus gusiluz y los hombres temen a los pitufos, y todo el mundo es feliz así. Pero en el caso concreto de usted, existe un gran peligro de que sufra la temida estampida inversa. Debe marcharse cuanto antes.
- Ay, nada como una conversación lógica y civilizada. Seguiré su consejo. De todas formas, ya tengo bastante para hacer el paripé.
- No exagere, hombre.
- Sí, asi es como llamamos nosotros a lo que ustedes llaman "tesis doctoral".
- Ah, ya veo; es que la universidad ya no es lo que era, ¿eh?
- Y que usted lo diga...
- Ciao.
El alienígena volvió al bosque y a los pocos segundos su nave despegó de entre los árboles. Ya era de noche. Ah, sí. Él llevaba perdido dos semanas tras un accidente de avioneta, y hacía días que había abandonado por completo cualquier forma de esperanza.
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miércoles, 20 de mayo de 2009

Recordatorio

Hasta en el costado de un grillo
se proyectan las luces del amanecer...

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Tirita

Herido,
tapé la bocanada de sangre
con otra piel
-arrancada a tiras a un paseante alegre.

Y aún así,
curado,
sollocé pleno de piedad por mí:

por el dolor líquido derramado,
y por la afrenta invertida del cuchillo...

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martes, 19 de mayo de 2009

Cicuta-sorpresa II


Ella estaba apoyada en la barra y no paraba de mirarle. Él estaba solo, sentado en una de las mesitas de la cafetería, e intentaba disimular que se estaba dando cuenta bebiendo café y fumando sin parar. Pero no sabía qué hacer con las manos, y sus ojos intimidados se paseaban de manera errática por la sala y, a veces (más de lo que él quisiera), se cruzaban con los de ella, lo que le provocaba siempre un escalofrío explosivo. Ella tenía una mirada muy intensa y segura, y él pensó que ese efecto arrebatador estaba relacionado con sus enormes ojos negros. Aún así, la seguridad con que los usaba tenía un origen que se le antojó incierto y misterioso. Cuando ella se volvió al camarero para pedirle la cuenta, aprovechó para observarla mejor. Era una loba peligrosa, pensó, con ese vestidito de verano ajustado, esas piernas largas y esbeltas cruzadas sobre el taburete de la barra, y ese culo voluptuoso que se adivinaba desde su cintura. El generoso escote prometía unas tetas bien puestas, ni muy grandes ni demasiado pequeñas, y sus hombros redondeados equilibraban sus anchas caderas. Su piel tenía un tono canela perfecto, y su ligero brillo se entreveía entre los mechones negros que caían con una sensualidad despreocupada por su cuello hasta el principio del escote.

Ya se iba, pensó, y ello lo tranquilizó. Por la mañana nunca estaba predispuesto a afrontar una oferta a las claras como esa, y prefería pasar inadvertido. Sin embargo, el camarero, antes de atenderla a ella, lo llamó a la barra con un gesto de los dedos, justo a su lado.

Él se levantó y se dirigió hacia él, intentando hacerlo con naturalidad, pero tropezó con dos sillas y, al llegar, arrobado, calculó mal y le dio un ligero empujoncito a la espalda descubierta de la chica.

- Disculpe- dijo nervioso y a toda prisa, a lo que ella se volvió, lo volvió a mirar de manera cautivadora, y se limitó a emitir una ligera risita, para darle la espalda de nuevo.

- Creo que se ha dejado esto en el baño- le dijo el camarero. Era un libro de Benedetti.- ¿es suyo, no?

La chica pegó ligeramente su espalda a su antebrazo, que descansaba en la barra muy cerca de ella. Tenía la piel tremendamente suave y cálida, y sintió cómo se le erizaba el vello de la espalda, y se le hizo un pequeño nudo en la garganta.

- ¿Es suyo o no?- insistió el camarero, que no se estaba dando cuenta de nada y no tenía ganas de perder el tiempo con idiotas indecisos.
- ¿Benedetti?
- Eso pone aquí- le contestó secamente.

Ahora la chica sacó su culo un poco hacia fuera del taburete y lo pegó a su cadera, de manera que pudo confirmar que era redondo, duro e ingrávido.

- ¡Oiga! ¿Es o no es suyo?

Él, que estaba confuso, la miró un segundo y luego volvió al camarero para decirle que no.

- No me gusta Benedetti, aunque la haya espichado. Deberían haberlo metido en la cárcel por escribir esa oración a la tortura psicológica de “puedes contar conmigo”...
- Con el “no” me bastaba- le dijo enfadado el camarero. Luego la miró a ella.
- Dígame qué le debo, yo no le haré esperar- le dijo con sarcasmo.

Tenía una voz fresca y musical, con algo de tono, cálida y atractiva, y hablaba con la misma seguridad con que miraba. Entonces se volvió a él.

- Y cóbreme también lo suyo, que nos vamos ya.

En cuanto el camarero le dio la vuelta, lo tomó por el brazo y lo sacó casi a la fuerza del bar. Ya en la calle, le susurró en el oído, mientras le mordía el lóbulo de la oreja.

- Nos vamos a meter en el primer hotel que encontremos.

Él no se resistió, y se metieron, casi corriendo, en un hotel de cinco estrellas que encontraron a apenas unos metros del bar, y llegaron a recepción.

- Queremos una habitación de matrimonio enseguida- le dijo ella al recepcionista.
- Tienen suerte, hoy está de oferta la suite imperial- le dijo ceremoniosamente, aunque él creyó notar un cierto tono cáustico en la frase. Debían de ser evidentes para todos las intenciones de la recién formada pareja, pero le dio igual.

En cuanto les dieron la llave, ella siguió tirando de su brazo, lo metió en el ascensor y, mientras subían, empezó a besarlo con ansia carnívora por los labios, la cara y el cuello. Se metieron en la habitación y empezaron a arrancarse la ropa con violencia. Lo tumbó en la cama de un empujón y tomó un preservativo que había en un cuenco de cristal en la mesilla. Tenía una curiosa envoltura dorada que ella abrió con los dientes y se lo puso con una habilidad inusual. Él no podía creer todo lo que estaba sucediendo. Entonces ella se alejó dos metros de la cama y empezó a quitarse el sujetador y las bragas, despacio, mirándolo con la misma picardía que en el bar, directamente a los ojos. Estaba aún más buena de lo que él había sospechado. Volvió a la cama y empezó a chupársela cálidamente, con su boca enorme y sus labios carnosos pintados de rojo. Le estaba haciendo una mamada intensa y húmeda, con tal maestría que se le olvidó que tenía un condón puesto. El tío estaba flipando de lo lindo y no veía el momento de metérsela hasta el corazón...

Entonces, de pronto, se encendieron unas luces de colores, empezó a caer confeti del techo y entró un montón de gente en la habitación, entre payasos, bailarines y acróbatas, con una orquesta ambulante que tocaba música circense y festiva, un tipo con un micrófono y varias cámaras de televisión. Eran de nuevo los del famoso programa “Cicuta-sorpresa”.

- ¡Vaya, vaya!- dijo sonoramente el presentador- ¡Le hemos untado el preservativo con cicuta! ¡Ja, ja, ja!
- ¿Ustedes?- gritó el chico, desnudo y tumbado boca arriba en la cama.
- ¡Por supuesto, felicidades! ¡Hoy tenemos a una nueva agraciada!

Todo el mundo bailaba y se movía por la habitación, y las cámaras iban de uno a otro tomando planos del evento. La chica tenía una expresión de horror y no paraba de escupir.

- ¡Es inútil, pequeña!- le decía el presentador- ¡Hará efecto en breve! ¡Hoy es usted la afortunada de esta semana!

La chica se intentó incorporar, pero perdió el conocimiento y cayó en la alfombra, con el consiguiente jolgorio de toda la gente presente en la suite imperial. Él se había quedado petrificado por la sorpresa y era incapaz de reaccionar, mientras toda España veía su polla erecta hasta casi reventar por la televisión, en directo.

- ¡Bien!- continuó el presentador- ¡Debemos de dar las gracias a los dueños del Hotel Las Gaviotas, que nos han ayudado en la realización de este programa!

Apareció ante las cámaras el gerente del hotel y comenzó a dar un discurso para la cámara, mientras el presentador le acercaba y sujetaba el micro.

- El Hotel Las gaviotas siempre ha estado a favor del sentido del humor y de este maravilloso programa dedicado a la alegría y la felicidad, pues...

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viernes, 15 de mayo de 2009

San Isidro Labrador



Comida de trabajo. Hoy es San Isidro, patrón de la agricultura, y por ello en mi curro hacen una comida especial hoy, ahora, al mediodía. Es un puto coñazo. Todos en el mismo sitio, mirándose unos a otros, cotilleando todo el rato. Las becarias nuevas (el otro día fui a desayunar a la cafetería y me di cuenta de que han llegado muchas) moviendo sus culitos: hacen cursos y se hacen amigas de los compañeros y viceversa, y quedan fuera del curro, se emborrachan, copulan, se pelean, se forman grupos, unos hablan mal de otros y al revés, se relían con otros para cabrear a los primeros, se difaman mutuamente, etc. Algunos se acaban casando. Y los investigadores mayores mirándolas con hambre impetuosa y reprimida en una frustración caliente, mientras su ego va subiendo puntos. Las brujas más mayores mirándome con desaprobación (indumentaria, pelos, afeitado) y cuchicheando sin disimular. Deben de ser espectaculares sus especulaciones al no tener nada sólido sobre lo que hablar.

