viernes, 20 de marzo de 2009

Shopping situation IV

- ¡Ahí tiene, vil impostora!
- ¿No dice ni buenos días? ¿A qué viene arrojarme este canuto de cartón? No me pagan por eso.
- ¡El rollo-reliquia de papel higiénico se me ha acabado!
- Siento que sea su incontinencia la que le ha enseñado que el papel higiénico no es infinito...
- Por cinco euros bien podría serlo, ¿no cree?
- A mi entender, lo infinito cuesta mucho más que eso. Me decepciona usted, tenía firmes esperanzas en su persona...
- Si la esperanza es lo último que se pierde, creo que me encuentro ante una mendiga de la existencia.
- Seguramente sí, “¿qué desea?”
- Cree usted que con esa treta filistea podrá librarse de mí tan fácilmente, ¿eh? Pues no. Tengo principios firmes y estrictos, lo que me autoriza a saltármelos, ¿tiene usted principios que corromper?
- Oh, mi problema no son los principios, sino los finales.
- Vaya, una emprendedora inversa...
- Sí, y puestos a devolvernos regalos, tampoco me ha gustado su CD interactivo.
- ¿Acaso no le ha resultado instructivo?
- Más bien un pleonasmo visual del sexo oral.
- Yo lo llamaría más bien “exhuberancia de generosidad”.
- ¿Ve? Hay un abismo insalvable entre nosotros.
- ¿Nos vamos a divorciar tan pronto?
- Lo bueno, si breve, dos veces bueno.
- Me quedo con lo de bueno. Sabía que en el fondo me amaba usted.
- “Los tiempos que corren están contra nosotros”.
- Dramático, patético...

(...)

- ¿Por qué código deontológico se rige usted? Me vendría bien para mi tesis doctoral.
- ¡Caramba! ¿En qué titulación? No sabía que hacía algo más que vender papel higiénico frustrante.
- Zoología. Estudio la biodiversidad de los roedores urbanos mediterráneos.
- ¿Ve usted el retrete? Ese es mi código deontológico.
- Sólo un poco más elevado del de las ratas de las cloacas. Tomaré nota, me puede venir bien.
- Ya queda poco que decir, agotamos las posibilidades. Eso me gusta, así lo único que nos quedará por hacer será follar.
- Verá, cualquiera se tomaría esto como un acoso laboral en regla; pero usted es tan cándido que cuesta sentirse amenazada.
- Mire, hagamos un trato; le cambio el canuto de la discordia por un pañuelo.
- Le puedo devolver su cleenex, y ya estaremos en paz definitivamente.
- No, quédeselo. Prefiero algo más personal.
- Aquí todo es profesional y comercial.
- Haber empezado por ahí; no soy partidario de pagar, pero el asunto con usted se está convirtiendo en un reto frustrante. ¿Qué tarifas maneja?
- Muy sencillo. Un sencillo reembolso en calidad de largarse de aquí cagando leches a cambio de no pegarle una patada en los huevos.
- Veo que cada vez tenemos más confianza y dejamos de lado los formalismos.
- Qué preclaro...

(...)

- Nuestros personajes nos enclaustran, ¿eh?
- Se ha perdido el encanto.
- Bueno, pues fuera máscaras, tenga esto.
- ¿Un álbum de fotos?
- Va en serio. Vivo ahí al lado, las tomo siempre desde la ventana.
- Soy yo. Todas abriendo la tienda a primera hora.
- La luz varía de día a día. Cuando se acerca la primavera le da el sol en la cara; en invierno, es usted una silueta en la oscuridad. Así la veo yo, así aprecio el brillo de su pelo, el tono de su cara. Verá, no me gusta dar regalos en plan solemne, eso ridiculiza hasta a las estrellas. Pero me he liado con mi propio columpio.
- Ya... no sé qué decir. Son preciosas, pero no me gusta que me espíen, eso debe de entenderlo. Y hay un cierto regustillo a lo Smoke en todo este asunto.
- Me da igual. Paul Auster es al menos una elección elegante para plagiar. Los negativos están detrás. Perdone toda la sarta de borderías de estos días. Me divierto, a veces, de una forma un poco sádica. No sé hacerlo de otra forma. Me gustó usted, pero me sabía mal hacer esto en secreto y de una u otra forma se lo quería dar. La cosa se ha liado.
- Son buenas fotos, ¿cómo es que se desprende de ellas?
- Verá, cuando las hago, ya no importa nada más. Es la capacidad la que me satisface, la capacidad de hacerlas.
- Creo que le debo ese café, al menos.
- Cuando se enseñan todas las cartas ya no hay juego.
- No, se lo digo de verdad.
- Y yo. No soy así, las borderías se dicen precisamente porque no funcionan. Nunca hubo la intención. Era un juego.
- Vaya, un motivo artístico más...
- Qué va, ¿y eso qué es? Basura de la tradición criticista...
- Y el álbum tiene una girafa en la portada, vaya...
- Todo está enlazado en esta vida.
- Pues creo que ahora se intenta hacer el interesante.
- Eso se aclarará con el sencillo transcurso del tiempo. Es usted muy incisiva. Me ha gustado jugar con usted.
- Gracias, supongo.
- Y en cuanto a su pregunta indiscreta, se la responderé. Lo único que deseo, de verdad, es la saciedad completa. ¿Venden ustedes de eso?
- ...
- Pues lo dicho.
- ¿Esto es un adiós?
- Los adioses son una forma sutil de promesa. Siempre digo “hasta luego”.
- Pues hasta luego...



(...)

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