martes, 16 de junio de 2009

Tecnócratas y sus pajas



He conocido a muchísimos tecnócratas a lo largo de mi vida; es más, son una plaga. Ya sabéis, esos que consideran que debería haber una criba para los candidatos a puestos y cargos públicos políticos, de manera que sólo la gente debidamente preparada pudiera acceder a los mismos. Incluso llegué a oír ideas similares para conceder el derecho a voto: que sólo los debidamente preparados pudieran ejercerlo. Siempre me he preguntado quién sería el que estableciese los perfiles idóneos. Al parecer, estos tíos, tan listos que siempre están alertas y miran con escepticismo todo lo que les rodea, no se sienten amenazados ante la posibilidad de que “vaya usted a saber” qué manos deciden qué criterios para hacer el censo y formar la nueva clase política. Crear, en nombre de la justicia social, una clase privilegiada que no tiene que responder ante nadie no les genera desconfianza alguna. Quedaron contentos con no ir a la Expo, dudar de la existencia del Holocausto, de la llegada a la Luna, etc. (o sea, formas vanidosas de autoglorificación mediante una imbecilización gradual del individuo, que se refuerza y consolida mediante la seducción de otros individuos, profundamente estúpidos, al quedar los sujetos fascinados por el abismo donde-todo-es-posible de una mente cuyo discurrir no responde a lo necesario). En resumen, que lo importante es hablar muy alto e impresionar, mediante el vacío formidable de la cretinidad, a alguna niña bien vestida y sin cerebro (de otra forma la seducción no podría suceder), para darse satisfacción a sí mismos. Todo es un juego de escaparate y decoración en este mundo de todo lo posible lleno de patitos rosas y buenas intenciones verbales (y orales).

De todas formas, esta no es una idea para nada nueva (ni los que la defienden: tontos ha habido siempre). El gobierno de los mejores (el sentido primigenio de la palabra “aristocracia”) ya lo señaló Platón, para quien los filósofos deberían ejercer el gobierno de los estados; obviamente, el Tirano de Siracusa lo vendió como esclavo cuando empezó a intentar llevar a la práctica sus teorías, pero nadie ha parecido entender a fondo el sentido de este acontecimiento excepto él, que no volvió a plantearse semejante propósito nunca más. Las Vanguardias Históricas promulgaban el Arte Total, o sea, el pleno dominio de los artistas en todas las esferas como una clase visionaria. ¿Y qué decir de la Santa Iglesia Católica? Si por ellos fuera, volvería el poder absoluto de los constructores de puentes. En cualquier caso, y más en el mundo majadero de la autosublimación inmotivada (o sea, posmoderno), un futbolista afirmaría sin complejos que un delantero sería un buen presidente del gobierno. A igual a A. La fácil lógica del espejo para agradar la simpleza de los memos.

En cualquier caso, estos tecnócratas de tres al cuarto que van de revolucionarios, cuando se les pregunta por el criterio a seguir para distinguir a los privilegiados, siempre se van en primer término, qué curioso, a los criterios más académicos. Choca que ninguno de los tecnócratas que he conocido haya terminado (algunos ni empezado siquiera) una carrera universitaria: quedarían, en su maravilloso mundo aristocrático, inhabilitados para votar o ejercer cargo público alguno. Es en ese momento cuando se paran a pensar (gesto plausible) y matizan: habría que hacer una serie de tests (los que ellos pudieran pasar, claro) y, si los candidatos respondieran adecuadamente, darles la patente de corso política.

Los tecnócratas forman pequeñas sociedades de genios enfadados que en sus reuniones de café se lamentan de lo mal que va el mundo y muestran sus fórmulas mágicas que resolverían todos los problemas si se les escuchara. Microsociedades de estas, formadas por una autoerigida “élite de la sociedad”, he conocido cientos, miles. Una proporción tan alta no puede ser una élite, sino una pequeña mayoría, como mínimo. Vamos, que para proclamarse elitistas parece que no se han aprendido la premisa principal que define el término: la minoría, la excelencia y la exclusividad (cualidades que nadie regala, al igual que los buenos expedientes académicos no llueven del cielo, sino de los codos de cada uno). Claro que cada minisociedad elitista considera que ellos tienen razón, y los de las otras miles de minisociedades sitas en las mesas contiguas de las terrazas, no.

Técnicamente hablando, si bien es difícil decidir quién es élite y quien no, reconocer a un gilipollas, término menos glamouroso pero menos contradictorio con la realidad también, es tarea sencilla. Yo los mandaría a un campo de trabajo maoísta para que los reeducaran pero, claro, por eso no me considero la persona más adecuada para gobernar. Yo sí lo sé. ¿Cuándo lo sabrán ellos? Para saber algunas cosas, hay que ser capaz de saberlas...

Los tecnócratas se pajean alardeando de su idiocia. Bueno, eso es mejor que muchas otras cosas; les podría dar por hacer algo productivo, a saber qué despropósitos, no gracias.

En un mundo donde ser un imbécil se premia, resultaría peligroso, hey. Mejor dejarlos dudando de si hay realmente cambio climático y apareándose con sus homólogos.

Que se pajeen a gusto y de manera estéril, por favor...

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3 comentarios:

Anónimo dijo...

jajaja, muy weno.
dale tiempo al ser humano, en unos cuantos miles de años o se han extinguido todos o no necesitarán que nadie les gobierne. no rezaré por lo segundo, pero me hace más gracia.

arthur stone dijo...

El otro día precisamente alguien me habló de eso mismo, de que deberían hacer un test a la gente antes de votar, para ver si está capacitada etc...
Me irritó bastante esa idea porque va encontra del concepto mismo de la democracia, y luego seguramente solo tendrían derecho a votar los que pasaran ese test...
Se resolvería con una simple mirada a su currilicum.
Sólo votarían las personas que realizaran una actividad de relevancia social, tipo el sr juez que dejó en libertad a el asesino de Mari Luz...
sin perjuicio de esos mismos creyeran en Dios y trabajaran resolviendo recursos administrativos sobre gente que acampó ilegalmente en la playa.
Y después el consejo de los guardianes aceptaría revisar los escrutinios en los colegios con demasiadas denuncias por irregularidades.

Un saludo.

Aida Vílchez dijo...

Duro con ellos, profesor!
arghhhh!!!!!!