viernes, 3 de junio de 2011

Los Poderes del tonto del pueblo


La procesión recorría la calle principal.

El tonto la precedía con aires militares,
extraño como una aspiración de ángel entre sacos raídos por las ratas.

El tonto, el tonto del pueblo,
las gentes que reían,
los que miraban a otra parte
y los cínicos,
que planeaban calores secretos de a media-tarde.

El tonto, inmune a los principios,
se creía el motivo de la fiesta
con la inconsciencia de los ojos planos
y el estrabismo de sus manos onanistas.

Y es posible que creyera
que el desfile, que los astros,
que la vida y la muerte y los hechos del presente
le piden permiso a él,
mariscal de pajares y arenilla,
rey borracho de espejos deformados,
para salir,
desfilar,
existir,
ante su careta de muecas sin matices
que todo decide y ordena
con la singularidad del tonto...


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