Hoy voy a ir, supongo que porque hace dos años que no participo en nada de lo que aquí se organiza y, bueno, hay que fingir ser más sociable. Muchos no me conocen porque, salvo la vez del otro día, nunca desayuno en la cafetería del centro, sino en el departamento (me traigo mis propias cosas y así me libro de ese nido de cotorras). Habrá muchos que piensen que yo soy el nuevo y no ellos, y la verdad es que me la suda de una manera la mar de satisfactoria.

Cómo me gustaría llegar a la barbacoa, sacarme la manguera y mear toda la carne como show amenizador de la jornada. Hum...

Y cuando alguna de las de administración, que se creen la hostia no sé por qué, me preguntara que qué tal estoy, que por qué se me ve tan poco, etc., le contestaría que no me interesa el sexo anal, gracias. Para cabrearlas. Y gritar “¡mentira!” a cada frase del discurso del director. Dios mío...

Estos ejercicios de armonización de las relaciones laborales resultan patéticos. Más que mejorarlas, las joden, porque hay personas que no pueden vivir sin un campo de batalla interpersonal, y aquí se lo sirven en bandeja de plata.

Y dale a dar por culo con la puta dieta mediterránea, el jamón, el aceite, el vino, los muertos de cristo y la medicina tradicional, todo sazonado con el deje imprecisable del caciquismo agrario en las formas, gestos y relaciones laborales. Y el peloteo a los señoritos que vienen a ofrecer sus campos para experimentos a cambio de subvenciones.

Y yo, bebiendo cocacola al sol, muriéndome por fumarme un enorme porro, sin apetito, en pie, en medio de todos sin tener nada que decir, aparte de lo que no se puede. Hay césped y palmeras. Me preguntarán por la carrera y el carné de conducir. Me preguntarán por mi novia. Harán chascarrillos sobre lo que hago con ella por las noches. Y no podré mandarlos a tomar por culo como se merecen. Me dirán que fumo mucho. Hablarán de golf. Pondrán a parir al gobierno. Dirán fascistadas inimaginables sólo porque creen que en eso consiste la distinción del burgués.

Al menos cuando llegue a casa estará allí mi niña. Unos ojos con los que entenderse y mirarse directamente. Unos brazos cuyo calor funciona en la misma frecuencia que el mío.

Luego, iré a ver a la Madre Superiora, que ya es viernes, joder.

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Una luna en la red de la marea

La miro.

Todo lleva la firma de la media luna:
color, textura, reflejo.

La vuelvo a mirar.

Cada bucle de sus mechones
cae sobre la piel con una intención inconsciente.

La boca se hace media luna en la sonrisa,
en cada flexión,
en cada mordida de sus labios
cuando piensa distraída en algo.

La media luna que da figura
al perfil de sus pechos,
a cada curva perfecta,
se deja llevar por los ojos de mar,
como si fueran ellos los que ordenan
el vaivén de las mareas...

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jueves, 14 de mayo de 2009

El mundo sólo puede vivir uno sólo de sus años

Los ratones casi nunca se dejan ver,
pero erizan el pelo cuando asaltan con su imagen la visión prohibida.

¿No los ves?
Son poetas.
Y son considerados.

Considerados,
porque abarca su parpadeo mil constelaciones;
porque el mismo tacto que les lee poemas con siderales letras
es la vista infinita de la delicadeza que los hace
poetas considerados...

Poetas considerados...

Que su piel es un espejo donde la luz del miedo
refleja el mismo escalofrío;
su voz, un eco tan profundo como
los corazones de los volcanes;
sus ojos, un zoom para poder cercar al tiempo.

¿Y qué respiran?
Respiran cielos de mar,
ráfagas de oceano,
nubes y tormentas,
ciclones, huracanes...

Los retienen en la boca,
los ratones considerados,
rodeados de las velas encendidas del eterno cumpleaños del mundo,
que nunca se deben soplar

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El holgazán



Joseph von Eichendorff escribió en 1826 la novela “Aus dem Leben eines Taugenichts” (Sobre la vida de un holgazán), donde hace una parodia de todos y cada uno de los tópicos que caracterizaban al movimiento romántico. Esta parodia resulta cuanto menos curiosa, viniendo del poeta lírico más importante del Romanticismo alemán, aunque en su período tardío.

