jueves, 1 de agosto de 2013

Mi yo perdido




Hay que ponerse serio. Es dura la prueba, sin duda. Tarareo mentalmente el final de perfect day: “you're going to rip just what you sow”- vas a cosechar sólo lo que siembres. Me preguntó qué clase de veneno he estado sembrando todo este tiempo: facebook está lleno de llamadas de socorro de almas desesperadas, y yo no soy una excepción. Intento no ser tan obvio pero da lo mismo. Cuadrados con recetas para la propia desesperación llenan los estados de los usuarios. Todo parece implorar algún signo de aprobación de dios, del mundo, o de Perico de los Palotes. “Mis células están hartas de no ser acariciadas y se vuelven locas” resume el sentir de nuestro inicio de siglo. Intentos de convertir el dolor y la desgracia en marcas de superioridad. Tretas de almas paranoicas que sospechan conspiraciones a sus espaldas. Hay que ponerse serio: deja esas canciones por el momento. Abandona todo lo que ahonda y engrandece el dolor porque te estás consumiendo. Los porros apagaban cada día el mínimo resquicio de felicidad que lograbas con tanto trabajo encender. Ahora no hay refugio, el aire insípido me deja un sabor en la boca de vacuidad: no estás haciendo nada tío, ponte las pilas. La libertad es así, es seria. Serios son los lobos y los leones, los ciervos, hasta los gatos adultos, y las coníferas sostienen su porte enorme gracias a su seriedad. Qué clase de veneno he sembrado para que en todos los niveles se materialicen mis peores pesadillas. Vivo en un mundo aletargado que ya ni siquiera cree en la guillotina cuando le escupen a la cara. You're going to rip just what you sow...

Bien, estoy roto por dentro y no debo recrearme en ello, engrandecer los rasgos de las heridas. Es mejor mirar al mundo, pero el mundo se ha vuelto loco, y es desesperante buscar un hueco entre el exterior y mi alma donde quepa lo poco que queda de mi. El mundo se está suicidando y tienes que ponerte serio contigo mismo y tomarte con tesón la labor de mantenerte íntegro a pesar del dolor y la soledad, no dejarte arrastrar por la marea. Tu interior te traiciona y el exterior se desmorona. Y se mueren Joaquín y Sergio. Joder Sergio: eras un tío apuesto que llegaba siempre a la facultad con Silvia, esa chica morena tan guapa, tan guapos los dos. Sergio, guitarra solista con tu SG negra y ese estilo tan elegante y claro de tocar. El tiempo es una mierda y se cebó contigo. Me pregunto que será de Silvia ahora. Hace tanto que rompisteis, mucho antes de que todo esto empezara: la enfermedad, la enfermedad del mundo, la enfermedad del desengaño que ha manchado toda mi sangre. Me pregunto si te llora. Qué insolente es la ignorancia. Porque tal vez existan los sentimientos nobles al fin y al cabo. Lucho por seguir creyendo en ellos cuando ya está perdida la batalla. ¿Existe nobleza en el alma humana? El paso del tiempo nos avinagra como si fuéramos el peor de los vinos. No hay otra: ponerse serio, trabajar, desenmascarar esta realidad de mierda. Ya no quiero canciones felices, las quiero molestas. Ya no quiero pintura serena, la quiero desgarrada. Y deseo con todas mis fuerzas una literatura que lo incendie todo: todas mis conclusiones señalan al fuego. Y para eso hay que ser muy serio. Ponerse serio. ¿Cómo será, después del amor perdido, enterarte de la muerte de un alma que durante tanto tiempo te iluminó el camino? Pienso en ello. Pienso en Silvia. Casi lo adivino y lo siento: lo irremediable de los ojos que se apagan para siempre. Fin de la historia. No habrá más capítulos. Hago de Silvia un cuento, un libro. Y no me lo creo. Seguro que el corazón de todos es de madera y chirría al latir. Algo así es incapaz de nobleza alguna.

Aguantar como sea. Aprender a vivir sin esperanza. Y no contentarse con aguantar. Tal vez en ello resida todo. Si empiezas a felicitarte por tu entereza olvidas alimentarla, y eso es lo peor. El lobo sale cada día a la caza, serio y consciente, ocurra lo que ocurra, y muere siéndose fiel siempre. La autocomplacencia, así como la lástima de sí mismo, son dos formas de hacer historiografía con tu propia vida. O lo que es lo mismo: caricaturizarse. Y la Historia se hace fuerte cuando cesa el impulso vital; en ese momento, la Historia se imita a si misma y solo quiere ver espejos. Maldito tiempo de vanidad en que me ahogo de insolencia. ¿Tengo un corazón noble? Cada latido insolente me dice que sí, y me ruborizo de vergüenza... El Nota aguanta... El Nota es en el fondo un tío serio, de ahí su comicidad: hay que estar muy tarado para ser noble en un mundo como este.

La muerte me pasa de largo, sigue con su juego. Y la sociedad se muere, y muere el ser humano que creí conocer, que la caracterizaba. Ahora sólo hay imbéciles. La vileza me sorprende con cada conquista y hasta los corazones resultaron ser espejismos. Pero aguanto. Joder si aguanto. Joaquín estaba tan vivo la última vez que lo vi: aporreaba su lata como si le fuera la vida en ello. Miraba con el enigma de los ojos que te atraviesan y te ven en el fondo de tu alma. Joaquín sentía escalofríos al darme la mano. En las mayores de las fiestas, cuando todos estaban poseídos por el vino y cantaban y bailaban, a veces sucedía que yo, en vez de participar, permanecía apartado a un lado, serio, y él se acercaba y me decía “esto lo provocas tú, aunque no toques ni te unas, hagas lo que hagas, lo provocas tú, hasta cruzado de brazos”. Me miraba y me señalaba y añadía “Tú sabes que lo sé”. Me daba la mano y se le llenaban de espanto los ojos y me tenía que soltar. Me pregunto de qué habrá muerto Joaquín. Y en el fondo da lo mismo. “Somos luz” me decía antes de largarse a seguir su ronda con la lata. La nobleza de la franqueza. O dejarme seducir por la tentación de dudar de todo. En cualquier caso, es luz. Ahora es todo él luz.


El paso de los segundos es doloroso, el aburrimiento sublima la certeza de la soledad, el fuego fatuo de las drogas y el alcohol está ahí, pero aguanto- el tiempo blanco frente al tiempo grumoso, ese que te cosquillea por el cuerpo, mantienen su pulso en equilibrio. Los adictos somos así: la realidad desnuda es insípida y nos gusta vestirla de gala, que se sienta la sangre circular haciendo caricias y cosquillas. Pero debo ser serio. Porque sólo este hastío de infertilidad será suficiente para alimentar todo lo que tengo que hacer, sólo la certeza de no tener más alternativa que actuar me dará las fuerzas y la convicción para seguir recorriendo este absurdo camino.

Y entonces, cuando comience a cumplir los desafíos, ¿me vanagloriaré a la vista de todos? ¿tal vez seré distinto? ¿descubriré tener latidos de madera que chirrían?

¿Y eso que más da?

Lo importante es averiguar si una vez en lo alto, seguiré aburriéndome, si me atraerá masturbarme con mis logros o por el contrario me encontraré con la misma y quebrada alma de cuyos designios huyo. Porque tras las mayores obras de esconden ambiciones modestas; la mía, recuperar la intimidad con el mundo a través de mi yo perdido...

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