jueves, 9 de octubre de 2008

La vida marital de Fernando y Esperanza


Fernán se compra un periscopio para vigilar desde su cuarto si Esperanza anda por el pasillo y así circular sin peligro, evitar encontrarse con ella. Fernán utiliza el periscopio también para comprobar si se encuentra en la cocina o en el baño. El periscopio de Fernán se asoma inesperadamente por cualquier rincón, vigilando el terreno, en cualquier momento del día o de la noche. El resto de los compañeros se asustan al principio cuando se encuentran frente a frente con la lente del instrumento, el ojo de Fernando aumentado hasta magnitudes monstruosas. La primera vez que se topan de cara, súbitamente, con el periscopio asomando por el rellano de una puerta, gritan aterrorizados y se sobresaltan y el corazón se les pone a cien por hora, y los vecinos se habitúan a esa especie de hilo musical. Soy yo, Fernán, me he comprado esto, ¿sabéis? es para ver quien anda por el pasillo, perdonad, pero os tendréis que acostumbrar a esto, ahora os voy a enseñar un poema que he escrito esta mañana, ya veréis, es magnífico, sí, venid, venid...

Esperanza pasea grácilmente por la casa seguida secretamente por Fernán, que planea ducharse sin saludarla, ataviado con su chilaba y su turbador turbante improvisado, utilizando su periscopio mientras repta por el suelo de los pasillos y del salón. Fernán vigila por las esquinas, de rodillas o en las posturas más extravagantes, para otear el terreno.

Los compañeros de piso toman café, mientras tanto, y ejercen de espectadores, en silencio. Al principio se miraban con complicidad. Ahora piensan en sus cosas, y procuran no traer visitas a casa.

Cuando Esperanza se dispone a salir de la cocina, Fernando sale corriendo, pisándose las faldillas, casi se cae, y se esconde en su cuarto cerrando de un portazo. Esperanza pasa ante ellos, toda risueña, tarareando una canción, y les saluda con la mano, extendida verticalmente, los dedos juntos, primero los mueve hacia abajo, los dedos juntos, después los mueve hacia arriba, los dedos juntos, y una sonrisa amigable, toda ella hecha un encanto.

Fernando escucha música en su cuarto, Esperanza no se atreve a llamar a la puerta, se queda pensativa, y decide irse a correr al parque y se mete en su cuarto para ponerse la ropa deportiva, tarareando la misma canción, sonriendo igual. Al salir suelta a sus compañeros un Hasta ahora muy dulce, y la puerta del piso se cierra con ella fuera de él. Se escuchan sus pasos bajando por las escaleras, y se desvanecen en las profundidades.

Se abre entonces, muy despacio, la puerta del cuarto de Fernán, que da al salón, y asoma primero el extremo del periscopio, que analiza la estancia, izquierda, derecha, arriba hasta el techo y abajo hasta las losetas del suelo, y las analiza cerca, muy cerca, y murmura Qué bonito, qué bonito... Sale a gatas sin dejar de mirar por el periscopio y, tras tomar muchas precauciones, se mete en el baño y se encierra, pero tarda tiempo en escucharse el ruido del agua. En su lugar se escucha música árabe y empieza a salir humo por debajo de la puerta. De la presencia de Fernando, para Esperanza, hay tan sólo una evidencia: el humo de porros que, como vapor gris de pantano terrorífico, sale por la rendija de debajo de la puerta de su cuarto e inunda todo el piso. A veces se escuchan sus alaridos recitando solo o con alguno de nosotros.

Los compañeros de piso siguen con su vida normal, y cuando Esperanza les pregunta por su novio ¿Sabéis algo de Fernán?, piensan que son tal para cual, y que quizá deberían mudarse de piso y dejarles a ellos allí, con sus persecuciones y huidas neuróticas.

Fernán planea comprar nuevos y más sofisticados instrumentos ópticos. Esperanza logró meterse en su piso al final de su última ruptura, y Fernán le sugirió que le llamara por teléfono antes de golpear la puerta de su cuarto, para dejar claro que no iban a vivir juntos, sino a compartir piso por circunstancias mayores, y que ir a su cuarto equivalía a ir a visitarlo a su casa. Fernán camina descalzo por las calles cuando quiere hacerla llorar, pero no lo consigue, y se le olvida y se divierte haciéndolo porque sí.

2 comentarios:

pilimari dijo...

Hola!!, gracias y gracias por tu comentario..Lo del piano es un invento, porque en mi vida e tocao una tecla si quiera pero bueno queda hasta resultón, jajajaja.

Tu relato me ha recordado a la ventana indiscreta de Hitchcock, y también a lo que hago yo cuando cuando alguien baja las escaleras del bloque, o cuando hay mucha gente en la cocina...miro, persigo y cuando se van, entro o salgo..en fin..

Besacos!

pilimari dijo...

Eiii, yo ensayaba allí antes, aunque el grupo duró poco, y fue cuando empezaba a tocar la acustica..!! que chulo no??. Pues me has dado una super idea para ocupar el tiempo de los miercoles.

Jajaj, yo no canto ni blues ni na, me mola la cancion, y era facil para el pianillo...pero no tengo ni puta idea, ya lo dije..

Un besote!