lunes, 30 de marzo de 2009

Segunda cuerda, 3er traste



Trastea. Y cuando hago vibrato, se queda afónica, se calla. Ello es porque la cuerda roza en alguno de los trastes de más abajo. Ello es porque el quintaje que se le hizo no es perfecto. La cuestión: teniendo por delante los últimos ensayos y el concierto, ¿llevarla de nuevo a Musical Ortiz a que me la arreglen, con el riesgo de que me digan “déjala aquí y la recoges mañana”? No puedo perder ni un día... o, ¿pasar de todo y tocar de todas formas? El defecto sólo se nota cuando ese maldito Re se dobla. Curiosamente, ninguna de las canciones que vamos a tocar lo precisa. Sí, esperaré a que pase el concierto y me acercaré a la tienda con los colmillos bien afilados. Grrrr...

Ayer estuve en casa de Paul viendo los últimos videos que hemos grabado en el local. Recuerdo aquel día perfectamente porque fue cuando decidí llevar la guitarra a quintarla bien, ya que daba problemas. Perdimos una hora y media intentando conectar la mesa a la videocámara para conseguir mejor calidad de sonido, pero algo hacíamos mal y salía sobresaturado. Con el local lleno de gente es difícil concentrarse y hacerlo bien. Aún así, creo que con cierta ayuda podremos solventar eso en el futuro. ¿Demasiada salida? ¿Los amplis demasiado altos y saturaban los micros? Creo recordar que lo intenté todo, pero no soy técnico y no tengo ni puta idea. El caso es que eso me desmoralizó un poco y al final hicimos la grabación con un micro en medio del local, de mala leche. Recuerdo tocar fatal; sin embargo, ese mínimo no quedó mal (tampoco brillante, pero no catastrófico), lo que da algo de moral. Viene bien grabar los ensayos.

(...)

Ha caído un laúd en Sierra Nevada que ha sepultado a veinte esquiadores; un poeta lírico tocó el alud como cortejo de su amada.

(...)

Tocar el alud...

Tocar el alud...

Alas de alud...

(...)

Surfeo en el tsunami de nieve...

Toco el alud bajo el laúd...

La espada está en la boca,

La que todo lo abre.

(...)

Mirar al mar como fuente...

La ceguera incurable de los regantes
frente al flujo celeste de los ríos...

¿Los ves?
Como larvas en capullos de seda,
se forman en silencio y motean de blanco
el espacio que pesa justo en los pulmones;

Distancia que se prende en la frente
cuando se mira con ojos sellados;
vacío impreso con fuego,
el empujón de lo cercano
tras el muro del viento...

¿Los ves?
Los capullos de seda pesan menos que tus ojos,
te traspasan,
superan el horizonte medido en tu mirada.

Y en el parto de un río rompe en aguas
el cielo sus palabras eléctricas...

Mirar el mar como fuente,
la sorpresa de los cauces...

Las orillas,
mojadas como las comisuras de la boca,
no dejan oír las palabras de aire que por ella
vuelan desbocadas...

Y se sorprenden, claro,
de que fuente y recipiente
canten alto un unísono misterio
de unidad infinita...

Es decir, no se lo creen.

El viento sigue soplando.

Siempre tararea algo...

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