martes, 14 de agosto de 2012

Sobre las buenas intenciones



Siempre he potado a lo Fontana di Trevi, con fuerza, hacia arriba, trazando un leve tiro parabólico. Estaba en el fondo del Fun Club, cuando esa parte de la sala estaba separada de la zona de baile por dos puertas paralelas. Sentí la inminencia de la susodicha erupción a lo héiser en medio de la neblina del mareo y, con la mejor de las intenciones, me dispuse a salir a la calle para no liársela a esta gente poniéndolo todo perdido dentro. Pasé las dos puertas hacia la pista de baile, corrí entre la pista empujando a la gente porque la cosa era seria (y venía, venía sin duda), y llegué hasta la salida.

Parecía que había triunfado, ya estaba en la puerta del fun, y esta se abrió justo cuanto comenzaba a manar el asunto; tenía que salir como fuera, la boca no podía retener eso por más tiempo, y había más, y no cabía. Pasé y entonces el portero me cerró la puerta siguiente (antes eran dos, ahora son tres las de la entrada). Lo miré con las lágrimas saltadas, las mejillas hinchadas, la boca a punto de estallar, y ya no pude más, otra arcada y... Fontana di trevi, a sus pies.

Me abrieron automáticamente, pero el caño ya no paraba de manar. Había una cola larga esperando en la calle y yo salí haciendo eses, caminando, potando a la vez y disculpándome, entre los vitoreos de pitorreo de la gente.

Yo lo hice con la mejor intención. Pero el portero se pasó toda la noche con mi pota por compañía. Hay que joderse.

Luego volví a entrar y me despertaron a la hora del cierre, para variar.

Será el karma o lo que coño signifique...


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