lunes, 17 de noviembre de 2008

Consecuencia lógica


Hoy me siento hablador. No sé, podría contar el fin de semana; o hablar del frío, que hace del amor un refugio aún más apetecible. Resulta curiosa la vida, pues ahora mismo, remitiéndome exclusivamente al fin de semana, podría enumerar varios momentos de plenitud. Lo curioso es que este fin de semana no ha sido más especial que otros. Lo curioso, lo incomprensible, es seguir, a pesar de todo, sin poder soportar el transcurso del tiempo. Duele esa cinética de los relojes; no por el tiempo, “que se escapa como arena entre las manos”, sino por el completo absurdo que ello encierra.

Recuerdo que hace tiempo colgué en mi fotolog (antes de mi total renuncia a esa basura) un texto sobre el absurdo de ser orgánico. Moverse y, sobre todo, tener que moverse (para buscar comida, para ponerte frente a una pantalla, para evacuar, para dormir). Realmente, con la conciencia del absoluto que tenemos, ¿para qué un cuerpo? Y, claro, puestos ya, ¿para qué nacer? Incluso si hubiera un Dios, detrás de sus motivaciones seguiría subsistiendo el absurdo. No hay motivo, por noble que sea, que justifique la existencia.

Quiero decir, que nos movemos en las tres dimensiones con la única finalidad de poder seguir haciéndolo. Comemos para que continúe en marcha nuestro metabolismo, para lo cual nos movemos, aunque sólo sea para acercarnos a la cocina, en el mejor de los casos. Movemos nuestro cuerpo por el mundo para conseguir ese alimento. Y lo ingerimos para tener fuerzas para seguir trasladando eternamente este cuerpo por el mundo buscando más oxígeno, más agua, más alimento y la reproducción, para que así otros individuos como nosotros se vean en esta espiral de actividad estúpida. Nos movemos para poder seguir moviéndonos. Sólo la reinterpretación cultural de estos actos los hace menos vergonzosos.

Creamos mundos psicológicos. Reinterpretamos las cosas para hacerlas aceptables: comer se convierte en una ceremonia social. Comer con la persona amada adquiere una dimensión cósmica. A pesar de que si muriera esa persona el azul del cielo no menguaría un sólo grado (pertenezco a los enfrentados: nunca se lo perdonaría al azul, mis días estarían contados).

Si vivimos en mundos “rehumanizados”, en una bruma psicológica donde todo es mente (hasta las imágenes y los sentidos) y donde, por arte del lenguaje-sociedad-cultura, parece que olvidamos, inmersos en ese submundo que creamos, la fatalidad del absurdo casual de nuestra presencia natural, la única solución es agarrar esa ficción como arma arrojadiza contra la naturaleza. Militar en ella. Mirar cara a cara al absurdo blandiéndola.

El arte se modela con esa sustancia psicológica.

Todo ese contenido humano se estrella contra el viento inerte de un cielo estático. Una sencilla espera de diez minutos te recuerda que esperas en realidad para nada desde que naces.

Los averiados de la cultura como yo ya no encuentran consuelo en ella, en el material sensual psicológico, en el arte, de tanto esfuerzo. Es una jungla donde huyes de ti mismo y te buscas y nunca sabes con certeza si lo que ves realmente está ahí o no. Luego directamente pasas de todo. Los éxitos parecen una broma sarcástica del destino. A pesar de las felicitaciones y las celebraciones, estás en ese local, y sabes que...


... que aún así, tienes que trasladar tu cuerpo para llegar a la barra e ingerir líquido para reponer el agua necesaria para sobrevivir a otros, que trasladan su cuerpo junto al tuyo para decirte cosas que en realidad no quieres que te digan porque no son ciertas, y luego todos trasladarán ritualmente sus cuerpos cerca del alimento con el que asegurarse poder seguir trasladando sus cuerpos en busca de más alimento para trasladar sus cuerpos y...

De pronto te metes en la cama, abrazas a tu amor, y el tiempo se detiene infinitamente (pero por unas pocas horas).

Los que vivimos en los sube-y-baja de la ficción psicológica de la naturaleza nos solemos averiar de drogadicción.

Es, por otro lado, una consecuencia lógica.

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1 comentario:

pilimari dijo...

eres como una esponja...y no me preguntes porqué.

besos