miércoles, 16 de octubre de 2013

Indolencia en expansión




Le acababan de llamar por teléfono. Era sábado y por lo tanto, al parecer, era inconcebible que pretendiera quedarse en casa. No importaba que hubiera salido bastante en las últimas semanas o que incluso la víspera hubiera optado por no recluirse; se trataba de la actitud, ahí estaba el problema, y ellos creían que transportando su cuerpo por los lugares comunes de encuentro y apareamiento eso cambiaría.

Él, por su parte, llevaba un tiempo pensando en cosas que había leído de filósofos escépticos sobre el camino de no retorno que ciertas certezas llevan consigo. El sentido trágico de la caída en el tiempo y, aún peor, la conciencia de esa tragedia, el vacío de los instantes o del infinito; el sinsentido de tener un cuerpo y pasearlo de aquí para allá para proveerse de alimento, agua y sensaciones que lo adormezcan o lo narcoticen frente a ese sinsentido general. La existencia se compone esencialmente de pasatiempos absurdos, entre medias del aprovisionamiento necesario para mantener la maquinaria vital en marcha, para seguir evitando aburrirse mediante el ejercicio de la alucinación voluntaria. Órganos, extremidades, para caminar hacia la comida y el agua que te posibiliten poder seguir caminando hacia la comida y el agua. Y dormir para poder volver a empezar. No basta con tener una conciencia del universo. Tienes que salir al exterior para que tus ojos lo vean, trasladarte. Tienes que ir hacia los paisajes, hacia las personas; incluso hacia el precipicio. Y caer es trasladarse. Y chocar. Es todo demasiado imperfecto para una conciencia que abarca tanto. Se fue a su dormitorio. Le volvieron a salir por el chat.

- Tío, no te quedes en casa, no seas tonto, vente, hemos quedado a las once en el central
- B=======D

Cerró el chat. Había leído algunas cosas y visto varias series de documentales sobre el cosmos y el sistema solar; por ejemplo, el destino del planeta, independientemente de que nos lo carguemos nosotros, no es muy halagüeño. La Tierra será engullida por el sol transformado en gigante roja, todo esto si antes no destruye la vida un meteorito pertinente, lo que estadísticamente es casi seguro, o no se enfría el núcleo del planeta desapareciendo el campo magnético y, de esta forma, quedar la superficie a merced de temperaturas que aniquilarán la vida mientras los vientos solares arrastrarán hasta hacer casi desaparecer la atmósfera, si no eliminarla del todo, como postulan que sucedió en Marte. Así que, tal como defienden los ecologistas, es malo cargarse nuestro hogar y privar a las futuras generaciones de él, pero incluso si la especie no se extinguiera y continuara su evolución, o bien aprendemos a hacer agujeros de gusano pronto o nos iremos a tomar por culo inexorablemente. Está muy bien cuidar el patrimonio histórico, pero tarde o temprano se irá todo al carajo. Y siendo así, la destrucción global de este hermoso paraíso en que vivimos dista mucho de ser el pecado mortal que pintan los más religiosos moralistas de la ecología, sino, en término absolutos, un breve adelanto de lo inevitable. Se fue al baño. Ahora eran mensajes de texto.

- Sal, no seas maricona!

Ya le empezó a resultar violento negarse tanto.

- OOOk, allí estaré.

Empezó a ducharse. ¿Y la luna? La luna se separa varios centímetros al año de la Tierra. Los dinosaurios veían una luna notablemente más grande que la nuestra y las mareas eran mucho más brutales. Cuando esté demasiado lejos, no habrá mareas, la luna tal vez entrará en órbita solar y dejará de estabilizar nuestro movimiento de rotación, y el norte y sur geográficos dejarán de ser estables, la Tierra girará caoticamente, los días y noches perderán su regularidad, las estaciones se descojonarán. La vida será imposible tal como la conocemos: ¿los agricultores se quejan del tiempo? Que se preparen si es que sobrevivimos hasta entonces. En cualquier caso, pensó mientras se ponía champú en la cabeza, a más corto plazo, apenas unas décadas, el mar entrará triunfal en esta ciudad. ¿Cómo pensar en jubilación alguna? Seremos refugiados hambrientos sin hogar, seguramente. Los que pagan hipotecas son unos ingenuos por partida doble: por el timo bancario y porque tendrán que entrar en sus hogares con escafandra. Habrá guerras, se están estableciendo tiranías, las sociedades se derrumban y el arreglo inmoral que proponen los neoliberales es tan sólo un parche. Y mientras se enjabonaba el cuerpo, repasó ese futuro que tantas veces había entrevisto: él moriría de hambre, es lo más seguro, como tantos millones más. Tal vez lo más razonable sería hacerlo con algo de dignidad. Armarse, organizarse, luchar. Pero para ello es necesario caer aún más bajo, que la gente alcance el grado necesario de desesperación para ponerse en marcha. En algún lugar había leído que para que estalle una revolución sólo es necesario que falte el pan dos días. Y eso aún no ha pasado. De todas formas, sabía con seguridad que es demasiado tarde, y lo lleva siendo desde hace ya bastante tiempo, para ninguna salvación; la revolución se hará por una mera cuestión de honor y luego se devorará a sí misma, como siempre.

