jueves, 24 de agosto de 2017

Diana


Cuando era niño por una semana
de primavera nos íbamos todos
a esa casa metida en la sierra,
y quedaban incrustadas nuestras vidas
en el canto de miles de pájaros

Al despertar cada mañana
abría de par en par la ventana
para sentir de cerca la alegre
celebración de la música nupcial:
era ensordecedor el trazo
que sobre las flores silvestres
dejaban los gorriones mucho antes
de pasar volando sobre ellas

Una tarde un niño trajo su escopeta de plomos
y nos aburrimos de disparar a las latas
- ¿sabes que un segundo después está
tan lejos de haber matado algo
como toda la eternidad?

Arrepentido corazón,
con la lección aprendida
y un ave de seriedad de plumas
ajena a los juegos de los niños,
agonizante en mi mano,
sangrando la incomprensión
con que sus ojos aterrados
se estaban muriendo...

me derrumbé sentado,
helado al no reconocerme
por vez primera
- pude sentir en sus ojos
que la última visión del ave
fue la visión de un monstruo

Y a cada segundo que pasaba
estaba más lejos de poder deshacer aquel instante,
como si se pudiera estar jamás
a tiempo de devolver nuestras acciones
al arroyo de donde surgen
- el tiempo aleja nuestros actos
con la parsimonia de un gato,
pero sus consecuencias nos siguen,
montadas a horcajadas sobre el segundero, para siempre

A la mañana siguiente,
al abrir la ventana,
todos los pájaros cantaban
que aquella voz
ya no estaba entre nosotros
- ya no era tan alegre
el canto fúnebre que dejaba
millones de notas como crespones negros
revoloteando entre las flores

todos sabían mi crimen:
no se mata ni a lo puro
ni a lo inocente,
con impunidad
- sabes que mataste una parte de ti,
como un ridículo pánfilo de bar,
por una absurda apuesta

Cogiste lo más valioso,
lo que en secreto era más afín a tu espíritu,
y te lo jugaste tirando al blanco

Mira, si quieres saber si hay cosas irreversibles,
cosas que ni el más intenso latido,
libre de ornamento y engaño,
desgarrado en bondad y honestidad,
puede lograr que le concedan,

observa el ruiseñor que tienes hoy
en tu mano:

está atravesado de lleno por tu certera bala,
y sangrando tu vida por el pico
mientras alguien alaba
tu puntería,
y se va a morir...

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