martes, 19 de agosto de 2008

Idas y venidas


Ayer monté un lienzo enorme. Hum. Mezclé óleo blanco con mucho aceite y armé una escabechina viscosa. Y luego, sobre la fina lámina blanca, tracé con viscoso negro siluetas y quemaduras.

Doctor, he de confesarle que cuando viajo en coche y miro por la ventanilla, sueño con tener una cuchilla hacia el infinito que pode de árboles, casas, montañas y personas la superficie del suelo...

Estaba liso, estaba tirante; sudaba con mi grapadora en una mano y mi tensador en la otra; las gotas caían al suelo, igual que cuando imprimé la tela y quedaron estampadas sobre ella, a pesar de las capas consecutivas. Se me salían los ojos de las órbitas. Me encanta pintar oyendo “Kick out the Jams” de MC-5. Por cierto, viva la cola blanca con agua. Me gusta. Plastificar. Voy a plastificar cosas. Echar a perder camisetas.

Doctor, he de confesarle que cuando veo un avión o un helicóptero, me pongo a imaginar las maravillas que haría con una buena batería de misiles tierra–aire... ¡Padre Doctor! ¡Confesor moderno! ¡Una absolución de Prozac y valium-10!

Llegué solo, ¡llegué solo!, pero de pronto se llenó todo de gente, tuve que dejar de pintar. Toda la familia Adams en una cena sorpresa reunida de nuevo. Todos locos. Me olían las manos a aceite. Volver a casa con Elisa. Pero no podía dormir.

Doctor, he de confesarle que sueño con electrocutarle. Quiero lobotomizar la sanidad. Quiero lobotomizar el Estado. Quiero, sobre todo, electrocutar por doquier. Tranxilium. Vale. Me irá bien. Pero volveré...

Pedalear hasta que duelan las piernas. Ser un gorrión. Pedalear es ser un gorrión...


Amarillo, rojo, azul, violeta, verde...

Hoy.


Por favor, no lo recargues demasiado.

Que chorree...


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