Mientras se secaba, repasó algunas teorías sobre el destino del cosmos. El tiempo transcurre porque el universo se expande. Cada segundo que sentimos pasar es el tejido espacio temporal creciendo. Nos hacemos más grandes, como todo lo que nos rodea. Por eso no percibimos la expansión salvo en el paso del tiempo, al dilatarse. La interacción de los cuerpos sólo sucede en una dimensión temporal en expansión. Si no, todo sería un único instante detenido. Pasará la era estelar, cada vez habrá menos hidrógeno. Las estrellas nuevas irán siendo cada vez menos, las existentes envejecerán. Veremos un universo poblado mayoritariamente por estrellas rojas y enanas blancas, y agujeros negros, y oro procedente de supernovas. Luego, oscuridad. Fin de la era estelar. Y tras un espacio de tiempo inconmensurable sólo habrá neutrones solitarios a millones de años luz unos de otros. Y la expansión se detendrá, sin vuelta atrás. Un espacio semivacío sumido en un instante oscuro y eterno sin dinamismo ni vida. Incluso la era estelar, en comparación con el espacio de tiempo de oscuridad que nos separa de la detención total, será apenas un accidente breve y anecdótico; y dentro de la era estelar, los numerosos episodios de vida en distintos mundos apenas representarán un milisegundo de milagro accidental y pasajero. La vida es sólo un accidente breve y necesariamente finito. Regresó al dormitorio a vestirse.

Tan sólo la conciencia, como gran misterio, le dejaba preguntas. ¿Para qué venir aquí sólo para comprobar que es la oscuridad el origen y el final de todo? Pensar en “dónde”, con respecto a “qué” existe este espacio incomprensible en el que nos expandimos en forma de segundos, minutos, horas o milenios te da vértigo. Y al mirar a tu alrededor ves que sólo hay mamíferos preocupados por nimiedades sin trascendencia y, más básicamente, por aparearse y reproducirse como si todo fuera eterno. Y qué mal casan la inteligencia y los órganos sexuales, pensaba mientras elegía la camisa. Qué grandes tragedias y cuantos sufrimientos nos han infligido el no poder compatibilizar un alma propensa a tener un sentido de la justicia frente al opuesto de la animalidad visceral, que sólo entiende de lo que es posible o imposible. Da igual que esté mal moralmente: si tu polla se encuentra en disposición de penetrar a esa amiga sexy de tu novia, seguramente lo hará, porque puede hacerlo. Luego la mente intentará dar sentido a algo que por naturaleza no lo tiene. Hará juegos malabares, inventará sistemas morales supersofisticados para poder convivir con ese hecho. Le buscará una interpretación, una lógica, un sentido a ese acto cuando, de hecho, desde una perspectiva global, el “sentido” no existe. Ya estaba vestido. Salió a la calle.

