lunes, 25 de mayo de 2009

La estampida inversa

El tío estaba en medio del campo. Era una pradera. El cielo estaba despejado, se ponía el sol, las estrellas lucían y la luna llena ya empezaba a hacerse con el cotarro del cielo. Eso pensaba mientras miraba embobado. Luego, sintió que pronto se jodería las vértebras y volvió a mirar al frente.
Cóño. Había frente a él una especie de pitufo resplandeciente que le acercaba la mano en señal de amistad.
- Hola- le empezó a decir con una especie de cortesía japonesa- soy un alienígena, como ustedes nos llaman, aunque bueno...
- A mi me parece un híbrido entre un gusiluz y un pitufo- le dijo, cortante.
Gusi, como lo bautizó mentalmente, se quedó pensativo un instante, y al cabo lo volvió a intentar.
- No entiendo. ¿Son los gusiluz alguna especie de casta sacerdotal? Es que en nuestro catálogo de animales y vegetales no consta ninguna de esas raras especies que menciona.
- Bueno, es costumbre que los gusiluz pasen la noche en la cama con los niños...
- Verá- continuó Gusi- es que estoy aquí por un viaje de estudios. Estudio algo parecido a los que ustedes llaman "antropología" y puede que le haga algunas preguntas que le resulten extrañas.
El tío no cabía en sí de gozo. De repente se le presentaba esta oportunidad inmejorable.
- Ya- le dijo- bueno, no se preocupe, estoy algo familiarizado con esa disciplina.
- Entonces podríamos empezar ya, voy algo atrasado y está prohibido manipular el espacio-tiempo antes de los exámenes.
- Bien, pero sólo si me permite entrevistarlo a usted también.
- Bien; poco ortodoxo, pero lo acepto. Podríamos empezar por esa comparación que ha hecho usted entre los de nuestra especie y los de la suya. ¿A qué entes se refería usted?
- Bueno, para serle franco, los humanos somos muy hipócritas y casi nunca decimos la verdad. Tenemos lo que nosotros llamamos "tabúes", es decir, temas prohibidos aunque inevitables.
- Ajá...
- Así que los gusiluz, en realidad, son seres que dan placer sexual a las mujeres por las noches. Surgen de la noche y aparecen por sorpresa. Traen a los humanos de cabeza.
- Oh, entonces, ¿mi apariencia puede resultar socialmente polémica?
- E individualmente, se lo aseguro.
- Vaya, ¿y los pitufos?
- Los pitufos son seres azules que te exprimen los cojones para extraer lo que ellos llaman "zarzaparrilla", un extracto que les sirve de alimento.
- ¿De veras? Menos mal que nosotros tenemos los cojones, como usted dice, dentro del cuerpo, je, jee...
- ¿Se reproducen sexualmente?
- Oh, no exactamente, simplemente somos hermafroditas y según nos de, fecundamos o parimos.
- Ah, ya veo.
- Pues me toca. ¿qué me acarrearía parecer esos dos seres al mismo tiempo, aquí, entre los humanos?
- Lo que yo llamo una "estampida inversa", es decir, que los humanos sienten una inspiración búfala que les hace dirigirse precipitadamente y a la vez, hacia usted, con el noble propósito de integrarlo en el suelo cultivable en cuestión de segundos.
- ¿Abono? ¿Me podrían cambiar la composición molecular tan rápido? ¿Y con qué tecnología?
- Una relacionada con la herencia genética.
- Oh, manipulan los genes, qué poco informados estábamos en la facultad sobre sus avances...
- Ya; usted, ¿tiene buen expediente?
- Bueno, aprobados.
- Ajá, y, ¿cuánto tiempo hace desde que, en su civilización, la educación se masificó y comenzó una eterna reforma?
- Unos doscientos-mil años, pero siguen sin estar de acuerdo. Es una tradición ya, en nuestra cultura.
- Ya, comprendo... y, ¿cómo pilota la nave?
- No sé... le digo adónde quiero ir, lo que quiero beber, la realidad virtual que me apetece. Es un trasto guai.
- Ujum... ¿no le dijeron nada de nuestras costumbres con respecto a los extranjeros?
- No.
- Tiene usted que obtener el permiso de residencia. Eso es esencial.
- ¿El qué?
- Es un papel, un objeto. Usted tiene que ir a por él, y escribir ciertos datos complejos en unos formularios; eso sólo para solicitarlo, claro. Después tiene que esperar a que se lo concedan o no. De no obtenerlo, sería usted expulsado de nuestros estados habitables.
- Pero...- y en ese momento se le iluminó la mente- ¡Venga ya! ¡Te estás quedando conmigo, hombre! ¡Cómo iba yo a tragarme semejante patraña! ¿Permisos de residencia? ¿Escribir? ¿Papeles? ¿Objetos? ¿Ir a por cosas? Pero, ¿tú nos has tomado por locos o gilipollas?
- Bueno, admito que lo último no era cierto; aquí todos somos iguales y vivimos en paz, las mujeres se complacen con sus gusiluz y los hombres temen a los pitufos, y todo el mundo es feliz así. Pero en el caso concreto de usted, existe un gran peligro de que sufra la temida estampida inversa. Debe marcharse cuanto antes.
- Ay, nada como una conversación lógica y civilizada. Seguiré su consejo. De todas formas, ya tengo bastante para hacer el paripé.
- No exagere, hombre.
- Sí, asi es como llamamos nosotros a lo que ustedes llaman "tesis doctoral".
- Ah, ya veo; es que la universidad ya no es lo que era, ¿eh?
- Y que usted lo diga...
- Ciao.
El alienígena volvió al bosque y a los pocos segundos su nave despegó de entre los árboles. Ya era de noche. Ah, sí. Él llevaba perdido dos semanas tras un accidente de avioneta, y hacía días que había abandonado por completo cualquier forma de esperanza.
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