viernes, 8 de agosto de 2008

El visitante

El portero se encontraba fregando el portal cuando llegó un hombre con aspecto muy serio y vestido con una levita. Se dirigió inmediatamente al portero.

- Buenos días, señor. Verá, estoy buscando a Don Adolfo de Guillena.

El portero, a quien le resultaba del todo imposible reconocer ese nombre, se quedó dudando, sin saber qué contestar.

- Se trata de un asunto de gran importancia, un asunto estrictamente musical- insistió el visitante.

“Don Adolfo de Guillena” era en realidad “El Larry”, ese molesto vecino que llegaba con frecuencia en un estado calamitoso y lamentable a causa de la ingesta de diversas drogas y cuyos vecinos no paraban de quejarse por los ruidos, la música, los malos modos del chaval y su forma de vida degenerada, pero esto no lo sabía el portero. Lejos de indagar la identidad buscada, y siguiendo su perruna afición por el cabezazo y el servilismo ante todo lo que dé señales de distinción y hieda a dinero contante y sonante utilizado sobre todo para labores de ostentación y ornamentación costumbrista-equino-plateresca-socio-narcisista, como manda la moral más elevada de esa ciudad, aún así, lejos de mandarlo a paseo, cual era su costumbre con todo aquel peatón de carne y hueso que osara hoyar con sus sucios pies su distinguido bloque, se sintió inclinado a mantener a tan preciado espécimen dentro de sus dominios, pues era de la opinión de que el caché de una casa se mide por el de sus visitantes.

Así que hizo lógica de aspectos: este señor tan educado, elegante y mayor, tan respetable, sólo podía buscar a Don Hernando, el administrativo de banco, jubilado recientemente, que vivía en el quinto A y quien, aunque despertaba a todos los vecinos con sus delirios nocturnos en los que enaltecía los valores del movimiento, del nacional-catolicismo, del ultra-nacionalismo, del nacional-socialismo y de toda forma de fascismo, siempre vestía bien y portaba ese gesto de seriedad y gravedad que caracteriza a esas naturalezas estoicas que inspiraban tanto respeto a personas como él. Y, al fin y al cabo, era de la opinión de que un hombre de derechas es siempre un hombre de orden.

- Mire, señor, suba al quinto A y allí estoy seguro de que le dirán de quién se trata- le dijo con una simpatía y una amabilidad piadosa que sólo podría calificarse de “pantojil”.

- Gracias, ha sido muy amable- contestó con su voz grave y su dicción meticulosa, y se dirigió al ascensor.

“Un asunto estrictamente musical” murmuró para sí, mientras seguía con la fregona con un halo de emoción y expectación en la mirada.

Don Hernando estaba sentado en el sillón, leyendo el ABC y tomando leche con galletas. Cuando sonó el timbre, se levantó no sin antes protestar en una mímica que sólo podría calificarse como onanista, dada la soledad en la que vivía.

- Este país va al colapso total- murmuraba solo, mientras llegaba a la puerta. Obvio. Un país donde la gente llama a las puertas va camino de la debacle. Cuando la abrió se quedó un poco extrañado. Aquel ser...

- Buenos días. Disculpe que le moleste a estas horas en su casa, pero he llegado al bloque buscando a Don Adolfo de Guillena y el portero me ha enviado aquí, pues presume que quizás usted pudiera ayudarme a encontrar el domicilio de este señor. Verá, se trata de un asunto estrictamente musical...

- Adolfo, Adolfo...- se quedó pensativo, mientras se rascaba la cabeza, unos instantes- mire...- le señaló al fondo del pasillo- Allí vive un tal Adolfo, aunque todos le llaman “El Larry”- en esto el visitante dio un bote de sorpresa- pero no creo que sea a él a quien busca...

- ¡No se apresure a sacar conclusiones precipitadas! Ese simpático apodo sin duda lo encuentro propio de la persona a quien busco. Nos une, como ya le he mencionado, un profundo lazo musical, y es precisamente un asunto muy importante, de naturaleza estrictamente musical, el que tengo que resolver con él de inmediato, pues...

- No sé si es músico o no ¡pero es un golfo y un sinvergüenza! ¡Un sinvergüenza! ¡Las pintas que lleva! ¡Anda siempre con putas! ¡Porque a las mujeres que se visten así y se comportan así sólo se las puede llamar putas!- y cerró de un portazo.

El visitante permaneció unos instantes en la misma actitud de educada dignidad y modales de respeto, pero frente a la puerta, en lugar de Don Hernando. Cuando seguir así fue lo suficientemente absurdo, se dirigió al apartamento señalado y llamó. Al abrir, música electrónica a todo volumen inundó el pasillo. Abrió uno de sus compañeros de piso, quien se limitó a mostrarse interrogante mediante la boca y los dientes.

- Verá, busco a Don Larry. Se trata de un asunto estrictamente musical...

(...)


Al cabo de unas horas encontraron a Larry y a todos sus compañeros descuartizados con un hacha. El visitante fue detenido en un parque cercano mientras daba de comer a los patos del estanque y tarareaba música de Mozart. No ofreció resistencia y confesó los hechos y los justificó con motivos “estrictamente musicales”.

- En asuntos de música no me meto- declaró el portero cuando fue interrogado por la policía.


Y siguió pensando que la gente seria y formal era mejor que esos golfos sucios y desaliñados.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me has pillado por sorpresa: no me esperaba un final macabro, pensaba que saldría por otro lado. Me llama la atención que sigamos cultivando una elegancia del hombre de derechas, pero es un hecho cierto (hay lo del bogitillo, las camisas, etc.), que la publicidad además explota constantemente sobre todo para los productos de lujo. Aunque el facha en cuestión, en realidad, está ya quijotizado, con ese detalle del ABC, que hoy en día es más cliché que agresividad.