Debe haber escritas toneladas de papel sobre el tema, pero, sin recurrir a ellas, me asalta la misma duda: ¿fue un ejercicio de autocrítica o, por el contrario, denunciaba la existencia de “románticos de estampita”?
El movimiento romántico, en toda Europa (salvo en España, que no llegó hasta Larra, cuando en Alemania se daba por finiquitada la corriente, como siempre), supuso la primera manifestación social de carácter juvenil donde se daba una ruptura generacional, y abundaban los llamados “Werthers”, en alusión al título (y al nombre del protagonista) de aquella obra temprana de Goethe que fue la piedra de toque del movimiento Sturm und Drang (tempestad e ímpetu), corriente precursora del Romanticismo y el Klassik alemán del final del siglo XVIII. Ser un Werther implicaba una estética (hasta se imitaban las ropas del personaje) y una forma de vivir y sentir (los "Sturm und Dranger" proclamaban la primacía de lo irracional); al final había miles de jóvenes que interpretaban el papel con mayor o menor éxito, pues la novela epistolar de Goethe fue un éxito de ventas total, con el mismo aire afectado y superficial y siguiendo la moda.

Como he dicho, debe de haber toneladas de papel sobre el tema, pero yo, todo chulo, me lo voy a inventar, y he decidido que esa novela era una crítica a los rebaños románticos; porque me apetece más, más que nada.

Y para ilustrar lo que Eichendorff señalaba como intolerable en las malas imitaciones, tengo aquí preparada esta “joya” de los años setenta que me atormenta desde hace años. O sea, con esta entrada quiero afirmar que ser romántico (o, mejor dicho, pertenecer al Romanticismo, que no es lo mismo) no implica ser un caradura de lágrima fácil, piel viscosa, cerebro-pasa, hígado-gruyer, todo ello sazonado con una labia que coordina, con un éxito totalmente obsceno, lo cursi y lo soez. Esos son otra "cosa".
Y, hablando de esos otros, de los que el precursor, sin duda, fue el Taugenichts, voy a enumerar de pasada algunos de los notables accidentes proletarios del Siglo XX que hicieron su irrupción en nuestras vidas gracias a la adaptación del burgués romanticismo a la clase media consumidora durante el Siglo XX. Figuras del micrófono tales como Dyango, Julio Iglesias, Luis Miguel, Sergio Dalma, o bifurcaciones orgánicas a dos, como Pimpinela, donde dos hermanos reales cantan a sus tormentosas relaciones sexuales que sucederían si no lo fueran (Dios, sufro, sí, no puedo evitarlo...)- al fin y al cabo los "europeos de Sudamérica" tenían que hacer su inconmensurable aportación...

Yo titularía este lo-que-sea que voy a compartir con vosotros así: “Lo que nunca se debe hacer, ni ser”; pero el genial autor de esta adaptación al español de una canción italiana (cuya autora guardaré en el anonimato por no perjudicarla), coherente consigo mismo (por otra parte), la tituló “Bellísimo”. La interpreta un tal Gonzalo, a quien todos reconoceréis si os cuento que en Verano Azul se coló con el nombre de “Bruno”, personaje rock-me-pajeo-star que se cayó de un acantilado al intentar coger un mechero como resultado de su mala digestión de la fama. Adjunto la letra de la canción, para que os conciencieis de que aquello a lo que el coronel Kurtz se refería como "el horror", existe.


Hoy he firmado mi sentencia.

La soledad por el teléfono.

Me has dicho:

¡bueno, si tú quieres,

adiós muy buenas!

Tu adiós

de hielo me ha sonado

como una piedra

atada en el estómago.

Se ha terminado nuestro juego,

tu burla amarga.

¿Por qué he perdido tanto tiempo

pensando en ti a cada paso?

Porque creí ser importante

y, al final, sólo fui un payaso.

Porque te abrí mi pensamiento

y confesé lo que yo siento.

Salté volando hacia la luna.

Te hice gozar como a ninguna. (nótese aquí que el artista demuestra su "ímpetu" entrando fuera de tiempo)

Te preguntaba y tú callabas,

me entristecía y tu dormías.

Y en el espejo, día a día,

me repetía que me amabas.

Te daba todo como un estúpido,

creyendo siempre ser el único.

Me sonreías y decías que…

Soy bellísimo, soy bellísimo,

A la mierda mi cuerpo

si mi alma está sola.

Soy bellísimo, soy bellísimo…

nana nana nanana nanana na naaaaaa

Ahora en las sombras de mi cuerpo,

donde se ahogan mis palabras,

me siento el ser más feo de la Tierra.

Eso me siento.

Si, me has deseado por mi cuerpo,

para exhibirme y pasearme

como un muñeco que anda solo,

como un ridículo estandarte.

Y mientras tanto mi sonrisa

se iba volando hacia tus ojos.

Te preguntaba si me amabas

y me tratabas como un tonto.

