martes, 30 de septiembre de 2008

Tapas y protocolo


Mammonio D’Armonnio meó a los comensales. Bueno.

El viernes quedé con él y con mi batería para hacer un pequeño “divertimento” acústico en su casa. Fue bien, aunque extraño. Es la primera vez que veo timidez extrema en la manera de cantar de Mamm. Ya me lo había advertido hace unas semanas, en forma de reproche.

- Me sientas mal, Uli. Eres muy duro criticando y muy radical. Tanto que últimamente me cohíbes para cantar.

Me dijo que quería estar solo, así que me largué. Llevamos tocando juntos más de diez años, y es la primera vez que lo veo cortado y aplatanado, mirándome de reojo, como si no me reconociera. ¿Qué coño pasa? Resulta absurdo. Aquí el tímido soy yo, siempre lo he sido. Por primera vez, además, soy yo quien pasa más tiempo tocando y cantando que él; no quería, insistía en que lo hiciera yo.

Salimos de su casa ya de noche camino de la alameda. Mamm había bebido toda la tarde y ya iba algo ciego.

- Tienedsh que acorrdarte de quién te enseñó mushas de las cosas que shabes, amigo, cuando seash grande...- me decía, haciendo eses sobre la acera y cojeando de un pie. Yo pensé que la gente en general ha visto tantas películas que empieza a actuar conforme a ellas; aún así, no supe que decir. Y no dije nada: seguir para delante y llegar al puto Corral de Esquivel, donde Rubén (que compensa lo del “puto”) trabaja y se mueve como un sabio. Ante esas palabras, ¿qué decir, si no se es un memo, claro?

¿Decirle que fingir las consecuencias no provoca la actualización de los motivos deseados? No somos futuras leyendas ni nadie que vaya a destacar; pero la figura del amigo mentor que lanza a la estrella y luego la deja marcharse resulta demasiado atractiva, demasiado romántica, demasiado autocomplaciente, sobre todo para alguien que bebe como él. Y desde luego, la otra opción, la de decirle que sí, que sí que me voy a acordar de él y que lo tendré siempre presente y que le mencionaré en las entrevistas y en mi biografía, es, en mi opinión, incluso fingiéndolo para complacerle y seguirle el juego, un rasgo megalomaníaco-esquizoide. Seré un simple guitarrista de ciudad, con alguna tocata playera de verano si todo va bien. Y punto. Y muy contento. Siempre que haya alitas de pollo, buenos libros, viento para la mente, verdor de montaña para la poesía, espacio para mancharse con pintura, y lluvia y hogar y tiempo libre para dedicarse a amar, ¿qué más se puede pedir?

Las presas para los vampiros,
los pájaros sólo vuelan entre trinos...

Cuando llegamos estaban allí Espe, Armando (su novio), Pájaro y Gonzalo. Espe y Armando se van a casar. Me lo comunicaron.

- Por cierto, Uli, ¿sabes que nos casamos?

Yo los miré a uno y a otra, puse cara de romanticismo enternecido pre-lágrima, fracasé, los felicité y ella me miró con cara de odio. Mi cara es un libro y se puede leer; es de esos de letra grande.

Supongo que más o menos vio las consecuencias, escritas en mi cara, de pensar que a ella no le podían gustar los borrachos cocainómanos como Armando; que Armando la iba a cagar tarde o temprano con esas aficiones; que se veía en la tristeza de los ojos de Espe (y en su edad) una cierta desesperación por apretar el acelerador; que Armando busca una madre que le salve de sí mismo; que su ex-novia debía estar contentísima...

Armando se puso a trapichear a espaldas de Espe (que no aprueba su conducta), y en secreto mandó a Mamm a por coca, y Mamm volvió con el asunto, y se lo dio fingiendo pedir en la barra mientras ella estaba en la mesa mirando al más allá o escuchando al Pájaro hablar sobre Rimbaud. Y luego desparecían todos y yo sabía lo que estaban haciendo, mientras ella empleaba conmigo un tono sarcástico a la hora de referirse a mi renuncia a fumar y mi no renuncia a los petas. Opté por no decir nada, no dar pie a conversación alguna; por ser un sieso. Total, peor no le iba a caer ya, y ya no me interesaba tampoco caerle bien a ella; ni caerle, a secas.

Cuando volvieron todos, decidí marcharme. Elisa volvía el sábado y me apetecía sumergirme en las sábanas para acelerar el tiempo. Pájaro insistió en que me quedara. Por culpa de su curro casi nunca libra los fines de semana y quedamos poco, pero yo ya no tenía más moral ni ganas ni fuerzas para seguir en medio de ese torbellino. Había algo tenso en el ambiente, como el aire electrificado de antes de una tormenta.

El domingo me contó por teléfono Armando que cuando yo me marché se fueron a otro bar a tomar tapas y que Mamm, ciego perdido ya, sentado a la mesa en la terraza, se sacó la polla y se puso a mear cual aspersor a todo el mundo.

Por un lado ello me obligó ayer a ir a verle y charlar seriamente con él sobre el asunto de la bebida (¿quién mejor que yo, que soy otro- aunque ex- borracho descontrolado?); por otro no pude evitar sentir una cruel satisfacción pues la situación, en cierto modo, sugería esa consecuencia. Y ella. En realidad, la pobre, con lo que le queda con Armando...

- ¿La measte a ella?- le pregunté, sádico, ayer.
- No me acuerdo, tío, no me acuerdo...

...
...
...
..
..
..
.
.
.

No hay comentarios: