miércoles, 6 de mayo de 2009

Rayos sin tiempo

Llueven rayos de sol sobre un glaciar de primavera.

El cuerpo,
como una vitrina donde descansan refrigerados los más antiguos sueños,
conserva su propio clima.

¿Cuándo se apoderaron del presente los vapores del pasado?

El sol se congela en el brillo de los brotes,
en la chispa perecida en la retina,
y el viento se hace eco de un invierno ancestral.

Y avanza la marea verde,
la borrasca de cielos despejados,
y arrastra consigo todo rastro del estío de hielo,
como si barriera el frío y lo escondiera bajo la alfombra del mar.

El glaciar,
el río que apaga el frío,
renombra el instante en que en la cima
se topan los contrarios.

Pues toda estrella es fuego del pasado,
y el tiempo hecho distancia
hace gélidos los pasos infinitos
de sus rayos.

Es la luz, la luz de dentro,
la que dejó petrificado el instante de este único presente de fuego.

La luz, a la que nunca toca el tiempo...

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