Mientras caminaba, pensaba en el absurdo de trasladarse, etc. Intentó pensar en cosas más inmediatas. El amor se ha convertido en la religión del Siglo XXI. En sus interminables paseos por las redes sociales podía a diario constatar que la mayoría de las personas estaban traumatizadas por la tragedia de tener un cerebro con una cierta propensión hacia la moral y la ética, y unos genitales a la vez. Y a esa combinación nefasta la llaman amor. Y el amor degenera en traumas, en inseguridades, en crisis de personalidad, en depresiones y en tragedias. Ves a diario frases y citas hechas por inermes mentales que sirven para convencer a los abandonados de que en realidad son cojonudos, que se arrepentirán de haberlos abandonado, que les caerá un rayo divino y llorarán suplicando regresar porque existe la justicia universal. Mentira. Lo que sucede sucede porque es lo único que puede suceder en ese lugar e instante. La justicia no existe fuera de eso; es eso, y punto. La justicia es la rebelión humana frente a la arbitrariedad del todo. Cuando ves todas esas tretas desesperadas por dar sentido a todo este absurdo te dan ganas de joderles la marrana y decirles la verdad, que no es otra que la mentira de sus aspiraciones. Que no les quieren. Que los han olvidado y que es para siempre, y que, lejos de arrepentirse, se alegrarán de hacerlo. Sin más epílogos, sin más esperanza. Y que en realidad los seres humanos no son tan distintos los unos de los otros, y que sólo una predisposición voluntaria hace posible que cualquiera sea sustituido por cualquiera. Que depender de la aprobación psico-genital de otro es un signo de inmadurez emocional. Que nada nos libra de la infelicidad y que no existen los salvadores. Que debemos tomar apego a nuestra conciencia y aprovecharla y compartirla siempre que sea posible, pero no a cualquier precio. Que el amor es sólo reproducción disfrazada. Que nadie quiere desinteresadamente. Que sólo somos individuos egoístas que aspiran siempre a más, y se vuelven locos gradualmente hasta alcanzar el grado de obnubilación alucinatoria que llaman ser feliz.

Por otro lado están los paranoicos que creen que todo el mundo les odia, les envidia y hablan a sus espaldas. Y llenan también las redes sociales de mensajes dirigidos a esos enemigos velados que no dan la cara, seguramente porque no existen y en realidad a nadie les importa sus vidas supuestamente tan envidiadas; vidas tan cojonudas que precisan de ese reclamo indirecto de atención. En general, las redes sociales reflejan una población sumida en deseos superficiales, traumas sin resolver y trastornos de personalidad de todo tipo. Un mundo pirado, confuso, desorientado y obsesionado por el amor como único absoluto, como aspiración suprema. De todo, menos mirar a la realidad más inmediata. Cuando el hambre y la guerra les sorprendan, ¿qué harán? son demasiado enfermos y decadentes para suicidarse.

Llegaba al lugar. Aquel día no quería ligar, ni mucho menos follar. Era un coñazo la seducción. Había roto el juguete y, por no creer, ya no se creía ni el deseo. Era un todo-lo-mismo que ya ni siquiera engañaba a sus sentidos: podía ver la desesperación hasta en los gestos más tiernos de cariño. Todo era demasiado transparente. No había lugar para la ilusión. Se supone que eso era algo temporal: él también estaba enfermo de desamor, no dejaba de ser alguien unido a su tiempo y época. Fuera lo que fuera lo que sucediera, no estaba en condiciones. Algo estaba roto en el mecanismo con que la vida te la juega para perpetuarse inútilmente (al final nos tragará el sol). Pero la vida es astuta, pensaba. Se las arreglará para hacerte caer de nuevo, pero no hoy. Por el momento esa total indolencia y autosuficiencia le daba una consciente ilusión de ser intocable, y una oportunidad de ser él mismo sin necesitar fingir para introducir el pene en una vagina y eyacular en ella. Todo se le presentaba en un absurdo global sin puntos de referencia sólidos.

Al llegar se encontró bastante dicharachero. Después de tanta reflexión, hablar con personas le resultó refrescante. Le solía chocar esa contradicción cuando sucedía, pero al fin y al cabo él era humano también. Estuvieron un rato de cerveceo por allí y luego se fueron a una disco pequeña que no estaba lejos. Eso ya le gustaba menos: la música es una mierda en general en cualquier parte, demasiado alta para charlar y el paisaje demasiado deprimente para observar: gente desesperada buscando a gente igual de desesperada con quien copular y tal vez crear una nueva paranoia de salvación mutua que desembocará en un nuevo mar de frustración que descargar en facebook mediante mensajes, citas e indirectas obvias. La gente feliz, salvo excepciones, no suele tener mucha actividad en la red.

