jueves, 22 de agosto de 2013

Dos hermanas



Me la llevé a aquel cuchitril. Ella estaba bastante borracha. Yo dudaba de si estaba en sus cabales, pero parecía que sí; esto no era algo tan repentino como ella creía. Joder, eso es lo malo de todo, que todo se agota, hasta la capacidad de sorprenderse. Le enseñé mis cuadros, los de mi compañero. Todo tan sucio y desordenado y aquel sofá destartalado bajo la luz amarilla de una sola bombilla: no podría resistirse. Todos queremos emular novelas y arquetipos desde nuestra predecible ansia de originalidad. Sólo fue cuestión de abrazarla por la espalda y besarle la nuca en el momento adecuado, mientras en la radio salpicada de polvo y manchada con restos de acrílico blanco sonaba algo insulso y pretencioso digno de radio 3. Acariciar sus piernas, levantándole el vestido levemente, modelar su vientre y sus pechos y pasar con suavidad los dedos por sus labios, para que se diera la vuelta y nos besáramos con hambre. Lo demás vino sólo. Un polvo salvaje sobre el sofá, algunas manchas de pintura por el cuerpo, jadeos entre arte irreverente por todos lados y algún bocado furtivo y heridas de garras. Pero ante todo, la falsedad, que seguía dando testimonio de todo, porque la falsedad es el notario de todos los fenómenos de la naturaleza- el problema no está en la naturaleza, sino en tener ojos. Que la pintura o la música se te antojen cada vez más como simples juegos de ilusionista puede pasar, pero cuando hasta las personas te parecen un mecanismo limitado con un enorme vacío en su interior, ¿qué coño puedes hacer con la moneda garantizada del tiempo? Antes, el mundo podía ser una mierda siempre y cuando te fascinaran los mundos interiores de otras personas, pero cuando hasta eso se agota, vas mal.

Aquel verano, mientras paseaba por la costa rodeado de terrazas, restaurantes, mesas repletas, me sentía el único testigo de una civilización que nace y muere anciana. Miserables vidas intentando ser alguien entre miles de fotocopias que intentan explicarse su angustia con pescado frito; que necesitan creer que tener a un camarero que les acerque las cosas justifica el resto del año empleado en el absurdo. ¿Cómo sentirse parte de eso? Esa quietud al cortar la carne, la expresión de cinismo de los empleados, el aburrimiento sin esperanza de las miradas de los comensales, las parejas que ya no tienen nada que decirse- el sonido de los cubiertos parece suplicar que estalle una guerra cuanto antes. Una paz de mantelito y velas para gente que quiere matar al resto del mundo. Las vacaciones son un sainete de mal gusto que no se puede presentar debidamente al público, porque cualquier cosa les vale antes que aceptar que un cambio geográfico de ubicación es como renovar la decoración del piso: sólo engaña al gato. Meses soñando con la escapada para descubrir que a pesar de ello siguen siendo ellos mismos- al año siguiente obviarán esa certeza y lo volverán a hacer, porque creen que al resto les ha funcionado cuando los engañan al respecto, tal y como ellos hacen con los demás. Al fin y al cabo es mejor presumir de consumo y gasto que anunciar públicamente que están tarados- porque con eso no se compra nada y el tiempo así concebido sólo conduce al poco decoroso suicidio. Y así les han vendido el paraíso y buscan con la mirada abúlica la polla prometida que nunca llega, la mamada redentora, el revolcón máximo e incluso un crimen soterrado; y si llega, en cualquier caso, no resulta ser más que una paja hecha con el cuerpo de otra persona igual de angustiada, igual de insulsa que el pulpo que intentan acabar cuanto antes por la incomodidad que provoca una vergüenza que nunca se nombra a si misma, y que parece que ni siquiera les perteneciera, sino que la hubieran alquilado junto con la hamaca de la playa. ¿Cómo no deprimirse en La Costa del Sol, en Benidorm o en Mallorca?

