lunes, 9 de marzo de 2009

La corrupción de Dylan



- ... pero de Bob Dylan, lo que nadie parece comprender, es que le encanta joder las expectativas que sobre él se pueda crear cualquiera; tiene vocación de mosca cojonera. Cuando lo adoraban hasta cimas insospechadas, se volvió eléctrico; y dio toda aquella gira llena de abucheos por Inglaterra como si le sudara la polla. Que tocara para el Papa, dentro de su especial “visión” del espectáculo, era una consecuencia bastante previsible (previo pago de 100 millones de dólares, eh) justo cuando toda nuestra “degeneración” X reivindicaba de nuevo su legado y el simbolismo de su figura, el rebelde, el guía espiritual de los 60, etc.

Mammonio se quedó callado. Yo también. ¿Por qué hablo? En realidad me da igual lo que le pase a Dylan; ya grabó lo que tenía que grabar. Cómo coma, duerma, cague o piense me importa un carajo. Mammonio se puso a cantar imitándolo cómicamente, pero duró poco. Sé lo que le pasa: no puede admitirlo sin más. Que Dylan tocara ante el Papa no le vale ni como provocación. Es un puritano; de esos que, cuando se les pulsa un tabú, ya no pueden pensar por si mismos sino a través de las reacciones-slogan que tienen memorizadas del manual del usuario del alternative-way-of-life.

Si os soy sincero a todos, a veces me invade una especie de agotamiento intenso producto del esfuerzo prolongado de tener que ver desfilar ante mis ojos actitudes-maniquí de gente que no se toma en serio el aire que respiran. Hasta pensar es objeto de moda. Estoy hasta los huevos.

Me quedé callado. Luego me fui sin más a casa: cenar con mi niña es siempre la mejor opción. Bueno, todo lo que ella toca lo es, en realidad, pero hay que abrirse al mundo y evitar la tentación de encerrarse en una burbuja. Elegir la burbuja cuando te has demostrado a ti mismo que tienes un sitio entre los simios, sin sufrir por ello, es mejor que hacerlo porque no tengas más remedio. Por el momento la asignatura pendiente pende, pende y pende agitándose como un cascabel que no te deja dormir la siesta tan deseada.

Le había confesado esa misma tarde a una amiga (creí percibir que quizás le intrigaba lo difícil que resulta tener una conversación conmigo) que antes, cuando bebía, lo hacía para ser más sociable y simpático, y efectivamente lo era- hasta convertirme en un demonio de Tasmania. Tras dejarlo, descubrí que el problema era que ni soy sociable ni simpático, al menos de esa manera efusiva y grandilocuente que veo por doquier. Así que abracé mis silencios y mi distancia y mi aparente frialdad e incluso suficiencia. Eso le dije; como explicación o excusa indirecta; que necesitaba recuperar mi propia personalidad, de la que renegué hasta inventarme mi identidad, falsa, estereotípica, caricaturesca.

Como contrapartida, el que habla poco o apenas se relaciona con los demás suele ser objeto de todo tipo de suspicacias. O eres tonto, o un antipático, u ocultas algo, o vas de superior por la vida, o eres un engreído, o un gilipollas, sin más. Le dije que ese era ahora el desafío que tenía por delante. Enfrentarme a ello sin renegar de mí. Se suele creer que es fácil porque piensan que vives en las alturas de un púlpito (una de esas premisas que nunca se cuestionan y que, sin embargo, configuran la fisiología de una mente imbécil), pero es duro que te cagas, pues se trata de un desajuste, de una carencia, de vivir siempre inmerso en lo profundo de tu propia mente (y no en lo alto) sin apenas tener fuerzas para asomarte a ese mundo que se presenta amarillo como una película en technicolor. Le dije lo mismo a Mammonio cuando llegué a su casa más tarde. Para abrirme a la gente, la mayor parte de las veces, tengo que dejar de ser yo mismo. Así que vivan los silencios. Me los receto yo mismo. Que se joda quien le moleste. Por lo que a mí respecta, la época de autonegación ha pasado para siempre.

Sin embargo, ayer no me costó ningún trabajo, ni con Sam, ni con su señora, ni con Mammonio. Hablaba como si me hubieran dado cuerda. Ay, pillín... Lo difícil no es hablar de uno mismo (es de esos esfuerzos que simplemente se hacen por el placer que se obtiene de ellos, como en la masturbación); lo difícil es lograr que te interese lo que los demás cuentan.

Pero escuché, presté atención, logré pasar por unas horas un rato sin escuchar a ese otro mensaje que, como dijo Dylan, vuela con el viento y no me deja prestar atención a ninguna otra cosa...

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P.D.: de verdad, queridos visitantes, controlad vuestros impulsos por comentar, de verdad, que no importa, hacedlo de uno en uno que me saturais el sitio y...

1 comentario:

Felipe dijo...

Qué buen uso de la ironía en tu Postdata. Qué ganas me dan de escribir leyendo tus textos fucking duckie!