Me sonreías y decías que…

Soy bellísimo, soy bellísimo,

A la mierda mi cuerpo

si mi alma está sola.

Soy bellísimo, soy bellísimo

nana nana nanana nanana na naaaaaa

miércoles, 13 de mayo de 2009

Ión-víspera

Cuando la tarde se pone naranja
y se cierra el cielo de vientos ionizados,
camino y respiro las silbantes alas
del oxígeno nervioso de las copas de los árboles.

El cielo gris queda cegado
por la extraña luz que emiten las aceras,
y nubes y tierra guardan una charla
donde el ocaso es el verbo color de fuego.

Y viene y va la luz,
prisionera como un eco atrapado entre dos muros,
dejando un espacio donde se hacen eléctricos
los pasos secos de los segundos.

La naturaleza anuncia un suceso,
las calles quedan desiertas,
y sólo entonces salen de sus cuevas
esos otros aires,

los que te elevan susurrando
que este vértigo de víspera
es ladrillo, arcilla y barro,
del palacio que erigiste
a los escalofríos.

... y a los rayos.

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martes, 12 de mayo de 2009

El zumbido de las abejas

Quien camina mira al suelo,
a la tierra,
interroga al horizonte,
se moja bajo la lluvia y persigue
el nacimiento de los arcoiris.

Otros,
quietos, satisfechos,
miran sus pasos y miden sus saltos
y su quietud suspende la inquietud de sus gestos.

Siempre susurran lo mismo:
abandona la esperanza,
la palabra, la semejanza
de las garras,
y hazte planta, flor de Osiris
que renazca en el mismo desierto...

Libre de ningún propósito,
los pasos se alimentan del heroísmo
de lo inmotivado,
y vive el caminante
de su séquito de contrarios,
como un enjambre del que hay que sacar miel...

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El miedo vanidoso a decir algo



Las palabras precisas ya no se pronuncian. Es mejor soltar ambigüedades ante las que nadie pueda esgrimir ninguna crítica; es mejor decir A-B para poder argumentar B ante quien diga A, y A ante quien diga B. Qué absurda dialéctica sin contenido, que vacío, que gran nada. Esa nada, sin embargo, es una nada sin vértigo ni altura. Es la nada del mareo, de la nausea, de la cucharilla de café que se agita centrifugada sobre sí misma, pequeña, aislada, perdida en una barra sucia de un bar anónimo.

No se dicen las palabras, y todo va adquiriendo, poco a poco, la naturaleza de lo probable. ¿Hemos asumido en la vida diaria la mecánica cuántica? No. La imprecisión de lo ínfimo sólo lo es ante unos ojos humanos, la naturaleza se maneja muy bien sola- sin una mirada incisiva, no hay principio de incertidumbre.

Lo probable de las aceras es un sustituto de un sí o un no. Todo se convierte en un “quizás” para no errar el tiro nunca; pero cuando no se dispara, no se acierta nunca tampoco, y así las medallas se adjudican al mejor simulacro. Aún así, la existencia estacionaria se prefiere a la fracasada. Cuánta vanidad de hojalata, cuánta cobardía de alcanfor tras esos ojos predispuestos al desprecio.

Las palabras precisas ya no se pronuncian, y se hace una cosmogonía del misterioso cero, y suena a profundo. Las palabras vagas, los conceptos amplios, lo menos concreto manejado con artes malabares, convierten en ciencia la incapacidad de comprender y asimilar- incapacidad derivada de la vanidad de hojalata, cuya ignorancia se viste de gala para negar todo lo no sujeto a una autoría sin obra.

Y repiten la misma historia, como si no supieran leer ni escuchar palabras ciertas.

Quieren una nada, un vacío, una vaguedad para crear escalofríos con escalera de incendios donde sorprenderse de la profundidad de su ignorancia premiada con la gloria de lo metafísico.

Esa nada, que sin embargo agita un azúcar concreto en una concreta taza de un determinado café con una etiqueta precisa, es profunda como esa taza, perversa como el serrín del suelo, sucia como el orinal sin luz, atractiva como la gorda del final de la barra, elocuente como los gritos del camarero, luminosa como las sombras de mediodía de ese callejón estrecho.

¿Qué se siente cuando no se siente nada? ¿Qué se dice cuando no se piensa nada? ¿Qué se hace cuando no se ven las conexiones del mundo?

Se deja todo entre paréntesis, deseando que los deseos borrosos se conviertan en un mundo desenfocado que tiene que ser, por la gloria de la vanidad, el mejor de todos los mundos...

