martes, 13 de octubre de 2009

Car cabra-casualty



Maldición, No puedo decir otra cosa. Maldición. ¿Por qué? Desde que me saqué por fin el maldito carné de conducir no pienso en otra cosa que en adquirir mi preciado vehículo. Todo porque cierto viernes de principios de mes firmé mi contrato laboral, lo que me ha proporcionado la liquidez y estabilidad necesarias para afrontar el gasto, y porque el lunes que siguió al viernes aprobé la prueba práctica. Así que aquí estoy, el anticonsumista militante de mierda, quedándose embobado a cada coche que pasa, averiguando marca y modelo y navegando por todas las páginas buscando el cacharro perfecto para mí. Me he vuelto gilipollas, señores. Es un hecho consumado. Aquí tenéis a un tonto más pensando en coches. Qué decepción, qué fácil ha resultado corromperme, ¿no? Y ser consciente de que a la vida le ha costado al menos diez años más que a cualquiera en lo que a arrastrarme a sus fangos pegajosos de inmundicia materialista se refiere, es consuelo sólo apto para imbéciles. Aún así, me he de defender, aunque levemente, de mis propios ataques.

Supongo que en una vida llena de alquileres y situaciones prestadas, el coche es el único habitáculo que podré considerar completamente mío, el lugar donde pasaré horas recorriendo carreteras en soledad. He descubierto que me encanta conducir. El equilibrio, el tacto, la observación y la anticipación son valores que ya conozco gracias a la música, y conducir un coche es parecido a templar con mesura un instrumento. ¿Quién dijo que la música es un arte que sólo se sirve a sí misma? Yo me respondo solo: aquellos que nunca han tenido ni idea del asunto (ningún músico te confirmará semejante sentencia); la música sirve para todo, pero sobre todo para conocer las fortalezas y debilidades de cada uno; las tentaciones en las que se es más propenso a caer y las virtudes más sobresalientes y prácticas que permanecen escondidas hasta el momento de la iluminación. El aprendizaje y la ejecución se constituyen por una serie de representaciones fieles (y análogas) a las particularidades que caracterizan la vida del sujeto y sus correspondientes conflictos.

Pero ello no quita que yo, en las últimas semanas, haya confirmado todos los mitos masculinos acerca de la memez del niño eterno que ansía su próximo juguete. Y la música es igual, vives soñando con la siguiente llave que te abra nuevos universos musicales de autoconocimiento; entiéndase por llave una Gibson o un rat de efectos alucinante. Juguetes, coño. Mi consuelo: Ojos de Mar está igual que yo, a punto de aprobar el último examen, igual de atenta a todo lo que se mueve, con ganas de moverse ella también. Pero ella no necesita este texto, estas viles excusas o este dialogo interno pseudo-esquizoide. En realidad, sólo lo necesito yo.

Y con un contrato recién firmado con Athenea Producciones por los U-Bets, ¿qué más se puede pedir?

“Mi cerebro no admite que me ocurran cosas buenas”, como dijo aquel (y no cito a Shakespeare, sino a Arnold Rimmer, personaje de “el enano rojo”, en el episodio titulado “mejor que la vida”), y vivo angustiado en consonancia. Duermo mal. Llego a los ensayos cansado. Sigo sin saber qué hacer con el ocio. Echo de menos al ser humano y cuando me acerco a él, quiero huir a toda prisa lleno de una sensación de vacío insalvable.

Tan sólo es... una melodía, un verso, un trazo.

Y el resto es una espera a que suceda algo gordo de verdad.

Creo que será un Fiesta.

Ahora soy una furcia. Una puta barata. Cada vez estoy más cerca de la esencia del ser humano. Todo el mundo está contento. Dicen que avanzo. Progreso.

Menuda eutanasia...

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5 comentarios:

Elevalunas dijo...

Cuando estrené mi primer coche, lo que de verdad me hacía ilusión era probar el radio-cassette y los altavoces. La música siempre es más importante, ánde va a pará.
Pero cuidado, la suma de música, conducción e influencias publicitarias (del tipo "¿te gusta conducir"?) es lo que hace que tanta gente se la pegue.
En mi caso es al revés, he tenido que hacer muchos kilómetros por motivos laborales y el MP3 es lo que me ha salvado en más de una ocasión de dormirme al volante.

Jaime dijo...

Mientras no se convierta en objeto de auto-masturbación y representación del ente propietario, todo irá bien. Porque hay que tener presente que el coche es un signo que responde a la lógica (tan demencial por otro lado) del deseo.
Y ten cuidado, que hay mucho hijo puta circulando por ahí!
Saludos!!

aina libe dijo...

"Salimos a la calle. Se hallaba junto a la ventana un gran automóvil de color azul pálido. Al verlo me sentí repentinamente movido a risa. ¡Qué complacencia y qué absurdo engreimiento irradiaban las combadas superficies de lustrosísimo esmalte! El hombre había creado la cosa a su propia imagen o, mejor dicho, a la imagen de su personaje favorito en la novela. Me reí hasta tener lágrimas por mis mejillas".

Fragmento de "Las puertas de la percepción", de Aldous Huxley.

Saludos.

Felipe.

Quacking-pingüino absort-minded visions dijo...

Ayyy, Felipín...

Mira, Aldoux es un típico representante de burgués metido a anarquista. Su familia, llena de intelectuales, lo eran, entre otras cosas, porque se lo podían permitir. Vamos, que Huxley, que además conoció el éxito como escritor en vida, no creo que fuera un proto-militante del movimiento Inside-out, sino que posiblemente no tuviera uno, sino varios coches (y no de cualquier modelo). De todas formas me encanta como escritor; me la sudan sus contradicciones (sólo los santos no las tienen y, ¿quién los necesita?).

De todas formas, si la primera piedra tallada para cazar se hubiera dejado de utilizar por el mal uso que un imbécil hubiera podido hacer de ella, seguiríamos colgando de los árboles. Las cosas útiles, útiles son. El mundo de los gilipollas es otro cantar...

Saludos!

aina libe dijo...

jajajaj....

Verificación de palabra: scarne

Saludos.

Felipe.