lunes, 27 de abril de 2009

La rima de la escarcha (o cómo pedir una estufa por correo)

Paseaba su silencio entre relámpagos de brisas.

Las hojas de los árboles,
los insectos del suelo,
las ramas de la hierba,
como un jolgorio de escolares,
clamaban...

Un paso era un obstáculo;
una rima,
un gesto de enrejados.

Una canción, o un beso,
ocultaba la llave de una celda.

Y si un mechón de su pelo
balanceaba el arrojo del viento,
era un mechón culpable,
o silenciaban mil enigmas los cabellos.

Paseaba su silencio entre relámpagos de brisas,
pero el ruido no dejaba destapar el velo;

ese velo, que cubre con palabras
las preguntas sin respuesta.

... Y caminaba, atento,
a la gravedad infinita de los remolinos
del silencio.

Los pájaros cantaban regocijados en su canto,
temerosos de la verdad del instante que se nombra
cuando cesa el ruido.

“Ese”, pensó, “es el espejo
donde brilla lo que ya se sabe,
vestido de domingo”.

Y los ojos encantados
se embriagaban con el títere de las luces,
y al menguar la propia luz,
menguaban las palabras que se dicen demasiado...

“Y no deja de resultar gracioso
que las sombras deseen cualquier sol,
cualquier rayo,
cualquier linterna,
cualquier llama que les salve de la muerte,
ateridas entre la escarcha que creen amar,
sólo porque rima con desgracia...”

...
...
...
..
..
..
.
.
.

No hay comentarios: