martes, 12 de enero de 2010

Cápsulas y su representante



No hay motivo para encapsularse; encapsularse nunca está justificado. Sé que estarás de acuerdo (al considerarme así), pero te equivocas. Cuando matice todo esto no lo estarás en absoluto, y ello probará que estoy en lo cierto.

Ser una cáscara de nuez vacía parece muy moderno, sobre todo, muy seguro. Qué gran artificio, qué viejo recurso absolutamente clásico te pones como si fuera una bufanda de diseño. Porque ser muy duro, muy insensible y sin corazón te da la esperanza de que nadie note tu naturaleza sensible, sentimental, romántica, babosa y vulnerable. Sobre todo, que nadie vea una diana en tu pecho; en el tuyo no.

Mejor pregonar a los cuatro vientos que el corazón miente, que es de débiles tenerlo, que los sentimientos son ilusiones, que la gente es mala por naturaleza y tarde o temprano se corrompe, bla, bla, bla. Eres una cría, un ingenuo que cree que su experiencia es única, y ante el más mínimo indicio de alguna más que dudosa verdad, vienes a predicar tu buena nueva.

Baja del púlpito y estudia, no en los libros, sino en tus adentros; métete en un dormitorio y pásate quince años explorándote en soledad, súbete a las azoteas en la noche y déjate seducir por el sinsentido del cielo estrellado, sal a la calle cuando haga viento rugiente para sentir el vacío de tu fascinación sin objeto, analiza a la gente desde lejos y busca tus semejanzas y diferencias, ¿serás capaz de hacerlo? Considéralo tu graduado escolar como ser humano; ese, que nunca obtuviste porque te has pasado la vida haciendo rabona por los solares de los analfabetos del corazón.

Claro que no lo harás. Desde que en tu ignorancia total de la vida decidiste ascender a Orgullo a tu cobardía, me responderás con tu misma mentira y tu parodia de filosofía. ¿Quieres un consejo? Métete a cura y, sólo entonces, vuelve al púlpito de tus sueños y a tus fórmulas fáciles, no estás preparado para un mundo sin dios, por muy cínico que te creas.

Porque, ¿dónde has estado todos los años anteriores a tu “descubrimiento”? Es un misterio total para mí, la vida sin conciencia, interesante y fascinante como la magia. Me gustaría saber en qué menesteres empleabas tu mente para haber pasado por alto los temas existenciales más elementales cuando eras niño. Ahora vienes con tu dialéctica vacía y sin contenido y yo sólo veo el capítulo primero de mi recorrido, pero anunciado como algo nuevo y sorprendente (y original, encima). Resulta patético, aburrido, soso, empalagoso, predecible.

No eres ni generoso ni desinteresado; de hecho, presumes de ser consciente de que todo el mundo es así, cuando la única verdad que en realidad pregonas es la relativa a tu persona exclusivamente. Tu necesidad infantil de etiquetar de manera neta a las personas, ese maniqueísmo simplista que pasa por alto la tremenda complejidad del ser humano y sus grandes contradicciones, refleja la pobreza de tu pensamiento.

Sin embargo, tú, el no generoso y no desinteresado, acudes sin que yo te llame y me intentas convencer de que tengo un problema. ¿Qué buscas? ¿Qué dolor sufres por dentro para venir a contarme historias políticas, sociológicas y místicas sólo porque tengo pareja y me va bien con ella? ¿Qué sucede? ¿Qué te impulsa, predicador del egoísmo, a semejante acto de piedad? ¿Necesitas que yo tenga ese problema porque ese es tu bálsamo, porque te da terror descubrir que, efectivamente, has sido, eres y serás un total y completo imbécil?

Si yo no tuviera el problema que pretendes, se pondría de manifiesto el carácter abismal del tuyo. Te duele tanto por dentro que rompes el silencio de tu vergüenza secreta, y al hablar, la pones de manifiesto. Necesitas tanto tu bálsamo de tontos que prefieres correr el riesgo de destapar tu vergonzoso secretillo, antes que a soportar el dolor, e ignoras que tu supuesta piedad hacia mí es la constatación de tu derrota.

Lee en mi indiferencia y encontrarás la respuesta. La gente débil es incapaz de ser indiferente al origen de sus debilidades, aunque sea redundante. Claro que los caminos que no son fáciles no están a tu altura, por descontado. En eso estamos de acuerdo, ironías de la vida. Tú no sabes nada ni del esfuerzo ni del valor de las cosas difíciles porque te has rendido siempre, e intentas disfrazar tu miedo intentado maquillarlo con los coloretes de la sofisticación y la impostura, recurso que sólo vale para los pequeñopensantes de tu calibre.

Estoy cansado de tu cápsula de superficie plana y sin rugosidades, de tu seguridad de plástico y de tus teorías sobre la maldad del ser humano. Eres demasiado simple y, ¿no ves a tu alrededor lo comprometida que es la mera existencia de la conciencia? Claro que no lo ves, las complicaciones no sirven para ti, sólo las consignas fáciles de digerir que sirvan de escudo a tus vergüenzas de niño mimado y malcriado que es incapaz de vivir con la intimidad de su ser sin aterrarse ante la mera posibilidad de parecer homosexual.

Me lo he pensado mejor: sigue en tu cápsula, la vida no es para ti, ni para vosotros, ni para vosotras, ni para ellos, ni para ellas...

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