Porque sí. Porque lo contrario supondría un salto irrealizable.
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lunes, 11 de mayo de 2009

Llanura-chicharra

Tierra de sal y cénit de sol.
Un arroyo y una estaca y una cuerda.
Un balido denso como una cueva fría…



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viernes, 8 de mayo de 2009

La ola

Me zumba la cabeza como si me traspasara el mundo.

¿Qué me dejará su estela?

Cuando todo haya pasado,
zumbará la ceniza del recuerdo,
y no la oiré a ella,
a la marea del silencio,
por mucho que se sequen sus arenas...

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Acopio, reflejo y resolución

Esta noche voy a aflojar quince euros para ver a Sr. Chinarro en Malandar. A ver qué tal se porta. La verdad es que he escuchado su último disco en un coche, volviendo de Málaga este verano, y me gustó. Me gusta cómo suelta esas letras sin la menor preocupación más allá de ese mismo acto de frescura.

He avisado a Raimond. Supongo que porque en su coche también me inflé de escuchar sus discos hace ya años. He escuchado a Sr. Chinarro principalmente en coches, pero el de Raimond lo hacía más especial: en nuestras idas y venidas a comprar polen del bueno nos acompañaba siempre su música. Recuerdo que Sr. Chinarro se me antojaba como el autor que mejor casaba con Raimond; es decir, su actitud, sus opiniones, su somnolencia.

¿Sabrá él que tengo una de sus guitarras acústicas? Su primo me la vendió hace cinco años ya, una epiphone negra (desquintada, he de decir, aunque la arreglaré pronto). Sobre ella, vuelta boca abajo, me puse trincho de rayas en los Caños de Meca en aquel verano de escapismo, melancolía, alcohol, música y altas dosis de Carmelo- o sea, autodestrucción a la carta con un deje de placidez sobrecogedor. En Madrid, hace más años aún, me cogí varias cogorzas bien gordas con uno de sus baterías. Parece que tengo con él una especie de relación indirecta de fuego, así que por fin me he animado a verlo en concierto (nunca me había molestado en hacerlo antes, supongo que porque quería mantener mis recuerdos de su música en el coche de Raimond completamente intactos). Lo he llamado, pero Raimond no puede venir. Dos camaradas de la Moneda sí vendrán, no estaré solo. Lo tengo todo preparado para agazaparme al fondo de la sala, justo delante de la mesa, para oírlo bien mientras me preparo mis hierbas medicinales...

Así que hoy sí que tengo algo que hacer, para variar. La verdad es que podría dedicarme a ver conciertos como mal menor. Este fin de semana me quedo solo y todo parecía indicar que me lo iba a pasar en casa o en casa de Mammonio (por cierto, debería llamarlo, pero, ¿y se pone otra vez en plan cabrón como nos tiene acostumbrados?), pero tengo una especie de plan, vaya. Y el sábado hay algo, alguien me ha dicho algo, pero ahora no caigo- caeré.

Cuando acabe el concierto estoy casi seguro de que no podré soportar la idea de meterme en un bar de copas. ¿Debería intentarlo? Bufff...

Bufff...

Bufff...

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miércoles, 6 de mayo de 2009

Aforismo

El elemento poético es lo único que es intrinsecamente cierto.

Web de la resistencia Iraní a la dictadura homeinista

http://www.ncr-iran.org/index.php

Ahí la teneis.

Rayos sin tiempo

Llueven rayos de sol sobre un glaciar de primavera.

El cuerpo,
como una vitrina donde descansan refrigerados los más antiguos sueños,
conserva su propio clima.

¿Cuándo se apoderaron del presente los vapores del pasado?

El sol se congela en el brillo de los brotes,
en la chispa perecida en la retina,
y el viento se hace eco de un invierno ancestral.

Y avanza la marea verde,
la borrasca de cielos despejados,
y arrastra consigo todo rastro del estío de hielo,
como si barriera el frío y lo escondiera bajo la alfombra del mar.

El glaciar,
el río que apaga el frío,
renombra el instante en que en la cima
se topan los contrarios.

Pues toda estrella es fuego del pasado,
y el tiempo hecho distancia
hace gélidos los pasos infinitos
de sus rayos.

Es la luz, la luz de dentro,
la que dejó petrificado el instante de este único presente de fuego.

La luz, a la que nunca toca el tiempo...

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martes, 5 de mayo de 2009

El dictado de la madrugada

La noche de estrellas al aire,
el aire pleno de azahares de avenida,
la cortina que marca los vaivenes del viento de la calle.

Silencio,
roto por el rumor de ola del tránsito de los coches...

Me aprieto a tu espalda desnuda,
plena de azahares de avenida,
suave como un duermevela,
cálida como esta madrugada.

Silencio,
roto por tu respiración de fuego...

Sé que estás ahí,
como una estrella expuesta al aire
que perfuma de azahares la bruma del ensueño,
suspirando vendavales de cortina.