Abandoné las vacaciones antes de tiempo: ver a Europa yacer en una tumbona no es de gran ayuda; menos aún engullendo basura cara y tratando de explicarse a sí misma en un cubo de cerveza. Comparado con eso, es mejor el mundo del arte: al menos la gente no sueña con que alguien mee y cague por ellos. Bueno, eh, soy un optimista.

La vida no deja de resultar extraña, porque a pesar de todo, ciertos olores peculiares asociados a hombros redondos, bocas de fruta y una mirada turbia de inteligencia suicida pueden embaucarte como una borrachera temporal. Y ahí entraba ella. Sí, era estimulante. El problema es que cuando seduces a alguien, ello demuestra que te has anticipado correctamente y, por lo tanto, no hay lugar a la sorpresa (o al menos a una sorpresa genuina), y en el otro extremo, cuando no resulta, se tienen más garantías de sorpresa (aunque no siempre), pero normalmente te tienes que joder asumiendo la distancia sin probar el licor. La seducción te garantiza un tiempo limitado de admiración para luego pasar al aburrimiento de siempre. En general, nada parece valer nada.

¿Debería sorprenderme de haberme tirado a su hermana? El caso es que no; pero su olor quedaba libre de estas tribulaciones. Hay algo característico en los olores que te invade sin que puedas joderlos con ideas o reflexiones fatalistas. Te gustan y punto. Y el de ella me gustaba. Más que el de su hermana. En cualquier caso, era un manjar furtivo, fugaz. El olor se asocia al brillo de la piel, al tacto, incluso a la curvatura de los ojos o la forma de los párpados. Y los mechones de pelo son como pinceles que pintan esa fragancia, la hacen cosquillear por el cuello o bajo el lóbulo de las orejas. Ella se fue del estudio con remordimientos. Ese terror en la forma de moverse, ese aire de belleza en la manera de huir, su turbación grácil al recorrer el callejón en dirección al centro. Eso es lo que te hace quedarte pillado por alguien.

Sabía que a su hermana pequeña le iba a molestar. Era normal. Toda una vida junto a un ser genuinamente bello, con comparaciones y favoritismos mal disimulados desde su más tierna infancia, tenía que tener su coste. ¿Cuántos amantes como yo se habrían quedado igualmente cegados por ella, la primogénita? ¿Existían celos soterrados bajo ese amor tan incondicional que exhibía continuamente por ella? Es cierto que había algo en su alma cándido y bello, pero también encerraba colmillos, algo de veneno, cierta capacidad para dirigir las naves por las corrientes del dolor. Desde luego, no deberían existir personas tan hijoputas como para adjudicar la santidad a nadie; yo desde luego no lo hago- ¿la piedad no consiste en reconocer y aceptar lo demoníaco de los demás? Hay que dejar a los seres humanos ser imperfectos. No nos jodamos más los unos a los otros de lo que ya lo hacemos, por favor.

Decidí callarme, no decirle nada a la más pequeña de las dos. Puede que no fuera el primero que se pasan la una a la otra, pero arriesgarme a enfrentar a dos hermanas es una responsabilidad muy grande que haría demasiado tentador trazar las líneas de una tragicomedia con pretexto de ellas. No soy tan cabrón. Pero perseguirla, soñarla, probarla una y otra vez- ahí los sentidos superan a la cabeza. Esa mirada que se nombra con su olor y que subraya su piel... Pero bueno, tío, ¡todo no es más un truco! Me lo repito: acabas de llegar del infierno, estás perturbado, su gracilidad es aparente, su bondad es fingida aunque hasta ella se la crea, el amor es un estado pasajero de embriaguez e imbecilidad...

Y voy recorriendo despacio la misma calle por donde ha bajado ella tan rápido, con el moreno de la playa decayendo por mis brazos, creyéndome que pierdo la fascinación por la manera en que se curvan sus pestañas mientras me paso distraídamente la nariz por mi hombro buscando su olor aún reciente sobre mi piel hambrienta e incrédula...

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