jueves, 26 de marzo de 2009

Chuch-Power

La perra me estresa. Es su presente y huidiza reclamación permanente de relativas cosas... El caso no es ese, sino lo que refleja: la perra tiene poder moral sobre mí. Increíble. Ese mamífero de tendencias coprofágicas, originales concepciones sobre la diversión y cuyo sentido de la higiene y la pertinencia de relajarse en según qué sitios llama mucho la atención a cualquier estudioso de la yacística (de yacer, no de jazz, eh) existencial en ámbitos tendentes al antropomorfismo (o el humanoidismo), tiene autoridad moral sobre mí, ¿qué sucede?
En mis tardes de programado autostracismo, cuando la hipnosis televisiva entra en fase con el momento absorto-cannabico, en lugar de existir sarcásticamente, me pongo a sufrir porque no se puede retrasar la hora del paseo. Resultaría cruel, me digo a mí mismo. Ella se pasa la tarde mirándome atenta desde el rincón. Los Chuchus vulgaris son muy observadores de la mímica y los hábitos de los humanos (conocidísimo el caso del perro de Paulov, con cuyo libro La influencia de los sonidos en la conducta alimenticia de los humanos obtuvo un enorme éxito entre su comunidad), y ella no es una excepción. Conoce la hora del paseo, lo que hago antes (levantarme del sofá, ir al dormitorio, trincar la chaqueta, evaluar los daños, apagar cosas, coger las gafas, no olvidar el tabaco, coger la correa) y actúa siempre con exacta pertinencia. Su mirada no me deja opción. Tiene poder sobre mí.
Tiene poder sobre mí...
Tiene poder sobre mí...
mi...
mi...
...
...
...
..
..
..
.
.
.

No hay comentarios: