viernes, 6 de noviembre de 2015

El gris de diez minutos




La actividad distrae de agonizar, por ello esperar es tan desalentador. Es un cara a cara al paso del tiempo. Te jodes. No hay más. El móvil no deja de ser tan inútil como un walkman, a ese respecto: se pone gris si el entorno es gris o si tu cabeza está gris. Con catorce años esperaba al autobús con mi cacharro: estaba hasta la polla de mis cintas, se habían puesto grises, no me decidía por ninguna, la radio era una mierda, etc. Ahora, que dispongo de toda la música del mundo, no sé qué poner en youtube, me quedo bloqueado y me limito a soltar proclamas en redes sociales. Es casi lo mismo. Internet es gris. Tarde o temprano la pantomima se delata sola y seguimos igual. Acabas esperando, viendo pasar a los gatos y pensando en el anonimato de una loseta de acera en una ciudad; es bueno que las losetas sean anónimas y solitarias: habla bien del entorno. Abren la tienda. Todos aniquilamos al mundo por tener diez minutos perdidos y quien lo niega, miente. Porque el tiempo solo y sin leche ni azúcar es insoportable...

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