Silencio,
roto por el paso de un motor suicida...

Estás ahí,
y la cortina flamea un sobresalto,
y te vuelves dormida hacia mí,
cálida como esta madrugada...

... y soplas azahar por la piel
como una estrella que colgara de ese mismo aire...

Te abrazas a mi pecho, fuerte,
y yo te acojo y te duermo, inerte,
con el juego de los dedos por tu cara.

Y dibujo estrellas de aire
por tus mejillas de azahar,
con la cadencia y la fuerza
con que el viento me sopla tu figura,
hecha de madrugada...

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Sobre lo intransferible



Ayer caminaba hacia el centro y me metí por la Calle Feria. Había allí un grupo de policías municipales alrededor de un vagabundo que yacía en una escalera. Estaba completamente inmóvil, apoyado sobre un codo, parecía dormido, pero no creí que la policía estuviera allí para despertarlo, esa delicadeza no es propia de ellos. Lo conocía de vista: un tipo con el pelo castaño, liso y veteado de rubio, y una barba bastante larga, con pinta de nórdico, con aire de vikingo. Sí, me había cruzado con él un montón de veces. No me paré a curiosear, pero por el número de coches parados, supuse que estaba muerto. Sin embargo aún sostenía en la mano el cartón de vino y su cuerpo se había quedado congelado en esa postura, reclinado, pero en actitud de beber, como si le hubiera cogido la muerte en un momento en que no estaba dispuesto a hacerle los honores propios de un buen anfitrión para recibirla como se supone que se merece.

No lo pude evitar. Mientas seguía mi camino, me pregunté si la muerte se le había presentado como una luz cegadora que lo hubiese dejado atónito. El alcohol suele ser una ascensión hacia ese momento que siempre se detiene antes de lo crucial; en este caso, no. La muerte de luz a la que aludía yo ayer, el desmayo blanco. La gloria anónima de la ascensión directa.

Lo trágico de la muerte de un borracho no es tanto la muerte en sí como la experiencia mística que la acompaña; esa experiencia ni se contempla, nadie la conoce, nadie sabe que ocurrió, nadie sabe que el sujeto se sintió elegido y acogido por ese espacio al que aspiró desde siempre. El sacrificio queda así anulado socialmente. De todos modos, la sociedad es una mierda, y no es casual que sólo una vocal la separe de la palabra “suciedad”.

Tampoco pude evitar caer en la tentación de considerar este suceso como una señal, en un día en que me había dedicado a recordar al viejo duende. “Maldito destino”, murmuraba para mí, “no hubiera hecho falta llevárselo a él, yo no pensaba revivir mis andanzas alcohólicas, sino superarlas mirándolas cara a cara”, como si una extraña conciencia lo hubiera dejado morir para que yo lo viera. Es curioso lo egocéntrico que se puede llegar a ser cuando encima es otro el que paga con su pellejo, pero eso es algo que va en el paquete: el borracho muere de megalomanía, y el alcohol es sólo la llave.

El vagabundo vikingo, seguramente, se sintió como la confluencia de toda la luz del mundo, y se fue, simplemente, a volar por la inmensidad. Y seguramente sólo entonces sintió el aliento selectivo de toda la fuerza del universo, el abrazo prometido, el fin de su postergada condena. Pero eso no lo sabe nadie; por eso la vida social es esencialmente trivial y carente de importancia. La sociedad es útil para perpetuar la agonía hasta un número socialmente aceptable de años. No se diferencia en nada de un tenedor.

Ahí estaba mi destino, que yo me encargué de abortar. Camino inesperadamente sano, pero yo estaba destinado a ese mismo final. Y a veces sienta como si uno volviera de la tumba antes de entrar en ella, y, claro, sólo unas pocas cosas adquieren importancia tras eso. Las demás, sólo son vitrinas de cristales absurdos y espejos suspicaces que apetece destruir, bate en mano, de una vez por todas.

Cuando dejas de ver por los ojos ves más claramente, y pensamiento y acción son uno sólo. Le precede la dilatación del alma, traspasando los tejidos y los sentidos, saliendo triunfante, hormigueando en la piel; y ya no hay necesidad ni dolor, sólo plenitud. Así es la antesala de la muerte.

Ahora, el orgullo fundamentado en el privilegio social (generalmente heredado) que hay que soportar a cada memo con quien te cruzas es una humillación, sobre todo cuando se ha pasado por semejante experiencia, personal, intransferible, pero absoluta. Tampoco la conoce nadie. En general todo es bastante rastrero e insufrible tras ello (yo lo soporto desde los once años).

El vagabundo, sucio, anónimo, intransferible, muerto.

Alguien como yo...