Al llegar se encontró el panorama que esperaba. Gente vestida para follar que disimulaba que quería follar mediante una entusiasta apariencia de pasión por la vida social. Todos mirándose de reojo. A él, que estaba en esa suerte de depresión en la que todo te la suda bastante, le resultaba cómodo no fingir nada en absoluto, y ello tenía como resultado un aspecto de no necesitar nada. Y claro, chocaba en medio de gente que necesitaba de todo y que encontraba en fingir no hacerlo, un arte. Mientras sus amigos bailaban, miraban de reojo a las chicas, hablaban con algunas o entre ellos para fingir ser muy interesantes y tener mucho que contar y no necesitar follar a pesar de estar ahí tan bien peinados, él se iba apartando gradualmente del grupo y buscando un lugar cómodo desde donde reflexionar sobre otras cosas, tales como el momento histórico que vivía. Esa discoteca acabaría bajo las aguas del mar y nadie parecía ser consciente de ello, a pesar de ser una certeza científica. Este momento se parecía al hundimiento del Imperio Romano. Se avecinaba una segunda Edad Media. Luego pasó directamente a mirar el reloj del móvil, chequear la actividad social, y después aburrirse y cagarse en la lay antitabaco que no permitía a los abúlicos como él ni el escape de hacer el transcurso del tiempo más ameno fumando. Todos nos expandíamos junto a nuestro tejido espacio-temporal sin darnos cuenta y lo único que ello le proporcionaba era una sensación de vacío, hastío y aburrimiento total.

Estaba haciendo cuentas sobre el tiempo que debía quedarse de más dentro de los límites de la educación cuando lo interrumpieron. Elevó la cabeza. Era una chica que musitaba cosas que no entendía por la mierda de música criminal con que el Dj se vengaba de su frustración por no ser músico.

- No te he entendido- le gritó al oído- la música está demasiado alta.

La observó: era una chica muy sexy, con un vestido muy ceñido y corto de color negro, tenía el pelo liso y negro, un flequillo a la altura de los ojos e iba bien maquillada con los labios, bonitos y carnosos, muy rojos. Piel pálida, ojos grandes y una figura estupenda con un escote generoso que ofrecía unas tetas que parecían ser muy bonitas al desnudo. Y olía estupendamente.

- ¡Que si estás bien!-le gritó ella en la oreja.
- No demasiado- le contestó- me aburro y la música es una mierda.

Se iban alternando en gritarse al oído.

- ¿Y por qué estás aquí si no te gusta?- dijo ella.
- Creo que no tengo personalidad en absoluto. Estaba pensando en salir a fumar.
- Ok, te acompaño, aquí no se puede hablar.

Se volvió para hacer un gesto a sus amigos y entonces se dio cuenta de que lo observaban desde hacía un rato. Los miró, se encogió de hombros y les dijo mediante señales que salía fuera. Ellos no respondieron, se limitaron a seguir mirando.

Fuera, el cretino de la puerta los obligó a alejarse unos veinte metros.

- Deberías ser policía nacional, tienes madera, lo que resulta esencial para ser madero- le dijo al portero.
- Ni te molestes en intentar volver a entrar, gilipollas- le respondió. Ella prefirió no decir nada: sus amigas estaban dentro.
- Bueno- dijo ella una vez lejos de la puerta- aquí al menos se puede hablar.
- Sí- respondió él- es un alivio, la verdad.
- Es que te veía muy apartado, como fuera de sitio.
- Y es verdad, no me apetecía salir, me insistieron mis amigos. Y este sitio tampoco es que me vuelva loco, la verdad- dijo mientras se iba liando un cigarro.
- ¿Me puedo fumar uno de los tuyos?- le preguntó.
- Claro- dijo él, extendiéndole la cartera con el tabaco y todo lo necesario. Ella lo miró un segundo a los ojos fijamente y sonrió después. Tenía una sonrisa bonita.
- Se me da fatal liarlos, ¿me lo podrías liar tú?

Él ya conocía de sobra el capricho de algunas mujeres por que les hagan cosas. Observan cómo lo haces, se fijan en tus dedos, en tu reacción, y luego saborean el cigarro como si les fuera a dar alguna pista sobre tu persona. A él le jodía tener que hacer dos, pero no quiso ser maleducado y se prestó al juego. Era raro. La miraba, era simpática y decidida, iba a por lo que quería y eso eran rasgos que él valoraba mucho; sin embargo, empezaba a entrever otras cosas. En el fondo de su mirada había una tristeza de una especie bien conocida. A la vez, no podía evitar sentir una tremenda pereza por entablar una conversación banal estándar, tener que explicar de nuevo qué había estudiado, en qué consistía su trabajo. Lió el cigarro en silencio con la esperanza de que su carácter introvertido la aburriera. Le dio el primero y se puso a liar el segundo. En plena labor ella le pidió fuego. Claro. Nunca tienen fuego. No sabía qué coño le pasaba a todas las tías que nunca compran mecheros.

- Espera un segundo que acabe-le dijo.

Una vez liado el segundo, rebuscó en su bolsillo y le acercó el mechero. Como era de esperar, ella dejó que sus manos rozaran levemente las suyas al encender el cigarrillo y lo miró de soslayo fugazmente, lo suficiente para analizar su reacción. Fumó profundamente y expulsó el humo con fuerza y hacia un lado. Lo miraba con mucha seguridad: sabía del poder de sus encantos, y con una media sonrisa mezcla de simpatía y curiosidad. Él se encendió el suyo y miró al suelo.

- ¿En qué pensabas?- le dijo directamente.
- Puf- dijo él.
- ¿Prefieres que te pregunte a qué te dedicas?
- No, no, odio eso.
- ¿Por qué?
- Eso equivale a preguntarlo, ¿no crees?
- Bueno, pero, ¿eres capaz de decirme en qué pensabas, o es que sólo te hacías el interesante?
- No seas borde, no estoy en la obligación ni de impresionarte ni de estar a la altura de ninguna de las expectativas que hayas creado. Las chicas como tú olvidáis eso fácilmente.
- ¿Como yo? Esto se pone interesante, ¿cómo soy yo?
- Joder...
- Joder, sí; contesta.
- Bueno, seré honesto. Tienes miedo en tus ojos y dolor. Lo disfrazas todo con tu imagen imponente, y haces bien porque así te va bien: impones respeto a los hombres y se prestan a todos tus tests. Creo que eres inteligente, a la vez insegura, te han hecho daño y eres bastante sensible e intuitiva.
- Hum...- dijo ella- ¿esto te funciona con todas las chicas?
- No lo sé, estoy fuera de circulación.
- ¿Tienes novia?
- Ni loco.
- Ajá, la has tenido y acabas de romper, o al menos no hace mucho.
- Ya te he dicho que eres intuitiva, no me lo tienes que demostrar.
- Entonces, ¿en qué pensabas?
- Te responderé si me prometes responderme tú luego a mi pregunta.
- Prometido- dijo ella, ofreciéndole un apretón de manos.
- Trato hecho- dijo él, sellando el pacto con el apretón. Tenía las manos suaves y los dedos largos y estilizados. Las uñas largas y pintadas de negro. Se miraron a los ojos, sonriendo, como si descansaran para el siguiente round.
- ¿Y bien?- inquirió ella.
- Pues estaba pensando en que todos los que están allí dentro actúan como si Sevilla no fuera a ser tragada por el mar.
- Venga ya...- dijo ella con incredulidad y decepción a partes iguales.
- Pues sí, lo siento.
- Eso es mentira.
- Yo nunca miento.

Ella lo inspeccionó de nuevo con la mirada.

- ¿Y bien, tú qué me querías preguntar?
- Pues muy sencillo: ¿por qué te has fijado en mí?
- Ya te lo he dicho, te veía apartado y mal.
- Eso es mentira.
- Eres listo, sabes que no lo es.

Se hizo un silencio. Se miraban a los ojos. Sonreían. Miraban a un lado y a otro.

- Yo no voy a volver a entrar, tengo la excusa perfecta: no me dejan- dijo él.
- ¿Y qué vas a hacer?
- Caminaré y seguramente al cabo de unos metros decida ir a casa y tomarme un café, ponerme música y fumar hasta que me entre sueño. O tal vez ver una peli o un documental.
- Planazo- dijo ella.
- Siento ser tan aburrido, pero es lo que hay.
- No era sarcástico, chaval.
- ¿Te parece un planazo? no me molesta la compañía, puedes venir, pero no pienso follar contigo.
- Eres tan insolente...- le dijo, y lo miró de arriba a abajo- ¿me lo prometes?

Él le ofreció estrechar la mano. Ella la estrechó.

- Prometido- dijo- lo has prometido chaval- añadió resaltándolo con el dedo índice. Lo tomó del brazo y se pusieron a andar camino de su casa.

Caminaron en silencio todo el rato. Era raro. Tanta familiaridad y cercanía. Él no podía evitar verlo todo con una lejanía de irrealidad. Su aspecto no lo hipnotizaba, y si había alguien con esa capacidad en el mundo, esa era ella. Algo estaba roto en él. Sólo quería compañía. Hablar. Todo lo demás no le interesaba, y eso era sin duda grave con alguien así a su lado. Llegaron a la puerta. Ella lo detuvo.

