viernes, 6 de febrero de 2009

Time-breathe-breeze



Fin de semana. Mi novia se va a pasarlo con sus padres, en su pueblo. No los ve desde navidades. Me quedo solo.

Hace años me hubiera encantado esta perspectiva porque hubiera podido planearlo todo de manera muy autodestructiva y fiestera; ahora no me hace ninguna ilusión. No me apetece ver a casi nadie, vuelve a no gustarme la gente; llego a los sitios y a los cinco minutos me quiero largar agobiado. Es así de cierto. No puedo soportarlo. Antes me curaba el dolor a base de alcohol y por momentos parecía pasarlo bien, pero luego, irremediablemente, daba el show de acción-sarcasmo-provocación y se liaba la cosa. De un modo u otro todo convergía en una afirmación verbal o activa que podría resumirse en “esto es una mierda, la vida es una mierda, vuestra vida y vuestras esperanzas son una mierda- vuestra desesperanza también-, el amor es una mierda, nacer ha sido una broma demasiado pesada y llevo dentro una gema que necesito encontrar enseguida para cambiarla por almas para realizar un sacrificio absurdo y cruel”.

Si esto se debiera a un sentimiento intenso de desprecio o de auto-sublimación tendría más sentido, pero no es así: estoy ligeramente averiado, y mi avería es el dolor social. Es como si estuviera muy cansado ya, como si hubiera visto todas las películas, todas las historias, y nada me interesara, nada. Nada salvo cuatro cosas que no sirven salvo para sí mismas. Fingir.

Empecé a fingir los once años, tras estar a punto de diñarla por enfermedad. Se supone que tras algo así uno debe hacer algo significativo; es decir, si uno es tan memo como para convertir su propia vida en una puta película, y yo lo fui. Si hubiera muerto no me habría dolido nada, de eso estoy seguro. Ningún tripi ni ninguna seta de los que me he comido mucho más tarde hicieron los estragos que la cercanía de la muerte le regaló a mi cerebro. Nada de sufrir, sino flotar, mientras los sentidos dejan de canalizarse por el cuerpo y todo el alma es un receptor, una antena, una mente de la cabeza a los pies, conforme se desintegran tus miembros; comprendes lo que sucede a tu alrededor con una lucidez total (es decir, intuyes, ubicas, más allá de las cuatro dimensiones, las aberturas a otros universos que se te presentan a voluntad; vives en la quinta dimensión con la naturalidad con que correteas por un prado plano y sencillo, y descubres que ahí tiene su reino, su régimen totalitario, tu sentido del capricho).

Poco después, cuando empecé a recuperarme de aquello, me visitaron mis profes del cole, entre ellos el director. Empezó a hablarme de viajes astrales. Ahí empecé a fingir, más o menos. Entendía su consideración al venir a verme e interesarse por mi episodio, y me parecía una bonita historia todo aquello que me contaba, pero un viaje astral, tal como yo lo viví, no es ir volando a Nueva York dejando el cuerpo atrás. No es eso; es vivir, percibir y comprender en tus propios sentidos sin nombre una integral del espacio tiempo. El paso siguiente a la conciencia del reloj. Aquel buen hombre me conmovió con toda esa historia, sobre todo por el tono- creo que fue la primera vez que me sentí tomado en serio- pero sentí lástima por él. No podía explicarle lo que había pasado porque carecía de argumentos sensibles. Tendría que haberle provocado una neumonía de cojones como la mía y que hubiera sobrevivido a 41º de fiebre para que supiera de lo que hablo. La lengua no tiene esos conceptos. No hay referente sensible a esas realidades. No hay símil ni metáfora que valga para eso. La quinta dimensión es al tiempo lo que el empujón de un acelerón en la espalda es a la velocidad. Pero eso es como no decir nada.

Fingir es agotador porque aumenta las horas de tormento e incluso te acaban metiendo en compromisos inesperados. Y no he visto tanto, al menos en esta vida, para estar tan cansado y con esa sensación de estar de vuelta de todo. Esa experiencia sólo me sirvió como preparación.

Ni siquiera veo el mar cuando lo miro, sino una distorsión. Soporto el atlántico, pero el mediterráneo me incita a pensar en un mar estancado y prisionero de la tierra, demasiado navegado, con demasiada historia, con demasiada mierda y poca corriente que la limpie. Así, ¿con qué moral me puedo ir a Almería, por ejemplo? Voy cuando, en realidad, ya estoy jodido sin remedio. Y el atlántico tiene ese sabor a azul oscuro que da frío; el Caribe es poco más que una sopa tibia con peces empalagosos y algunos tiburones. Me he bañado en el pacífico, pero no lo recuerdo (tan sólo era un bebé). El pacífico y el índico, ¿esperanza para recuperar la fascinación por el mar? No, no soy tan imbécil. Seguro que encontraría algo en ellos que me hiciera, irremediablemente, perder la sensación de infinitud en sus horizontes.

Bueno. Me quedo solo. Pasarán las horas sin ningún sentido. Cuidaré a la perra e iré a ensayar. Sólo quiero salir para dar conciertos y huir inmediatamente después.

Todo parece tan absurdo como respirar, y sin embargo, ahí estamos...

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2 comentarios:

iNestaBlë dijo...

gracias por el enlace a los manifiestos de tristan tzara, los leere cuando esté un poco más descargado de examenes.

El manifiesto de mi página es el que hemos leído en varias actuaciones de los poetas pluscuamperfectos. Aquí hai un enlace a un vídeo http://www.youtube.com/watch?v=Q9ZCXGXiihw&eurl=http://recitalchilangoandaluz.blogspot.com http://www.youtube.com/watch?v=wZwYRkF4dkc i en la web www.chilangoandaluz.com quizás haya más cosas, no sé como está de actualizada.

pilimari dijo...

...yo he descubierto que estamos hechos por patrones, aunque me cueste decirlo, no hay nadie especial pues todos somos fingidores de por vida...
Acabo de tener una charla en la "habanilla" con dos amigas de lo mismo, del fingimiento en el trabajo en los bares en todo!, algunos estan más capacitados y otros como yo asqueados hasta la saciedad..

en fin, es lo que nos queda..y la musica que nunca está mal.

un besako!!