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lunes, 4 de mayo de 2009

The U-Bets













Maldito duende


Una semana intensa y bastante curiosa, a pesar de que llevo de mala leche toda ella. Los motivos son un verdadero misterio, aunque atisbo algunas posibilidades. El martes tuvimos sesión de fotos (están en el myspace) y el viernes tocamos en Granada en una fiesta privada, y fue de nuevo un éxito. Fue un coñazo salir por la tarde, llegar, montar, tocar inmediatamente, recoger, volver a cargar la furgoneta y salir de vuelta a Sevilla para llegar a casa a las 6 de la mañana. La gente respondió muy bien, pero yo seguía cagándome en la puta. Y no era por el viaje. Me gustaba la idea de despertarme ya en casita.

A lo largo de la semana retomé un contacto de mi año de erasmus en Leipzig, quien nos puede organizar una pequeña gira por la ciudad y alrededores para el otoño o la primavera, lo que significaría quince días pagados de viaje por allí, como mínimo. Los teutones pagan a los músicos y tienen muchos sitios donde tocar. Leipzig la conozco de puta madre y es una ciudad muy, muy enrollada, así que tocar allí puede ser muy gratificante. Y, sin embargo, estoy que echo fuego por la boca.

¿Será la Feria? No tiene por qué, este es mi tercer año de boicot personal e intransferible a la fiesta, y en las anteriores experiencias ello nunca afectó a mi estado de ánimo más que lo fortuito de los fenómenos asociados a la idiocia universal, omnipresentes, inevitables e imprevisibles. Y estando casi todo el tiempo en casa, ello sólo sucedía accidentalmente al hacer zapping, pero poco más. Por cierto, no veas la cantidad de capullos que hay por ahí sueltos. Vi en un documental cómo unos tipos recurrieron a un examen de ADN para ver si un esqueleto (cuya PELVIS tenían completa) pertenecía a un hombre o a una mujer. Sí...

Subiéndome por las paredes por una especie de inquietud intensa e irascible, hoy tendré que ponerme en contacto con la Madre Superiora, a ver si con sus esencias naturales mantengo en calma a la bestia. Y lo peor es que, aunque hiciera arder en llamas el universo, al acabar, hasta el silencio total me resultaría insoportable.

¿Habéis creado alguna vez un duende malvado, destructivo y travieso?

Está ahí, como una nueva criatura, unido a ti como un hermano siamés, esperando el momento en que aprietes el interruptor y adueñarse de todo. Y, mientras tanto, resentido en un rencor sordo, hace que todo te parezca insípido cuando no estás bajo su brillante influencia. Ay, maldito duende, te siento como el primer día que te abandoné, te guardo como un oscuro tesoro, como un secreto; en cierto sentido, como un poder que sólo se debe blandir cuando se está dispuesto a morir de ser uno mismo. Pero me gusta verte en un rincón, cabreado, invisible, protestando. Hace que me caigas mejor. Te encierro por cabrón, aunque me caigas simpático. Te mantendré ahí hasta que aprendas a salir bajo mis órdenes. Te tengo cogido por el cuello y lo sabes, y conoces la fuerza de mis grandes manos.

Los adictos... ¿nacimos con la lápida bajo el brazo, como diría Ciorán?

La adicción consiste en hacer salir (primero) y descubrir (luego) a un ser desconocido que lleva tu nombre, usa tu ropa, se adueña de todo y lo intensifica de tal forma que las percepciones normales ya no impresionan tu sensibilidad, y te hundes en un mundo plano de inercia. La llave de su celda es la sustancia. Convivir con un monstruo simpático que se ríe poniéndote zancadillas. Una encarnación de la ironía, el sarcasmo y la provocación del reo presto a morir en un desmayo blanco. La recuperación consiste en eliminar cualquier cerrojo, destruir la puerta y recordar a ese extraño nuevo miembro quién dirige el cotarro en este cuerpo. Someterlo. Hasta la palabra da asco. Pero puedo, claro que puedo.

Oigo voces amigas que añoran al duende, que hablan de mutilaciones, de represiones contra-natura. Como si todo en este mundo fuera un juguete. No les hago caso. Este extraño “don” sigue siendo mío, y siempre lo será, para bien y para mal. Y, sinceramente, no tienen ni idea de lo que es; ni siquiera cuando el duende vivía lo sabían. Al cabo de un rato los veo menguando bajo el poder de la sustancia. No hay gloria alguna en ese espectáculo.

Puaj, hasta el sol de primavera se antoja a veces como una aguada de un amarillo apagado que, en cierto modo, contemplas con el alma ya muerta...

Y el duende sonríe, como si ello demostrara algo. Y sí, lo hace.

Cuando no andas, la alternativa es morir o morir esperando...

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