- Si voy a entrar en tu casa sería interesante saber tu nombre, ¿no crees?
- No- respondió mientras abría la puerta- a la mierda los nombres- y la abrió ofreciéndole pasar primero con modales exagerados, extendiendo el brazo.
- Hum... Capullo...

Entraron en la casa y la llevó al dormitorio. Allí estaba el ordenador, los altavoces, la cama y un sofá.

- Ponte cómoda, navega si quieres, voy a ir haciendo el café, supongo que quieres.
- Sí- dijo ella mientras escudriñaba pistas sobre él en el orden de la habitación, los posters, dibujos y cosas que colgaban de las paredes.

Fue haciendo el café en la cocina, preparando las tazas: le gustaba el café en tazas grandes y bien cargado, y solo. Entonces cayó en que no sabía si ella lo quería solo, con leche, con azúcar o tal vez sacarina. Volvió a la habitación y se la encontró sólo con el tanga y los ligueros puestos, reclinada toda sexy en la cama, mirándolo fijamente. “Oh, no”, pensó, "esto no, ahora no". Efectivamente, tenia unas tetas preciosas en el peor momento de su vida.

- Ehm... ¿el café lo quieres solo o con leche?- le dijo mirándola a los ojos.
- ¿Qué?- dijo ella algo contrariada.
- Solo o con leche; azúcar o sacarina; y cuánta.
- ¿Cómo?- dijo ya cabreada.
- Creo que me has entendido perfectamente.
- ¿De verdad te has traído aquí a una tía como yo sólo para tomar café?
- Y para ver un docu sobre el futuro nefasto del cosmos. Siempre digo la verdad. No estoy para juegos. Te lo dije y te lo prometí.

Ella se incorporó y se sentó en la cama.

- ¿TU ERES MOÑA O QUÉ?
- No; el café se va a enfriar.
- Pero, ¿QUÉ COÑO TE PASA TÍO? ¿DE QUÉ VAS? ¡ME PODRÍA HABER LARGADO CON CUALQUIERA DE ALLÍ, TE ELIJO A TI! ¿Y ME HACES ESTO?
- Te lo dije, paso de las tías por el momento, haber elegido a otro.
- ¿Te gustan mas los tíos o qué?
- No; ni siquiera entiendo por qué os gustan a vosotras.
- Aún estás pillado con esa tía.
- Mira, no tengo por qué contarte esto, pero me he acostado ya con cinco desde entonces; no es eso. No estoy en condiciones, paso demasiado de todo, de las otras cinco sólo una me habla, las demás o ya lo estaban, o se volvieron locas.
- ¿Y QUÉ TENÍAN ESAS QUE NO TUVIERA YO? ¡¡MIRA, YO TAMBIÉN ESTOY LOCA!!- dijo levantándose y gesticulando con las manos- ¿NO CREES QUE DEBERÍAS SACAR ALGUNA CONCLUSIÓN?
- ¿Que estáis locas de todas formas, se os eche un polvo o no?
- Mira- le dijo vistiéndose rápido toda enfurecida y nerviosa- pedazo de moña, me voy a largar, ¡¡Y NI TE CREAS POR ASOMO QUE VOY A SER AMIGA TUYA!!
- Bueno...

Ella se le quedó mirando un breve momento en que se podía sentir cómo crecía su indignación e impotencia a la vez que el espacio-tiempo se expandía.

- ¿¿CÓMO PUEDES PASAR DE TODO?? ¿¿SABES LO HUMILLADAS QUE HACES SENTIR A LAS PERSONAS??
- Sí
- ¡¡AAAARGH!!- gritó mientras salía de la habitación, cruzaba la casa y se iba dando un tremendo portazo.

Él se quedó un momento pensativo. La verdad es que no. Era mejor tomar café. Fue a la cocina, tomó las dos tazas y se puso un documental sobre otra teoría que hablaba de otro final estupendo del universo: que el tejjido espacio-temporal se rompería alcanzado un límite de manera análoga a como estalla un globo de goma cuando se infla demasiado.

Tal vez fuera él, y esa extraña curiosidad por ver hasta dónde puede llegar la poesía de la gente. El caso es que no podía evitar no sentir absolutamente nada en esa millonésima de millonésima de millonésima de segundo cósmico que significaba su vida en medio de este breve estallido de luz previo a una oscuridad eterna y sin sentido...


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