viernes, 8 de agosto de 2008

La salud de los bonsais

Siguiendo el consejo de su amigo, comenzó a apuntarse a todo tipo de cursos vespertinos: alfarería, pintura, cuidado de bonsáis, cocina creativa, decoración, restauración de muebles, etc. Lo hacía para conocer chicas. Era así la cosa. Se quería reproducir o, al menos, hacer los debidos méritos.

Así que estaba frente a un tiesto con un abeto diminuto siguiendo los consejos para la poda que el profesor japonés les daba a todos los alumnos, tijeras en mano. Había una chica muy guapa justo frente a él que podaba su bonsái con parsimonia y lentitud, y había en su cara un algo de melancolía, tristeza y palidez. Él, que solía escoger sus víctimas según el grado de debilidad que mostraran, consideró a ésta como la candidata más propicia para sus malévolos planes. Frío y calculador, sabía que primero tendría que indagar hasta averiguar la causa de su desdicha, y lo demás sería pan comido.

- Esta lo acaba de dejar con el novio, fijo- pensaba- va a ser coser y cantar.


Calculó fríamente las ingeniosas palabras que pronunciaría con aparente naturalidad y, una vez bien memorizadas, se aproximó a su mesa.

- Es seguro- pensó conforme se acercaba a ella y veía mejor los rasgos de su cara, sus ojeras- lo acaba de dejar, va a ser sencillísimo. Le ofreceré comprensión, cariño y la venganza que necesita, je, jeee...

Ella podaba hojita a hojita su abeto, ramita a ramita, despacio, abstraída en otros pensamientos. El se situó frente a ella y ella levantó la cara de manera interrogativa.

-¿Puedo sentarme? Gracias- dijo sin esperar a que contestara.

Ella bajó la vista y siguió podando con la misma parsimonia. Él le tomó la mano derecha, con la que la chica sostenía sus tijeras, y comenzó a hablar, mirándola a los ojos, esperando que entreviera en sus palabras que sabía por qué sufría, que le ofrecía una mano amiga.

-A veces- dijo- cuando una rama está enferma es mejor cortarla de raíz a limpiarla hoja a hoja...

Ella, algo preocupada y molesta, no comprendió el tono trascendente de lo que le decía. Él, sin bajar la vista de sus ojos, posó sus tijeras en la base de la rama y apretó con fuerza, sin dejar de mirarla fijamente.

La cara de ella cambió de golpe. Dos lágrimas surgieron inmediatamente de sus ojos, sus pupilas se dilataron y su palidez aumentó súbitamente. Él pensó fugazmente que había salido bien la jugada, que la había impresionado, pero no era así.

Le acababa de amputar un dedo a la chica.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Excelente efecto de anticipación. Se ve venir, además conociendo tu gusto por la sangre concluyente, que ibas a meter un corte. Lo que no me esperaba es que fuera ella la víctima. Sadismo subliminal.
Pero más subliminal aún, toda la temática de la castración que arrastran los bonsais, las tijeras, las aproximaciones a la cópula, el deseo al fin y al cabo.

pilimari dijo...

Me gusta muchísimo, es genial.

una simple historia con un trasfondo sádico y pesimista de la vida.
Te repito, me encanta!!acabaré comprándote las historias para hacer algún que otro corto, ya que yo ando corta.

Besos.